Ni Carlos ni Philippe conocian personalmente a Eduardo de York, aunque ambos tenian sus prejuicios sobre ese Plantagenet hedonista que era tan renombrado por sus proezas en la alcoba como en el campo de batalla. Carlos, un hombre que habia escandalizado a la corte con la pintoresca creencia de que un marido debia ser fiel a su esposa, estaba dispuesto a sentir antipatia a primera vista por el exiliado ingles. Philippe, que admiraba la disciplina mas que ninguna otra cualidad, tambien estaba seguro de que no le agradaria ese principe autocomplaciente y arrogante que habia perdido el trono por negligencia.
Mientras su senor y el rey yorkista intercambiaban cautas cortesias, Philippe tuvo la oportunidad de evaluar al adversario. Se decia que Eduardo Plantagenet era el hombre mas guapo que habia agraciado el trono ingles, y Philippe coincidia con esa apreciacion. Eduardo de York tenia voz resonante, rasgos armoniosos, ojos de un azul que rara vez se veia fuera de Dublin y el cabello dorado comun entre los principes Plantagenet desde que el primero de ese linaje, Enrique Fitz-Empress, habia reclamado la corona en 1154. Pero aunque la descripcion fisica coincidia con el hombre, no ocurria lo mismo con la reputacion, y Philippe se puso a observar atentamente al ingles, buscando las claves de un caracter que no era lo que el habia esperado.
Philippe no se interesaba en la suerte de la casa real inglesa; no tenia ninguna predileccion personal en el duelo dinastico entre York y Lancaster. Sabia que Enrique de Lancaster era idiota y hasta ahora tenia pocos motivos para pensar mejor de Eduardo de York. Cuando Eduardo busco refugio en Borgona, Philippe habia compartido el rechazo de su soberano por ese inesperado giro de los acontecimientos. A instancias de Carlos, habia viajado a Calais en octubre, en un intento de contrarrestar el dano provocado por la presencia de Eduardo en su pais. La visita habia sido una revelacion.
Philippe se enorgullecia de su enfoque pragmatico y objetivo de la politica; a menudo deseaba que su terco y tempestuoso duque tuviera mas en comun con su enemigo mas acerrimo, el calculador rey de Francia. No obstante, lo habia sorprendido la cinica celeridad con que Calais habia abrazado el Oso y el Baculo Enramado.
Mientras cenaba con lord Wenlock y los lores ingleses de Calais, se habia divertido al escuchar que todos los presentes insultaban a Eduardo de York con los terminos mas agraviantes. Philippe decidio que no era tan realista como se habia creido. Le habia asombrado la decision de Warwick de sacrificar a su hija por una ganancia politica, y esos lores ingleses que cambiaban York por Lancaster con tanta premura le provocaban desconcierto y desprecio. Su sentido de superioridad moral no le impidio, empero, asegurar a Wenlock y compania que el problematico Eduardo de York era hombre muerto.
Asi habia ganado tiempo para su senor y para su tierra, pero sabia que la dilacion seria efimera. Tarde o temprano el y su duque deberian lidiar con Francia. Philippe sabia que la guerra era inevitable. Solo cabia preguntarse si era posible impedir una alianza francoinglesa dirigida contra Borgona, y Philippe era cada vez mas pesimista en ese sentido.
Desde mediados de diciembre, enviados franceses habian deliberado con Warwick en Londres. Habia rumores perturbadores, aun no confirmados, de que el rey frances estaba tentando a Warwick con la promesa de territorio flamenco, como botin para el Hacerreyes en la guerra contra Borgona. Con estos ominosos portentos en el viento, Philippe considero que era hora de evaluar nuevamente las opciones, y una de ellas era el hombre que estaba sentado a la mesa frente a el.
– He oido hablar mucho del chambelan de mi cunado de Borgona, mas que suficiente para provocar mi curiosidad, monsieur de Commynes -dijo la opcion de Philippe, y Philippe agradecio el cumplido, si eso era, con una cortesia inocua.
La lengua inglesa le irritaba los oidos y estaba enfadado con el duque por insistir en que la conferencia se realizara en el idioma de sus huespedes. Eduardo hablaba frances, como todos los ingleses bien nacidos, y bien podian haber conversado en esa lengua, mucho mas familiar para Philippe. Pero Carlos, que hablaba frances, flamenco, ingles, latin y un poco de italiano, estaba orgulloso de su dominio del ingles y no podia resistir la oportunidad de exhibir su habilidad linguistica.
Carlos se inclino hacia delante; despreciaba la sutileza como otros hombres deplorarian la pereza o la codicia.
– Decidme, amigo yorkista, ?por que deberia ayudaros? ?Por que deberia correr el riesgo de provocar la hostilidad del hombre que gobierna Inglaterra en aras de un hombre que no tiene un cobre ni un soldado?
Philippe hizo una mueca. ?Cuando aprenderia su senor a detenerse en esa delgada linea que separaba la osadia del insulto? Eduardo, sin embargo, no se dio por ofendido. Al contrario, parecia disfrutar del momento.
– Porque, mi senor, no podeis daros el lujo de no ayudarme -dijo con una sonrisa, y Philippe noto con interes que no habia vacilado en cambiar la cortesia por la franqueza.
– ?De veras? ?Podeis tener la amabilidad de explicaros? -dijo friamente Carlos-. Estaria sumamente interesado en vuestra respuesta.
Tambien Philippe estaba interesado, y no aparto los ojos del ingles.
– Borgona es un estado muy rico y poderoso -dijo Eduardo-. Pero ni siquiera Borgona podria librar una guerra en dos frentes. Quiza Vuestra Gracia pueda triunfar sobre Luis de Francia. No obstante, dudo que podais resistir un doble ataque de Francia e Inglaterra. Ambos sabemos que Luis daria su alma por ver la flor de lis flameando sobre Borgona. En vuestro lugar, yo no dormiria tranquilo sabiendo que Inglaterra sera gobernada por una francesa y un soldado curtido que siente demasiado afecto por el rey frances.
– Concedido -dijo Carlos sin titubeos-. Pero haceis una suposicion, mi senor, que aun no esta demostrada: que Warwick esta dispuesto a ir a la guerra por el rey de Francia. Por mucho que le agrade Luis, dudo que esa amistad valga tanto para Warwick.
– Opino lo mismo -convino Eduardo.
– ?Entonces? -pregunto Carlos con impaciencia, frunciendo el ceno.
– Los hombres no van a la guerra por amistad, en eso teneis razon. Luchan por objetivos mas tangibles: conservar una alianza necesaria, eliminar una amenaza potencial. Y con frecuencia, mi senor y estimado cunado, luchan por una ganancia personal.
Philippe se enderezo; el ingles hablaba como quien tiene una carta de triunfo. Queria saber cual era.
– ?Ganancia personal, Vuestra Gracia? -inquirio cortesmente.
– Holanda y Zelanda, monsieur de Commynes. Yo calificaria la adquisicion de provincias lan ricas como una ganancia.
– ?Que estais diciendo? -pregunto Carlos-. ?Que Luis ha prometido territorio borgones a Warwick a cambio del respaldo ingles?
– Los condados y senorios de Holanda y Zelanda -dijo Eduardo, como citando de memoria. No se explayo, y Philippe no pudo menos que admirarlo, pensando que aunque esto fuera solo un farol, Eduardo jugaba muy bien sus naipes.
– Si puedo pediros una aclaracion, mi senor… Mi ingles no es tan bueno como deberia… ?Monseigneur de Warwick tomara nuestras tierras de Holanda y Zelanda como recompensa por participar en una guerra contra Borgona? ?Eso quereis decir?
– Exactamente.
Carlos y Philippe se miraron. Carlos asintio imperceptiblemente y Philippe sonrio, sacudiendo la cabeza con aire contrito.
– Perdonadme, mi senor, si parezco dudar de vuestra palabra… Es solo que me asombrais con esa noticia. ?Puedo preguntar donde obtuvisteis esta informacion?
– De alguien que esta mas cerca de mi primo de Warwick que un amigo.
– ?Un yerno, quiza? -sugirio Philippe, y Eduardo se encogio de hombros.
– Quiza.
Carlos perdio la paciencia; habia ocasiones en que su chambelan podia ser fatigosamente frances en su preferencia por el enfoque oblicuo y circular.
– ?Vuestro hermano Clarence esta pensando en una nueva traicion? -pregunto sin rodeos.
Eduardo sonrio.
– Yo prefiero considerarlo un hereje que vuelve a la fe verdadera.
– Yo diria que el duque de Clarence cambia de fe como otros cambian de ropa -dijo Carlos tras un breve silencio, pero pronuncio el sarcasmo casi distraidamente, sin resentimiento. Estaba reflexionando, noto Philippe, sobre el complot que les habian sugerido; Clarence como el caballo de Troya del bando de Warwick. Philippe