temor muy logico. Creo que esta dispuesto a reconciliarse con Ned. Ojo, no lo ha dicho literalmente, pero lo conozco. Una vez que regreseis a Inglaterra, creo que pensara seriamente en volver a ser leal a York.

– Lo hara si piensa que Ned puede vencer -dijo Ricardo, y de inmediato lo lamento, pues noto que el sarcasmo habia herido a Margarita.

– Habria esperado esa respuesta de Ned -le reprocho ella-, pero no de ti. En un tiempo amaste a Warwick, y sabes que puede ser muy persuasivo. No odies a Jorge por ser debil. No puede evitarlo, de veras. Ned no lo entiende, pero pense que tu entenderias…

– Lo entiendo, Meg, pero no me resulta facil perdonarlo.

– Si no puedes perdonarlo por el mismo, hazlo por mi, Dickon.

El sonrio, reconociendo el poder de esa suplica.

– Si lo dices de ese modo…

– Se que Jorge cometio una grave ofensa, pero creo que desea rehabilitarse. ?Por que otro motivo me escribiria que el rey frances estaba tentando a Warwick con la promesa de Holanda y Zelanda?

Eso fue demasiado para Ricardo.

– Vamos, Meg -rezongo-. Tu me mostraste esa carta, ?recuerdas? El no escribia como si compartiera una confidencia de gran peso. ?Mas bien parecia ofendido porque Luis no le habia hecho una oferta similar!

– Concedo que el no dijo explicitamente que deseaba ayudaros. Pero sabia que yo le confiaria la noticia a Ned. Y tambien habra sabido que Ned procuraria aprovechar esa informacion del mejor modo posible.

– Quiza -dijo Ricardo dubitativamente-. Nunca sabes que motiva a Jorge. Si prefieres creer que se proponia prestarnos un servicio, ?quien soy yo para afirmar lo contrario?

Lo dijo con tanto escepticismo que Margarita imploro:

– ?No podemos darle el beneficio de la duda, Dickon? No es mucho pedir, ?verdad?

– No, supongo que no. Si tu… ?Ned!

Eduardo estaba solo. Entro, cerro la puerta, la trabo con el pestillo. Ricardo quedo petrificado y Margarita, que parecia tan confiada, derramo el mazo sobre la mesa.

– ?Ned?

La expresion de el era inescrutable, y por un instante de pasmo, breve pero muy amargo, Margarita invoco a la Virgen Maria, temiendo que Carlos hubiera dicho que no. Pero aun mientras este temor blasfemo cobraba forma, Ricardo se puso de pie.

– Por Dios -murmuro-, lo has logrado…

Eduardo asintio una vez.

– Espero estar en Inglaterra en Pascua, quiza antes -les confio en voz baja, y sonrio-. ?Que dices, Dickon? ?Te gustaria ir a casa?

Eso rompio el hechizo. Margarita se puso de pie mientras los hermanos se estrechaban jubilosamente, y cayo en brazos de Eduardo, y el le beso la mejilla, los ojos, el cabello, y Ricardo tambien la abrazo, y de nuevo a Eduardo. Y ahora que habia concluido, ahora que habian ganado, ella se atrevio a confesar cuanto temor habia sentido.

– ?Carlos esta convencido, pues, de que Jorge se propone traicionar a Warwick a la primera oportunidad?

Eduardo asintio y sonrio.

– Eso espero, Dickon. ?Hice todo lo posible por darle esa impresion!

Era el comentario que Margarita habia esperado.

– Ned -se apresuro a decir-, creo que Jorge abandonaria a Warwick… si pensara que obtendria el perdon.

– ?De quien? ?De Dios? -Ella no se dejo amilanar por el sarcasmo. Habia esperado esa respuesta, y se acerco a Eduardo mientras el decia-: «Perdona a Jorge, el no sabe lo que hace». Repites esas palabras desde que tengo memoria, Meg, y cuando no lo decias tu, lo decia Dickon. Nunca logre entenderlo. Me gustaria saber que hay en Jorge para que ambos lo defendais aun ahora. ?Que veis en el que yo no veo?

– Yo lo veo como un nino -dijo Margarita sin vacilar-. Lo recuerdo tal como era durante los anos que pasamos en Fotheringhay… antes de que fuera conquistado por nuestro primo Warwick. Siempre fue terco y empecinado, pero entonces no habia en el ninguna malicia…

– ?Ninguna malicia? -repitio Eduardo con incredulidad, y se echo a reir.

– Se que te ha dado pocos motivos para amarlo -concedio ella-. ?Pero no entiendes por que? Te tiene envidia, Ned. Siempre la ha tenido. Ve en ti todo lo que el no es…

– Ya, me ve como rey de Inglaterra.

Margarita noto que era inutil. El no la escucharia. Ni perdonaria a Jorge.

– Tu sacas lo peor de Jorge. Siempre ha sido asi. El sabe que no lo amas. Sabe que siempre preferiste a Dickon…

– Tu misma reconoces que me ha dado pocos motivos para amarlo -replico Eduardo con impaciencia, y Ricardo decidio que era momento de intervenir.

– Meg no defiende lo que Jorge ha hecho, Ned. Trata de hacerte entender por que actuo de ese modo, nada mas.

– Si puedes darme una explicacion satisfactoria de los actos de Jorge, Dickon, supongo que tambien podras decirme cuantos angeles bailan en la cabeza de un alfiler.

– Conozco muy bien los defectos de Jorge, pero tambien tengo otros recuerdos de el, Ned. Recuerdos de dias mas felices y de ocasiones en que lo necesite y el me respaldo. Jorge y yo compartimos muchas cosas. Estuvimos juntos en Ludlow, ?recuerdas? Tuvimos que presenciar el saqueo de la aldea. Jorge… Bien, el me protegio todo el tiempo. Hizo lo que pudo por mi. Tambien compartimos el exilio. Es algo que no olvidare. Recuerdo que ma mere nos llevo a bordo, pidiendonos que fueramos valientes y diciendole a Jorge que me cuidara. Y el me cuido, Ned. Sobre todo, esa primera noche en el mar, cuando yo no caia en la cuenta de lo que habia pasado ni por que. ?Ni siquiera sabia donde estaba Borgona! Entonces fue bueno conmigo, Ned. No solo esa noche, sino en las semanas que siguieron, mientras aguardabamos noticias de Inglaterra. Me escuchaba cuando yo le confesaba mi temor y mi nostalgia, y nunca se burlo de mis miedos. -Ricardo sonrio-. Bien, casi nunca. Convendras en que no es facil olvidar estas remembranzas. Pues bien, ahora sabes lo que recuerdo cuando defiendo a Jorge.

Margarita se inclino para besarle la mejilla.

– Gracias -susurro, y se volvio hacia Eduardo-. ?Ahora lo entiendes, Ned?

Eduardo aun observaba a Ricardo.

– No dudo que Jorge te haya protegido, Dickon. Y no me sorprende. Jorge no es un monstruo. Sabe ser amable si no le cuesta nada. Estoy seguro de que te guardaba afecto a su manera… y le diste una providencial oportunidad para hacer de valeroso hermano mayor. Sospecho que la disfruto inmensamente.

Ricardo iba a hablar pero se contuvo, decepcionado pero no sorprendido. Margarita, en cambio, habia esperado una respuesta mas compasiva despues del atento silencio de Eduardo.

– No piensas darle el beneficio de la duda en nada, ?verdad? -dijo amargamente.

– No.

La respuesta fue laconica y brutal; los ojos de Eduardo eran azules como el hielo. Ella contuvo el aliento, y se giro para apelar a Ricardo. Eduardo se puso de pie, le cogio la muneca.

– No hare nada por Jorge. Pero lo hare por ti, Meg. ?Que quieres de mi?

Ella le clavo los ojos.

– Quiero que lo perdones, Ned -murmuro, y el asintio-. ?De veras? ?Lo haras?

El asintio de nuevo.

– No puedo olvidar sus traiciones, Meg, ni siquiera por ti, y por nada del mundo volvere a confiar en el. Pero te prometo esto: si el quiere separarse de Warwick y regresar a York, hare lo posible por convivir con el pasado.

– Gracias, Ned. -Ella le echo los brazos al cuello. El la estrecho un instante, y luego ella retrocedio. Tenia una sonrisa radiante-. Ahora debo reunirme con Carlos. No quiero que me considere ingrata.

Se levanto, volvio a besar a Eduardo y al pasar estrecho rapidamente a Ricardo.

– Puedes repetirle a Jorge mis palabras, Meg, si deseas -le dijo Eduardo cuando ella llego a la puerta.

Вы читаете El sol en esplendor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату