– Se dice que el diablo pelea por York -declaro-. Solo espero que Dios Todopoderoso acompane a Warwick.
Jacquetta Woodville miro por encima del hombro, haciendo senales impacientes al criado que la seguia. El cesto que le colgaba del brazo contenia un gatito recien destetado, destinado a las nietas de Jacquetta. Isabel era un manojo de nervios despues de seis meses de encierro con un bebe, dos ninos traviesos y tres ninas activas, y Jacquetta esperaba que el minino les brindara una distraccion.
No esperaba la escena que la recibio al entrar en los aposentos del abad Millyng. La senora Stidolf, nodriza de Cecilia -la hija menor de Isabel-, y encargada de los otros ninos, no estaba por ningun lado. Cecilia, de dos anos, estaba acurrucada en su cama de caballetes, llorando. Al ver a la abuela, corrio hacia ella, extendiendo una manita sucia que se oscurecia con una magulladura reciente. En la cuna del rincon, el bebe gemia atemorizado. Los otros ninos, los dos nietos de Jacquetta y las hermanas de Cecilia, Bess, de cinco anos, y Mary, de tres, estaban reunidas a la puerta del refectorio del abad, tan absortas en su vigilancia que aun no habian reparado en la presencia de Jacquetta.
– ?Thomas!
El se volvio de inmediato. Era un guapo mozo rubio de dieciseis anos; era su nieto favorito y lo sabia.
– ?
Sin amilanarse ante su ceno fruncido, el se le acerco y le beso educadamente la mejilla.
La nodriza aparecio en ese momento, cargando con un pesado cubo de madera, que agradecidamente entrego al sirviente de Jacquetta.
– ?Encargate del bebe! -rugio Jacquetta antes de que la mujer pudiera hablar, y luego, a su sirviente-: ?Por amor de Dios, ten cuidado! ?Ese cubo esta salpicando los juncos!
– Tuve que ir a buscar agua para el bano del principito, madame. ?Que queria que hiciera, sin nadie que me eche una mano y…
Jacquetta ignoro a la comadrona y cogio el cesto justo cuando el gatito intentaba liberarse. Tratando en vano de zafarse de Cecilia, fulmino a Thomas con la mirada.
– ?Asi es como cuidas del pequenin, Thomas?
El gesticulo, senalo la puerta cerrada con la cabeza.
– El lord abad esta con madame, nuestra madre. Ha traido un mensaje de… a que no lo adivinas… ?la duquesa de York!
Jacquetta compartio su asombro: los mensajes de Cecilia Neville eran infrecuentes.
Los otros ninos se habian agolpado a su alrededor, y cuando logro silenciarlos y restaurar una semblanza de orden, el abad salio del refectorio. Bess y Mary se peleaban por el minino, pero Thomas se dirigio a la puerta seguido por su hermano, y solo una severa reprimenda de Jacquetta impidio que chocara con el abad.
Ignorando su mirada de reproche, ella paso junto a Thomas y le cerro la puerta en la cara.
La habitacion era amplia y luminosa; en la pared este habia una capilla privada, para uso del abad. Alli estaba Isabel, delante del altar envuelto en terciopelo.
– Querida, ?que sucede? ?Que ha pasado?
Isabel meneo la cabeza. No se movio. A sus espaldas, un vitral de colores enjoyados derramaba la luz del sol en la habitacion, y a Jacquetta le parecio que su hija habia absorbido el fulgor del ventanal con los ojos; nunca los habia visto tan verdes, tan luminosos.
– Nunca lo dude -dijo Isabel, y se rio-. Ni cuando me dijeron que estaba muerto, ni cuando dijeron que nunca regresaria a Inglaterra. ?Sabia que el no me fallaria!
Un aleteo blanco llamo la atencion de Jacquetta; un trozo de papel habia caido a los pies de su hija. Jacquetta se agacho, lo recogio, lo desplego. No habia fecha, salutacion ni firma, solo cinco palabras escritas con pulso firme en el centro de la pagina: «Eduardo ha desembarcado en Yorkshire».
El castillo de Warwick se hallaba setenta y cinco millas al noroeste de Londres, y se erguia a orillas del rio Avon desde la epoca de la Conquista normanda. Ricardo Neville lo habia heredado por intermedio de su esposa, Nan Beauchamp. Aunque sentia una preferencia personal por Middleham, en los paramos de Yorkshire, el castillo de Warwick habia sido su residencia principal durante sus anos en el poder, y alli aguardaba ahora las noticias del norte.
El conde de Warwick estaba solo en su gabinete, sentado ante un abarrotado escritorio. Estaba estampando su elegante firma en la ultima carta cuando entro su hermano, el arzobispo de York.
– Te esperaba antes, Jorge -dijo Warwick sin ni siquiera saludar, mientras el arzobispo despedia a su escolta y ahuyentaba a los afectuosos alanos.
Jorge Neville se desplomo en una silla, alejando al perro mas insistente.
– Cielos, ?no puedes ir a ninguna parte sin estos malditos perros?
Warwick se encogio de hombros y le mostro una carta sellada.
– Esta sale esta noche para Francia.
– ?Le has dicho a Luis que el intento de York fallo, que Ned tuvo que buscar refugio poco despues del desembarco?
Warwick asintio.
– Y sentira gran alivio al enterarse, te lo aseguro. -Volvio a dejar la carta en la pila-. Ojala tambien yo pudiera creerlo.
El arzobispo fruncio el ceno.
– La noticia que llego del norte era que Ned encontro una fuerte resistencia y tuvo que replegarse. Es creible. El no podia esperar una bienvenida amistosa en Yorkshire. No se por que decidio desembarcar alli. Pero asi lo hizo, y ha caido en su propia trampa. Lo creo. ?Por que tu no, Dick?
– No estoy seguro. Quiza sea demasiado bueno para ser cierto. Quiza porque los rumores lo han dado por muerto una docena de veces en estos ultimos seis meses. En ocasiones creo que tiene mas vidas que seis gatos… Escapo de Johnny en Doncaster, escapo de la tormenta, escapo de los alemanes y escapo de nuestra flota al regresar a Inglaterra. Hemos bloqueado el Canal desde febrero, pero el logro escabullirse.
– Navego en una de las peores borrascas en anos, cuando ningun hombre en su sano juicio habria salido del puerto -dijo agriamente el arzobispo.
– Muy poco deportivo, coincido -ironizo Warwick-. Lo cierto, Jorge, es que el aposto a la tormenta y gano… y yo seria un necio si creyera estos rumores sobre su caida sin tener pruebas. Nuestro primo no es hombre que debas subestimar. -Toco de nuevo la carta-. Entre tanto, no veo motivos para no tranquilizar a nuestro aliado frances. Pero no te fies de ello, Jorge. Yo no me fio.
– Aunque los rumores sobre el repliegue sean falsos -argumento el arzobispo-, esta en apuros. Con Johnny en Pontefract y Henry Percy en Topcliffe, esta atrapado entre los dos, y Exeter y Oxford se aproximan a Newark. A lo sumo tiene mil quinientos hombres y se enfrenta a tres ejercitos. Es solo cuestion de tiempo para que lo arrinconemos, si no lo hemos hecho ya.
– Asi parece -convino Warwick. Pero no habia conviccion en su voz. Jorge Neville lo escruto con mayor atencion y no quedo conforme con lo que veia.
– Parece que no has dormido en una semana -lo regano, y Warwick volvio a encogerse de hombros.
– Estoy cansado -concedio.
– ?Has recibido noticias de tu esposa?
– Llego una carta hace dos dias.
– ?Como esta?
– Tan ansiosa de llegar a Inglaterra como Margarita de Anjou de permanecer en Francia. Hace siete meses que Nan y yo no nos vemos. La espera ha sido dificil para ella, como era previsible.
– Entiendo la impaciencia de la condesa. Hace meses que esperamos a Margarita y ella aun encuentra motivos para quedarse en Francia. ?Que mosca le ha picado?
– Es miope, lo concedo. Ella deberia velar por sus intereses aqui. Sospecho que teme por su hijo, y no quiere ponerlo en peligro hasta que Ned deje de ser una amenaza.
– Ese muchacho sera un problema -predijo lugubremente el arzobispo-. No hay duda de que es hijo de su madre, sea quien fuere el padre.