El conde de Warwick releia la carta que le acababa de dictar a un tal Henry Vernon de Haddon en Derbyshire, un hombre que hacia tiempo era aliado del conde y de su yerno Clarence. La carta era breve y concreta, una peticion de asistencia militar en la hora de mayor necesidad de Warwick. Echando una rapida ojeada a la pagina, cogio una pluma y firmo
– Es suficiente -dijo.
Pero cuando el hombre se dirigio hacia la puerta, Warwick le reclamo la carta impulsivamente.
– Devuelveme esa pluma -exigio, y se apresuro a garrapatear una posdata de su puno y letra en el margen de la pagina: «Henry, no me falles ahora y quedare eternamente agradecido».
Desde los blancos muros de Coventry, el ejercito yorkista se extendia hasta el horizonte, distribuido en formacion de batalla bajo el Sol en Esplendor de Eduardo de York. El heraldo yorkista acababa de lanzar un reto al combate, como lo habia hecho en los dos dias precedentes, y al igual que entonces, el conde de Warwick se nego a recoger el guante, mirando en silencio desde las murallas el ejercito de su primo de York.
Estaban a poca distancia, y no tenia dudas de que miraba a Ned en persona, montado como siempre en un vistoso corcel blanco, despachando mensajeros, mirando hacia Coventry. Warwick estaba seguro de que un destello burlon y triunfal iluminaba los ojos azules. ?Por que no? Ned tenia razones de sobra para alegrarse. En solo una quincena, habia llegado hasta los muros de Coventry cuando ni siquiera tendria que haber salido con vida de Yorkshire.
Al lado de Ned habia un jinete mas menudo montado en un caballo igualmente llamativo. Aun antes de que el segundo jinete se quitara el yelmo, revelando un desmelenado pelo negro, Warwick supo que era Dickon. Tambien estaria alli su cunado Hastings.
Al pensar en Hastings se acordo de otro cunado, lord Stanley. Tendria que haber sabido que no podia confiar en el. Los Stanley siempre habian sido una familia veleidosa, atenta a los vientos favorables. Asi que no le habia sorprendido que el oportunista Stanley no hubiera respondido a su urgente peticion de ayuda. En cambio, habia aprovechado la oportunidad para sitiar el castillo de los Harrington en Lancashire, pues hacia tiempo que tenia una rencilla con ellos.
Warwick habia esperado mas, en cambio, de Henry Percy, pero ese aspirante a judas se habia quedado en sus fincas del norte, se habia negado a hostigar a Ned, y como la familia Percy era muy influyente en Yorkshire, esa aparente neutralidad habia beneficiado muchisimo a Ned. La gente del norte estaba harta de esas interminables guerras de sucesion. La Casa de Percy siempre habia sido leal a Lancaster. Pero si su senor no estaba dispuesto a oponerse al rey yorkista que le habia devuelto su titulo de conde, se contentaria con seguir su ejemplo. Que se derramara sangre en otras partes; en el norte habia demasiadas viudas y demasiados huerfanos que aun lloraban a los muertos de Towton.
El solo pensar en Percy sacaba de quicio a Warwick, pues Northumberland habria podido terminar de una vez por todas con las aspiraciones de la Casa de York. Una vez mas, Eduardo habia ganado una arriesgada apuesta.
El diablo cuida de los suyos. Debia de ser cierto. De lo contrario, no se explicaba que Ned hubiera pasado ileso entre tres ejercitos hostiles.
Ahora que habia llegado a Coventry, habia abandonado la farsa y se proclamaba abiertamente rey de Inglaterra. Pero esa artera reclamacion del ducado de York habia cumplido su proposito. Le habia permitido entrar en York, y una vez que se difundio la noticia de que la principal ciudad del norte le habia abierto las puertas, los poblados mas pequenos no habian querido negarle la entrada. Era verdad que pocos hombres se habian sumado a sus filas, pero aun menos estaban dispuestos a ofrecer resistencia. Como el conde de Northumberland, optaron por esperar y observar.
Ned siempre tuvo una suerte diabolica. Warwick recordaba que le habia dicho algo asi a su hermano Jorge en el castillo de Warwick, menos de una quincena atras. Pero no era por suerte que habia pasado sano y salvo ante Pontefract. Johnny se lo habia permitido. Si Johnny hubiera optado por atacarlos, los habria exterminado; dada su inferioridad numerica, habrian perecido hasta el ultimo hombre. Pero Johnny los habia dejado pasar de largo.
Algunos asesores de Warwick sostenian que su hermano el marques de Montagu debia de haber temido instigar a Henry Percy a tomar partido. Otros, aun mas credulos, sugerian que Montagu habia aceptado la declaracion de que Eduardo solo buscaba su ducado de York.
Warwick no era tan ingenuo. Sabia que Johnny nunca se habia perdonado a si mismo por traicionar a Ned en Doncaster, y en esta hora de la verdad en que todo estaba en juego, no habia podido actuar contra ese primo que el amaba como un hermano, y que reconocia como rey.
En cuanto a los demas, sus aliados lancasterianos, ninguno valia un adarme. Muchos se quedaron en sus tierras, tan reacios a luchar por un Neville que preferian que Eduardo de York avanzara sin trabas por el corazon de Inglaterra. Somerset, ese engendro del infierno, habia entrado en Londres a la cabeza de una fuerza bien armada, y tuvo la insolencia de enviarle el mensaje de que se dirigia a la costa sur, para aguardar la llegada de la reina y el principe desde Francia.
Exeter y Oxford, al menos, habian ofrecido una resistencia simbolica. Al enterarse de que Ned habia desembarcado en Yorkshire, reunieron varios miles de hombres y marcharon al norte por la Fosse Road para detenerlo.
Por un breve tiempo, Warwick oso creer que Ned habia caido en su propia trampa. Ned se habia detenido en Nottingham, para dar la bienvenida a sir William Parr y seiscientos hombres que se habian convertido a su causa. Parecia que llegaba la hora de saldar cuentas. Se decia que tres ejercitos convergian sobre el. Johnny le pisaba los talones; Oxford y Exeter habian llegado a Newark y amenazaban su flanco este; y Warwick estaba a solo dos dias de marcha de Nottingham.
Pero mientras Warwick avanzaba al norte, recibio el mensaje de que Ned habia girado subitamente para lanzar un ataque inesperado contra Exeter y Oxford. Cuando los despertaron a las dos de la manana con la noticia de que los yorkistas estaban en las afueras de Newark, los dos lores lancasterianos huyeron presa del panico. Warwick monto en colera al enterarse de la fuga, sabiendo que sus fuerzas superaban numericamente a las de Ned. Y pronto llegarian noticias peores. Pronto fue evidente que el ataque de Ned habia sido una finta con una partida de exploradores de vanguardia. Habia dispersado a los lancasterianos con un engano audaz.
Aislado de Oxford y Exeter, y sin noticias de su hermano, Warwick se habia replegado hacia Coventry. Y de pronto, en la manana del 29, Ned habia aparecido ante los muros de la ciudad, retandolo a presentar batalla mientras el aguardaba noticias de los hombres que hasta ahora habian resultado ser aliados tan inservibles.
Esa noche, Warwick examino la fragil sustancia del mundo que el habia construido a un precio tan inmenso. Sabia que estaba solo, cercado por odios que no habian sanado, afrontando un futuro ominoso. Despues de luchar seis meses para mantener a flote esta alianza de lealtades inconciliables, se sentia agotado, emocionalmente fatigado. Y Margarita de Anjou aun no habia pisado Inglaterra. Margarita, su aliada de conveniencia. Margarita, la implacable, la inmisericorde. Penso en lores como Somerset y Tudor, que se negaban a luchar por el, que lo despreciaban aun mas desde que el era leal a Lancaster. Penso en Juan, que lloraba a los primos cuya vida habia jurado tomar. Y penso en Ludlow, Calais y Towton; en su fatiga, evoco recuerdos largo tiempo sepultados bajo la amargura y los rencores acumulados en los ultimos seis anos.
En esas horas de la madrugada era mas vulnerable al pasado, mas pesimista de cara al futuro, asi que sucumbio a la desesperacion y, antes de que pudiera arrepentirse, despacho un heraldo al campamento de su primo con un ofrecimiento para iniciar negociaciones. Luego llego la respuesta de Ned, fria e implacable. Estaba dispuesto a negociar, pero solo le ofrecia un indulto y la vida, nada mas.
Warwick no estaba dispuesto a aceptar ese ofrecimiento. Para ser franco consigo mismo, tampoco habia esperado semejante cosa. No necesito tiempo para reflexionar; de inmediato envio una orgullosa negativa al castillo de Warwick. Pues Ned habia decidido acampar en el castillo de Warwick, un gesto inmejorable como acto de provocacion.
Y asi aguardaba a Johnny, Exeter y Oxford. Tambien aguardaba la llegada de su yerno, que avanzaba desde el sudoeste, enviando mensajes de consuelo y respaldo. No tenia mas opcion que creerlos y esperar. Pero sospechaba que tambien Ned esperaba a Jorge de Clarence.
El 3 de abril amanecio insolitamente caluroso, para incomodidad de los cuatro mil hombres que estaban bajo el mando del duque de Clarence. Enfilando hacia el norte, se habian detenido en Burford para pernoctar y esa manana reanudaron la marcha hacia Banbury, a tres millas del castillo de Warwick, donde se decia que estaba acuartelado Eduardo.