Eduardo se volvio al oir que alzaban la voz. Intervino, sin prisa aparente, pero interrumpiendo a Anthony.

– No puedes culpar a mi hermano de Clarence por exhortar a Warwick a reconciliarse conmigo, Anthony. Es una pena que el no escuche a Jorge. Ten en cuenta la sangre que se derramara…

– ?Hablais en serio? -pregunto Anthony con incredulidad.

Eduardo no estaba acostumbrado a que lo interrumpieran, pero respondio con serenidad.

– Muy en serio. Si hubiera podido lograr su rendicion sin necesidad de combatir, habria sido una necedad no hacerlo. Lamentablemente, Warwick aun no estaba tan desesperado… o quiza no estaba demasiado desesperado. Lo cierto es que no se conformo con lo que yo podia ofrecerle, su vida. ?Por que te sorprendes tanto? Sabes que le ofreci un indulto en Coventry.

– ?Si, pero no crei que lo dijerais de veras!

Se hizo silencio en el recinto. Eduardo miro reflexivamente a su cunado.

– No solo lo decia de veras, sino que me propongo perdonarle la vida, si es posible, cuando nos enfrentemos en el campo de batalla.

– ?Ned! -Isabel se puso de pie, un remolino de seda y azafran.-. ?No puedes decirlo en serio!

La impaciencia ensombrecio el rostro de Eduardo.

– ?Cuantas veces debo repetirlo? No busco la muerte de mis primos Neville. Nunca lo hice. Me propongo arrebatarle a Warwick todo lo demas, sin embargo, y un hombre como mi primo, que ama el poder mas que la vida, quiza prefiera el martirio bajo el hacha del verdugo. Pero prefiero no concederle ese martirio.

Isabel se le acerco, le aferro el brazo.

– Ned, el ordeno la muerte de mi padre y mi hermano. ?No lo habras olvidado!

Se miraron de hito en hito, y por el momento los demas quedaron olvidados.

– Lo lamento -dijo Eduardo-. Lo entiendo, Lisbet. Pero no puedo ser el instrumento de tu venganza.

– ?No puedes?

– No quiero, si prefieres.

Ella se giro, senalo a su madre.

– Ella viste de luto a causa de Warwick. ?Crees que puedo olvidar eso? ?Olvidar lo que ha dicho de mi, de mi familia? Me hizo pasar seis meses en el infierno, ?y tu hablas de perdonarlo? ?Te digo que no, que no lo aceptare!

Eduardo miro ese rostro tenso y arrebolado.

– Aceptaras lo que yo te de, amor mio -dijo con calma-. Ni mas ni menos.

Isabel aspiro profundamente. Los pomulos, que ya ardian febrilmente, se le oscurecieron aun mas. Arqueo la boca, se aparto, se sento en la silla mas proxima.

Ahora reinaba un silencio absoluto. Ni siquiera las pequenas hijas de Eduardo osaban moverse. Los Woodville estaban conmocionados, pues nunca habian visto a Eduardo e Isabel renir en publico.

Anthony se acerco a la hermana. Ella inclinaba la cabeza hacia delante, el rostro velado por la seda brumosa y brillante que caia de su toca con forma de mariposa. Pero el veia el temblor de los dedos enjoyados que ella entrelazaba sobre el regazo, las unas laqueadas que se hundian en la palma, y arqueo la boca como si el dolor fuera suyo.

– ?Y que hay de Lancaster? -pregunto amargamente-. ?Piensas mostrar a Margarita de Anjou y su hijo bastardo la misma misericordia? Cielos, Ned, ?por esto hemos luchado y sangrado… para que perdones a los Neville su traicion, como hiciste con Clarence?

Vio que Jorge se ponia tieso y Ricardo se levantaba, vio que Eduardo entornaba los ojos, que se oscurecieron como nunca. Pero le llamo la atencion que su hermana Isabel lo mirase con tanta exasperacion.

– So tonto -mascullo ella-. ?Grandisimo tonto!

Eduardo se habia movido, y ahora estaba detras de ella.

– ?Conque has luchado y sangrado? -repitio con voz incredula en que asomaban las primeras llamas de la furia.

– Ned, no quise… -Pero Anthony no pudo continuar, enmudecido por la expresion que veia en el semblante de Eduardo.

– ?Quien eres tu para decirme lo que has sacrificado por York? -Ya no habia burla ni sarcasmo. Eduardo hablaba con gravedad, sucumbiendo a una furia que pocos le habian visto demostrar.

Se giro y Anthony se amilano, retrocedio.

– Majestad…

– ?Que sabes de sacrificio? ?Es preciso que te hable de los muertos de York… del castillo de Sandal? Mi hermano sobrevivio a lo que habia sido su primera batalla. Tenia diecisiete anos y pidio que le perdonaran la vida. Lo degollaron. Luego empalaron sus cabezas en Micklegate Bar, a las puertas de York, para complacer a la casa de Lancaster, para complacer a una ramera y a un chiflado. Ella hizo coronar la cabeza de mi padre con paja, y dejo una estaca entre ambas… destinada al otro hijo de York. -Recobro el aliento antes de continuar con voz sorda-: Tres meses despues, sus cabezas aun se pudrian en Micklegate Bar cuando entre en York el dia despues de Towton. Fui yo quien ordeno que las bajaran y las llevaran a Pontefract para darles sepultura.

Nadie se movia; nadie hablaba. Francis empezo a rogar que sucediera algo, cualquier cosa, para disipar la tension que ahora impregnaba la sala como humo.

La puerta se abrio, atrayendo todas las miradas. La duquesa de York volvio a entrar en la sala y se detuvo al reparar en las caras crispadas y el silencio. Como de costumbre, su reaccion fue atinada.

– ?Algun problema, Eduardo? -pregunto.

– Ninguno, ma mere… -respondio Eduardo-. Una pequena desavenencia en cuanto a los meritos de la misericordia, nada mas.

Ella lo evaluo con una mirada grave.

– La misericordia divina es una bendicion -dijo con una voz muy suave y precisa-. Pero la misericordia de los hombres se debe refrenar en ciertas ocasiones. Confio en que sepas distinguir cuando se requiere misericordia, y cuando no.

– No te preocupes, ma mere. Lo se.

El dia se habia agriado. Se habia estropeado ese breve interludio vespertino, destinado a brindarles una valiosa hora de paz en medio de los preparativos para la guerra. De pronto se notaba la tension, la sombria consciencia de que al dia siguiente los hombres de esa habitacion debian irse de Londres, coger la carretera del norte, donde los aguardaba el ejercito de Lancaster y Neville.

Horas despues, tras una cena taciturna, Francis se encontro en la capilla privada de la duquesa de York. Le habia resultado menos incomodo de lo que temia, encontrarse a solas con las mujeres de York. La duquesa de York parecia genuinamente complacida de permitirle compartir la espera con ellas, esas incesantes horas en que Eduardo volvio a enclaustrarse con los hombres que serian sus capitanes. Pero el consejo ya habia concluido y todos habian vuelto con semblante grave para reunirse con las mujeres y participar en la solemne misa de tinieblas.

Era una de las ceremonias mas cautivadoras de su iglesia, pero a Francis nunca lo habia impresionado tanto. Mientras apagaban simbolicamente cada una de las velas, hasta que la capilla quedo iluminada por una sola llama solitaria, tuvo un presagio que se debia mas a la supersticion que al sentido comun. Tonto, se regano, pero al mirar a Ricardo vio que su amigo, que tambien lucia abatido, estaba absorto en pensamientos tan turbadores como los suyos. Todos pensaban en la batalla y esa coincidencia era reconfortante, pues la angustia compartida era mas facil de sobrellevar.

Una vez de vuelta en la camara de audiencias, se quedo solo contra la pared, cerca del asiento de la ventana, escuchando mientras Eduardo conversaba en voz baja con Ricardo y Will. Aun hablaban de estrategia y artilleria, con rostro cenudo y concentrado. Tras un coloquio de susurros, los dos hijastros de Eduardo se acercaron; los habia conmovido la rina con su madre, y aun se notaba. No ocultaron su alivio cuando Eduardo les sonrio.

Ricardo y Will se alejaron, pero Francis se quedo a poca distancia mientras Eduardo describia sus planes de batalla a sus hijastros, respondiendo a las preguntas como si fueran de sus capitanes.

– Manana por la manana nos congregaremos en Saint John's Field -les dijo a los ninos-. Ahora Warwick esta en San Albano con Exeter, Oxford y su hermano Montagu. Manana marcharemos para salirles al encuentro, pues no pienso dejarle escoger el momento y el lugar, ni permitirle que espere a Margarita.

– ?Quien estara al mando? -pregunto Dick Grey.

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