Will miraba a Ricardo.

– Sabes que me opuse a que te dieran la vanguardia -dijo-. Crei que eras demasiado joven, demasiado inexperto. Tu hermano disentia conmigo. El tenia razon y yo estaba equivocado.

Ricardo no estaba preparado para recibir cumplidos; aun recordaba con vividez las ultimas tres horas.

– ?Que hay de las bajas? -pregunto-. ?Tenemos idea de las perdidas que hemos sufrido?

– No… pero no me sorprenderia que los muertos ascendieran a mil quinientos.

La entrada de la tienda se movio. Entro Eduardo, le indico a Ricardo que no se levantara. Miro al cirujano.

– ?Como esta mi hermano de Gloucester?

Ricardo vacio la copa con disgusto, respondio antes de que el cirujano pudiera hablar.

– Sobrevivire a la herida, pero no se si al tratamiento.

– Veo que te estas recobrando, hermanito -dijo Eduardo con una sonrisa. Se inclino sobre el hombro del cirujano para ver la herida de Ricardo, hizo una mueca-. Nos informan de que han visto a Warwick cerca de Wrotham Wood. He despachado a un hombre de mi sequito personal con ordenes de que no le causen dano. En cuanto a Johnny, aun no sabemos nada… -Callo cuando un heraldo vestido con la ensangrentada librea de York entro en la tienda.

Se arrodillo ante Eduardo.

– Vuestra Gracia… han encontrado al conde de Warwick.

Mas de una docena de hombres formaban un semicirculo en el claro, gesticulando y riendo. Retrocedieron con expectacion cuando aparecieron varios jinetes, reconociendo al rey.

Eduardo se apeo, camino hacia ellos. Se detuvo abruptamente al ver el cuerpo despatarrado.

Los hombres se inquietaron, alarmados por su silencio. Uno mas audaz que el resto se aproximo, sonrio.

– Ya no hara rey a nadie, majestad.

Eduardo se volvio hacia el y le abofeteo la cara, un golpe que no habria tenido importancia viniendo de otro hombre, pero viniendo de Eduardo lo tumbo de rodillas, le hizo escupir sangre.

Nadie se movio; nadie oso ayudar al camarada caido. Eduardo se arrodillo ante Warwick, volvio el cuerpo. Los saqueadores ya habian hecho su trabajo. Habian arrancado piezas de la armadura y le habian quitado ambos guanteletes; tambien le habian quitado los anillos enjoyados que usaba con tanto orgullo. Eduardo alzo la visera y jadeo. Aun no estaba enterado de como habian matado a Warwick, sujetandolo mientras le clavaban dagas en el craneo. Ricardo estaba junto a el. Eduardo cerro la visera, cogio la muneca de Ricardo.

– No querras ver esto, Dickon.

Una mirada a la cara de Eduardo fue suficiente para Ricardo; acepto sus palabras, asintio. Al cabo Eduardo se levanto, pero Ricardo se quedo donde estaba, mirando el cuerpo de su primo. Alzo la vista cuando oyo que su hermano desquitaba su furia con los asustados soldados.

– ?Ordene que no le hicieran dano, mala peste os lleve!

Ellos tartamudearon negativas, juraron que no habian participado en la muerte de Warwick, que lo habian encontrado tal como estaba; habia tratado de llegar a los caballos, perseguido por otros hombres; le habian visto entrar en el bosque y lo siguieron, pero estaba muerto antes de que ellos llegaran.

Otros jinetes se aproximaron, entre ellos Will Hastings y John Howard. Howard desmonto, se acerco a Ricardo.

– Una lastima -murmuro.

Ricardo asintio, guardo silencio. Se preguntaba si Howard sabria lo de su hijo. Abrio la boca, pero no logro articular las palabras. Se le debia notar en la cara, pues John Howard hizo algo totalmente inesperado, algo que no congeniaba con su caracter. Extendio los brazos para estrechar los hombros del muchacho.

De pronto hubo agitacion en el claro, donde estaba Eduardo. Ricardo alzo la cabeza, miro a los alborotados hombres que gesticulaban. Supo lo que ocurria aun antes de ver la cara de su hermano.

No se movio, se quedo muy tieso. Ya no reparaba en Howard ni en los curiosos que se habian acercado a mirar el cuerpo del Hacerreyes. Tardo un instante en armarse de coraje para cruzar el claro, para oir que Ned le decia que Johnny tambien habia muerto.

Estaban alejados de los demas. Eduardo miraba el suelo, la hierba pisoteada y arrancada que delataba la extrema violencia del final de Warwick. Al cabo de un rato se persigno, pero Ricardo supo que habia dedicado esos minutos de silencio a Johnny, no a la plegaria.

– Tienes derecho a saberlo, Dickon -dijo al fin, con voz tomada de emocion-. Johnny usaba nuestros colores bajo su armadura. Salio a batallar con nosotros usando el azul y morado de York.

– Jesus se apiade de el -susurro Ricardo. Las lagrimas le llenaban los ojos, pero se adherian con firmeza a las pestanas, se negaban a caer. Se sentia como una piedra; ni siquiera por Johnny podia llorar.

Otros hombres se acercaban. Ricardo reconocio a Jorge y logro recobrar la compostura.

– Ned, no quiero que Jorge vea… -dijo con un hilo de voz, pero no pudo seguir. Eduardo asintio, miro mientras Ricardo interceptaba a Jorge para impedir que viera de cerca el cuerpo de su suegro.

Uno de los recien llegados se acerco a Eduardo.

– Vuestra Gracia ha obtenido una gran victoria en este dia -dijo con una sonrisa.

Eduardo asintio.

En lo alto, el sol irrumpio a traves de la niebla. Radiantes jirones azules se ensanchaban en el cielo y un fulgor suave alumbraba el claro. Aun no eran las diez de la manana.

Capitulo 28

Abadia de Cerne

Abril de 1471

Domingo de Pascua. Se celebraba una gran misa en la catedral de San Pablo. La ceremonia fue abruptamente interrumpida por el regreso triunfal de los lores yorkistas y, mientras la grey observaba solemnemente, Eduardo atraveso la nave para depositar un estandarte ensangrentado en el altar. El arzobispo de Canterbury, que ese dia habia perdido a dos parientes en Barnet Heath, reanudo la misa pascual, dando gracias a Dios en nombre de York.

Domingo de Pascua. La condesa de Warwick desembarco en Portsmouth. Alli abordo una nave para Weymouth, donde debia aguardar la llegada de Margarita de Anjou, el principe Eduardo y sus hijas. Su nave recalo brevemente en Southampton, donde le informaron sobre la batalla que se habia librado al amanecer en Barnet Heath. De inmediato abandono su plan de seguir viaje a Weymouth y en cambio se dirigio a la abadia de Beaulieu, en el cercano New Forest. Alli, pidio y obtuvo asilo dentro de los muros del monasterio cisterciense.

Domingo de Pascua. Tras demorar el cruce del Canal a causa de una tormenta, Margarita de Anjou llego a Weymouth, poniendo fin a siete anos de exilio en Francia. La acompanaban su hijo Eduardo, su nuera Ana Neville e Isabel, hermana de Ana.

Tambien la acompanaban tres hombres que compartian el nombre de pila y nada mas. El doctor John Morton, el mas astuto y fiable de sus consejeros politicos, un hombre que, como Jorge Neville, usaba habitos de sacerdote y abrigaba ambiciones totalmente seculares; con el beneplacito de Margarita, aspiraba a ser nombrado lord canciller de Inglaterra tras la derrota de York. John Beaufort, hermano menor de Edmundo, duque de Somerset, un joven veinteanero cuya lealtad a Lancaster nunca habia flaqueado. Y John, lord Wenlock, soldado y diplomatico que en una u otra ocasion habia jurado lealtad a Lancaster, a York y al conde de Warwick.

El dia siguiente, lunes 15, se desplazaron tierra adentro hacia la abadia benedictina de Cerne. A media tarde, el duque de Somerset y el conde de Devon llegaron a la abadia y, por intermedio de Edmundo Beaufort, duque de Somerset, Margarita supo lo que habia ocurrido en Barnet.

Nadie habia previsto que la muerte de Warwick conmocionaria tanto a Margarita. Miro atonita a Somerset, los

Вы читаете El sol en esplendor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату