que haber sido la reina de Lancaster. Se permitio una cerrada sonrisa al pensar en la locura de todo ello, admirando una vez mas la astucia del gran intrigante, el rey de Francia.
Pero si la rechazaba en cuanto reina, la compadecia en cuanto victima, y busco palabras de confortacion. Al fin hallo un consuelo que podia ofrecer con sinceridad.
– Vuestro padre murio bien, milady -dijo-. Podeis enorgulleceros de ello. -Ella no respondio; sus pestanas ocultaban sus pensamientos. Pensando que ella era pariente de York, el considero amable confiarle-: York envio a un heraldo para ordenar que no danaran a vuestro padre. No llego a tiempo.
Ella alzo la vista, lo miro a los ojos.
– Creo que mi padre no hubiera hecho lo mismo por Ned -murmuro. El no supo que responder. Ella tambien parecio intuir que no habia nada mas que decir. Salieron en silencio de la capilla, atravesaron el coro, salieron a los claustros iluminados por el sol. Ella parecia haber reflexionado sobre su historia, pues dijo-: Una cosa que no entiendo, milord… ?Como sabeis tanto sobre lo que sucedio del lado yorkista?
– Un golpe de suerte llamado Hugh Short -dijo el con una sonrisa parca. Ante la mirada inquisitiva de ella, explico-: Un desertor yorkista que estaba harto de la lucha y tuvo el infortunio de toparse con hombres de Devon despues de la batalla. Por su intermedio nos enteramos de muchas cosas. Lo habian abatido al principio de la batalla y, por casualidad, despues del combate lo trataron en la tienda del cirujano al mismo tiempo que Gloucester. Poco despues York fue a visitar a su hermano. Fue alli donde recibieron noticias sobre vuestro padre. Por lo que Short nos dijo, de veras se proponian perdonar la vida de vuestro padre. Cabe suponer que no fingirian entre ellos.
Ella se detuvo, le clavo los ojos.
– ?Decis que estaba herido?
El quedo desconcertado, se pregunto si los nervios de la muchacha cedian al fin.
– Vuestro padre murio, milady -respondio con cautela.
Ella sacudio la cabeza con impaciencia.
– No… Ricardo de Gloucester. ?Estaba malherido?
El sintio alivio de que le hicieran una pregunta racional.
– No, creo que no. Ese muchacho, Short, dijo que estaba de pie mientras los cirujanos trabajaban en su brazo, y la herida no le impidio lanzarse al galope con su hermano en cuanto supieron que habian hallado a vuestro padre. -Para impedir que ella se concentrara en esa ultima imagen, en el cuerpo caido en Wrotham Wood, se apresuro a anadir-: Gloucester tuvo suerte, por lo que dicen, de salir tan bien librado. Cuentan que estuvo en lo mas encarnizado del combate. Short dijo que habia perdido a ambos escuderos; les oyo hablar de ello.
Vio que el gesto de ella se demudaba, vio su conmocion, le tendio el brazo para sostenerla.
– ?Dios mio… Thomas! -Ella se tapo la mano con la boca, se puso a temblar. El le aferro los hombros con fuerza, sacudiendola.
– ?Quien? No entiendo -barboto, para contener un ataque de histeria. Dio resultado. Ella parpadeo, trago saliva, respondio docilmente.
– Thomas Parr… El estuvo en Middleham, fue escudero de Ricardo desde que tengo memoria. El… Dios mio…
– He pasado por alto -murmuro el-que para vos son hombres, lady Ana, hombres de carne hueso, no meros nombres…
– Pobre Thomas -susurro ella, con lagrimas en los ojos. Relucian, pero se negaban a caer-. No pude llorar por mi padre, pero lloro por Thomas Parr. ?No os resulta extrano, milord Somerset? A mi si… sumamente extrano…
El habia temido esta situacion, el momento en que ella perderia la compostura, y no habia querido estar presente cuando ocurriera. Ella reparo en su renuencia e hizo un orgulloso esfuerzo para contener el llanto.
– No temais, milord. No os abochornare con mis lagrimas ni… -Callo de golpe, antes de que la voz la traicionara.
El le dio un panuelo, miro incomodamente mientras ella lo anudaba con dedos tremulos.
– ?Quereis que llame a alguien, milady?
– ?A quien, milord? -pregunto ella, temblando-. Mi hermana partira este mediodia hacia Londres, para reunirse con su esposo. Y mi madre… mi madre no se reunira con nosotros en Weymouth, como estaba planeado. Esta manana supimos que ha pedido asilo en la abadia de Beaulieu… ?Estabais al tanto?
Asintio. Tenia su propia opinion sobre la condesa de Warwick, que habia procurado ponerse a salvo en vez de estar con sus hijas cuando se enterasen de la muerte del padre y de la traicion de Clarence. No era una opinion elogiosa.
– Sera mejor que regreseis a vuestros aposentos, lady Ana -sugirio gentilmente-. Aun teneis tiempo para descansar; no partiremos hacia Exeter hasta la media tarde.
– ?Exeter? -pregunto ella con incertidumbre, y el noto que nadie se habia molestado en anunciarle el cambio de planes.
Sonaron pisadas en la senda de baldosas y al volverse ambos vieron que Margarita de Anjou se acercaba por la vereda oeste. Somerset noto que Ana Neville se ponia rigida; el brazo que el sostenia se crispo subitamente.
Margarita le extendio los dedos anillados a Somerset, acepto la formal reverencia de su nuera.
– Tu hermana te busca, Ana. Se dispone a partir y desea despedirse.
– Gracias, madame. Ire a verla, con vuestro permiso. Margarita asintio y Ana miro de soslayo a Somerset. - Gracias, milord, por hablarme de Barnet.
Somerset miro el panuelo arrugado que Ana Neville le habia devuelto. Lo plego, se lo guardo en el jubon y alzo los ojos para toparse con la mirada ironica de Margarita.
– Conque milord Somerset se compadece de la pichona de los Neville.
– Si, madame, asi es -confeso el.
– Venid, caminad conmigo,
– Vuestros deseos son ordenes, madame -dijo el con estudiada galanteria. Pero sonreia con cautela. Sabia lo que ella iba a decirle.
Las primeras palabras, sin embargo, no se refirieron a su hijo y a la fuga a Francia, como el temia.
– Decidme, milord… ?de que hablabais con la hija de Warwick? ?Secasteis sus bonitos ojos castanos y le asegurasteis que su padre fue un caballero
– No, madame -respondio el, con tan poca conviccion que ella se echo a reir.
– No sabeis mentir. -Pero de pronto cambio de humor, y adopto un tono grave-. Lo concedo, mi hijo no siente gran afecto por esa muchacha, pero ella no le ha dado motivos para encarinarse. No queria casarse con el, y fue al talamo nupcial como una condenada a muerte. ?Podeis culpar a Edouard por sentir tan poca ternura por una esposa que no lo aprecia y no se molesta en ocultarlo?
– No -concedio el-. Supongo que no. ?Tan devota era ella de la causa yorkista? Resulta extrano que una moza de quince anos fuera mas leal que el Hacerreyes.
Ella se encogio de hombros.
– Quien sabe. Pero no os buscaba para hablar de Ana Neville. La muchacha ya no importa. No nos sirve de nada sin Warwick. -Margarita se detuvo, se volvio para mirarlo-. Somerset, tengo mucho miedo.
El quedo desorientado; esa franqueza desnuda y desgarradora era embarazosa, no coincidia con sus remembranzas. La Margarita de Anjou que el recordaba no habia temido a ningun hombre en la faz de la tierra.
– Debeis confiar en Dios Todopoderoso, madame. Debeis tener fe en Su misericordia y Su divina sabiduria.
Ella lo miro y lanzo una carcajada hueca e hiriente.
– No temo el juicio de Dios -dijo en voz baja-, sino el de Eduardo de York.
Somerset se sintio herido en su orgullo. Habia prestado servicio largo tiempo en el ejercito de Carlos de