preocupacion que lo carcomia.
– ?Como esta ese brazo, Dickon? ?No sera un estorbo manana?
Ricardo no estaba sentado a la mesa con los demas. Se habia instalado junto a la ventana, y bajo la luz evanescente miraba con el ceno fruncido el mapa desplegado sobre el asiento; estaba arrugado de tanto uso, y generosamente marcado con tinta. Alzo la vista.
– En absoluto -se apresuro a responder-. Es un fastidio, nada mas.
– Dirias eso aunque tuvieras un hueso roto en seis partes o la sifilis -dijo la voz de Jorge desde las sombras, a espaldas de Eduardo.
Era una broma bienintencionada, una especie de cumplido, pero Ricardo no se sentia comodo hablando de su herida; odiaba reconocer las dolencias fisicas, un resabio de aquellos dias de la infancia en que fiebres virulentas lo habian obligado a guardar cama, sometiendolo a los desagradables cuidados de su nodriza, y a veces de su madre. Se apresuro a encauzar la conversacion hacia un tema mas grato.
– ?Quien crees que estara al mando de Lancaster, Ned? ?Somerset?
– Es lo mas probable. Aunque si fuera por Margarita, creo que se pondria al mando ella misma. Nunca olvido que la Doncella de Orleans tambien era francesa. -Los hombres rieron, y Eduardo anadio, con una sonrisa despectiva-: Solo temo que ella insista en proteger a su pichon con sus faldas y deje todo en manos de Somerset.
– No te preocupes, Ned -comento Jorge para tranquilizarlo-. Conozco a su cachorro, ?recuerdas? Descubri que era un mocoso insufriblemente impertinente, pero no era ningun cobarde. Luchara contra nosotros. Apuesto a que se muere de ganas.
– Ojala tengas razon, Jorge. -Eduardo tamborileo en la mesa con la pluma, aplicando distraidamente tanta presion que la pluma se partio. La arrojo a un lado-. Will, quiero que vuelvas a tomar la retaguardia, como en Barnet.
Will procuro fingir indiferencia, no lo consiguio. La semana pasada habia estado inquieto, preguntandose si Eduardo volveria a confiarle un mando despues del desastre que su ala izquierda habia sufrido en Barnet.
Eduardo se dirigio a todos los presentes.
– Confio en que ahora todos coincidimos sobre quien debe tomar la vanguardia.
Will sonrio de mala gana, saludo a Ricardo con la copa de vino. Nadie hizo comentarios; John Howard parecia estar de acuerdo, Anthony Woodville amargamente resignado. Jorge se atuvo a una manifiesta neutralidad. Solo Ricardo hablo.
– No nos apresuremos. Antes de Barnet yo era tan inocente como para creer que me hacias un honor. Ahora soy mas sabio.
Eduardo rio.
– Sin duda estas creciendo, hermanito. -Empujo un cuenco de fruta hacia el-. Esta decidido, pues. Yo tomare el centro, Will volvera a tomar la retaguardia. Y la vanguardia va para Gloucester… A menos que realmente quieras, Dickon, que ceda el mando a otro.
– ?Sobre mi cadaver!
Eduardo sonrio, mordio un higo.
– Una expresion poco feliz, Dickon. Y ya que tocamos el tema, hagamos una distincion entre la valentia y la temeridad. Por lo que he oido, confundiste ambas cosas en Barnet. La proxima vez, un poco menos de arrojo y un poco mas de discrecion, por favor.
Will no oyo la respuesta de Ricardo, solo la carcajada que siguio. Bajo la mirada, para no afrontar los ojos de Eduardo. Aunque hacia anos que era un experto en ocultar sus emociones, sabia que Eduardo era sumamente perspicaz y Will no queria que Eduardo supiera cuanto envidiaba a su hermano.
Eduardo estaba orgulloso del comportamiento de Ricardo en Barnet. Y con razon, debia concederlo. Pero hacia nueve dias que escuchaba las alabanzas incesantes de Eduardo y se estaba hartando de ellas.
Will queria creer que siempre era sincero consigo mismo, aunque no siempre con los demas. Concedia, pues, que su ofuscacion se debia en parte a su deslucido comportamiento en Barnet. Eduardo no le habia reprochado que no hubiera podido contener a sus hombres. Solo hablaba sin cesar de Ricardo, que los habia contenido.
Will miro inexpresivamente a Ricardo. Nunca habia analizado sus sentimientos por Ricardo, ni siquiera lo habia intentado hasta ahora. Admiraba la valentia del muchacho, le divertia su humor sarcastico, respetaba su apasionada lealtad hacia los que amaba. Pero tenian poco en comun al margen de la devocion por Eduardo, y Ricardo era demasiado apasionado, demasiado carente de sutileza para que Will lo hubiera escogido como amigo si no los hubieran unido las circunstancias y la necesidad.
Will se enorgullecia de su distanciamiento, su capacidad para encarar cualquier acontecimiento, por personal que fuera, con objetividad. Era un rasgo que Eduardo valoraba, y compartia hasta cierto punto. Pues aunque tenia fama de dejarse dominar por sus pasiones, Eduardo era un hombre mucho mas frio y controlado de lo que la gente creia. Hacia mas de diez anos que Will lo conocia intimamente, y aunque muchas veces lo habia visto furioso, el rey siempre dominaba su temperamento, a tal punto que podia contar sus estallidos con los dedos de una mano. Eduardo preferia que otros lo considerasen impetuoso, espontaneo, facil de arrastrar por corrientes superficiales de pasion, piedad, orgullo. Will sabia que no era asi.
Ricardo, en cambio, era impulsado por la emocion; no habia nada objetivo ni analitico en los ojos oscuros con que escrutaba el mundo, y no habria visto ninguna virtud en esas cualidades si Will le hubiera mencionado el tema. Pero el hermano menor de Eduardo le resultaba agradable a pesar de sus diferencias, y en el ultimo ano habia desarrollado cierto afecto por el muchacho. Ese afecto aun sobrevivia, pero despojado de vitalidad despues de estrellarse contra la envidia nacida en Barnet.
– ?Como se llama ella, Will? -La voz de Eduardo corto tan abruptamente sus devaneos que se sobresalto, recobro la compostura con dificultad.
– ?Quien? -pregunto distraidamente, y Eduardo rio.
– Eso te pregunte, Will. Si no es una mujer la que tanto absorbe tus pensamientos, ?de que se trata?
Will sonrio, meneo la cabeza.
– ?Y crees que cometeria la tonteria de revelarte el nombre? Quiza no pueda proteger mi bosque de los cazadores furtivos, pero no sere yo quien los conduzca hasta el venado.
Jorge estaba de pie detras de la silla de Eduardo. Se aproximo al oir las risas, pues habia aguardado un momento asi, pensando que su hermano estaria dispuesto a escuchar su solicitud.
– Ned, ?has pensado en el destino de las tierras de los Neville?
– Bien, sus fincas de Cumbria y Yorkshire pasaran a la corona… Siempre que ganemos, Jorge.
Will detecto un destello ironico en los ojos de Eduardo, y se pregunto si Jorge tambien lo habria visto. Parecia que no, a juzgar por su siguiente pregunta.
– ?Que hay del castillo de Warwick?
Eduardo arqueo la boca en un gesto burlon, pero Ricardo hablo primero.
– El castillo forma parte de la herencia de la condesa de Warwick, asi que regresa a su poder a la muerte de su esposo. El traidor fue Warwick, no ella. Como una esposa debe obediencia a su marido, no se la puede juzgar responsable por los crimenes de el. Sin duda sabes eso, Jorge.
Will miro a Ricardo con interes y cierto asombro. Ricardo habia hablado con frialdad, y no miraba a Jorge con agrado. Jorge lo noto, y dijo con empecinamiento:
– Mi suegra no necesita que la defiendas, Dickon.
– Espero que no.
Eduardo habia seguido este dialogo con creciente hilaridad.
– Dickon tiene razon, Jorge -se limito a decir-. El castillo de Warwick es propiedad legitima de la condesa y no sera confiscado.
Miro de soslayo a Ricardo con una sonrisa picara que solo Will detecto.
– Ademas, Jorge, aun si las tierras de Beauchamp pertenecientes a la condesa estuvieran sujetas a confiscacion, ?no olvidas que tu cunada, Ana Neville, es la legitima heredera de la mitad de ellas?
Jorge dio un respingo y rio brevemente.
– ?Y tu olvidas, Ned, que Ana Neville es esposa de Lancaster? ?O acaso esperas que el las reclame en nombre de ella?
Eduardo sonrio, se encogio de hombros.
– Eso me recuerda que quiero que se impartan ordenes para velar por la seguridad de Ana Neville una vez