que hayamos sometido a Lancaster. Quiero que se tomen precauciones especiales. No tolerare que la traten mal, so pena de mi gran disgusto.
Jorge quedo gratamente sorprendido.
– Es muy decente de tu parte, Ned, y tranquilizara mucho a mi Isabel.
– Descuida, hermano Jorge. -Eduardo se volvio en el asiento para enfrentar a Ricardo-. Si lo olvido en los dias venideros, ?me haras el favor de recordarme a la muchacha Neville, Dickon? -pregunto solicitamente, y lanzo una risotada ante la mirada fulminante de su hermano.
Will observaba intrigado. No entendia el sentido de estas chanzas, pero sin duda significaban algo. Estudio a los tres hermanos sin llegar a ninguna conclusion. Era evidente que Eduardo se divertia, y que Ricardo no; parecia distante e irritado. Jorge fruncia el ceno con perplejidad. Will volvio a estudiar a Eduardo y se resigno a su curiosidad insatisfecha. Al parecer, este era otro asunto personal que Eduardo compartia solo con Ricardo. Sintio celos, y el acido de la bilis en la boca. Ignoro ese gusto con un esfuerzo de voluntad y se volvio hacia Ricardo con resuelta bonhomia.
– Te criaste con la hija de Warwick, ?verdad, Dickon? ?En Middleham?
Era la pregunta mas inocua que se le habia ocurrido y parecia ideal para comunicar un interes cordial. Pero vio de inmediato que sus buenas intenciones no habian rendido fruto. Su pregunta resulto inexplicablemente divertida para Eduardo, e inexplicablemente irritante para Ricardo, que sin embargo respondio cortesmente que si, que habia estado en Middleham con Ana Neville.
Will cayo en la cuenta. No sabia por que, pero el tema de la hija de Warwick parecia delicado. Le hizo otra pregunta, esta vez relativa a la campana inminente, y Ricardo se apresuro a contestar con tal entusiasmo que Will comprendio que su sospecha era acertada: a Ricardo le incomodaba hablar de Ana Neville.
Estaba especulando sobre ello cuando poso los ojos en Jorge. Jorge miraba a su hermano menor con tal concentracion que Will se puso a estudiar a Jorge.
Jorge aun fijaba la vista en Ricardo. Tenia los ojos mas atractivos que Will habia visto, un singular matiz del verde azulado mas puro, con pestanas doradas que una mujer envidiaria. Estaban midiendo a Ricardo con extrana intensidad, con una fijeza alerta que evocaba a un gato oliendo una presa que no veia.
Will miro a Ricardo, que le senalaba a John Howard un cruce del Severn, sin reparar en el intenso escrutinio de su hermano. Pero Will vio que Eduardo era mas observador que Ricardo. Eduardo tambien observaba a Jorge, y Will noto de inmediato que Eduardo le llevaba ventaja, pues el comprendia la indole de las sospechas de Jorge. Will no dudaba de ello. Eduardo ya no parecia divertirse y estudiaba a Jorge con ojos muy claros y frios.
– ?Ned? -Anthony Woodville hablo por primera vez desde que se habia iniciado el consejo; era muy discreto en presencia de Eduardo desde que habian renido once dias atras en el castillo de Baynard-. ?Que piensas hacer con la francesa? Siempre, claro esta, que derrotemos a Lancaster.
– Arrancarle los colmillos -mascullo Eduardo-. Tengo una deuda con esa dama, Anthony, desde hace largo tiempo.
Ahora todos lo miraban.
– Por Dios, se ha derramado mucha sangre en nombre de ella, suficiente para enrojecer el Trent desde Nottingham hasta el mar -intervino John Howard, y mas de uno de ellos asintio con hosca aprobacion.
– ?La mandarias al tajo, Ned? -pregunto Jorge, mas curioso que vengativo.
– ?A una mujer? ?Santo Dios, Jorge! -rezongo Ricardo, y Jorge se volvio hacia el con una hostilidad que parecia excesiva, a pesar del tono impaciente de Ricardo.
– No hablaba contigo, hermano -dijo, tan incisivamente que Ricardo lo miro sorprendido.
– El tiene razon, Jorge -tercio Eduardo con voz mesurada y neutra, sin reganarlo-. No enviaria a una mujer al tajo. Ni siquiera a Margarita de Anjou. -Los miro a todos con una sonrisa totalmente despojada de humor-. Y creo que con el tiempo ella lamentara que yo no lo haya hecho.
Capitulo 31
Eduardo se habia topado con dificultades inesperadas para arrinconar a los lancasterianos. Aun pensaba que Margarita se dirigia a Gales, pero sus exploradores no lo habian verificado, y habia procedido con indebida cautela despues de partir de Windsor el dia 24. Cinco dias despues solo habian llegado a Cirencester, pues Eduardo temia que Margarita se le escabullera y regresara a Londres. Sus sospechas parecieron confirmarse el miercoles 1 de mayo, cuando sus exploradores le anunciaron que el ejercito lancasteriano se dirigia a Bath. Marcho hacia el oeste para interceptarlo, y se detuvo brevemente en Malmesbury para esperar nuevos informes.
Las noticias que recibio no eran buenas. Margarita lo habia desorientado con astutos rumores, y no se proponia enfrentarse a el en Bath. Habia virado subitamente hacia el oeste y habia sido bien recibida en Bristol, que se hallaba en el camino del cruce del Severn.
Eduardo reacciono con un raro estallido de colera, maldiciendo a Margarita por el exito de su estratagema, a si mismo por haber mordido el anzuelo y a los ciudadanos de Bristol por abrirle las puertas a su enemiga. Pero pronto vio con mejores ojos a sus exploradores, pues el jueves por la manana le dieron la mejor noticia que podia desear. Habian avistado la vanguardia de Margarita en Sodbury, diez millas al noreste de Bristol, y los preparativos para el combate eran inequivocos. Al parecer, ella estaba dispuesta a dar batalla. Eduardo sometio a sus hombres a una frenetica actividad; el jueves al mediodia entraron en Sodbury y tomaron posiciones para esperar al ejercito lancasteriano.
Pasaron las horas; cayo la noche. Cuando fue evidente que ese jueves no habria batalla, Francis, agotado tras dos dias de cabalgata, entro en la tienda donde ondeaba el Jabali Blanco de Gloucester. Echandose en un jergon, cayo de inmediato en un sueno intranquilo. Poco despues lo despertaron voces; reconocio la de Ricardo, y se disponia a dar a conocer su presencia cuando oyo una segunda voz.
– Queria decirte algo, Dickon, y si luchamos manana, como esperamos, quiza no tengamos otra oportunidad de hablar a solas.
Francis opto por callarse. Le martillaba el corazon, pues no queria que el rey pensara que estaba fisgoneando una conversacion privada. Abrio los ojos, pero la tienda estaba oscura; solo ardia una vela. Oyo que Ricardo tropezaba, soltaba una imprecacion.
– ?Donde diablos esta mi gente? Dejame pedir antorchas, Ned; esto esta mas negro que el Hades.
– No te preocupes. Will, Howard y los otros nos aguardan en mi tienda, asi que podemos… ?Dios, me olvide de invitar a Jorge! ?Protestara durante una hora porque no le pedi personalmente que se reuniera con nosotros, el muy imbecil!
– ?Que le pasa ultimamente? No he recibido dos palabras amables de el durante mas de una semana.
– ?No tienes idea, Dickon?
– No. ?Como iba a tenerla? Ya, discutimos en Windsor por la ejecucion de la francesa, pero supongo que no estara resentido por eso.
– Veo que no sabes nada. Es extrano, despues de todo lo que has pasado, conservas cierto candor, aun ahora, aun con Jorge.
– No puedo coincidir contigo, Ned. No me considero candido, en absoluto.
– Tonto de mi. Debi recordar que a tu edad es un insulto mortal. Olvidalo, Dickon. Jorge no es de los que sufren en silencio, y si lo has irritado, pronto lo sabras.
Francis deseaba fervientemente haber hablado primero; ese bochorno habria sido menor que el de ser descubierto ahora. Esta conversacion era muy personal, y no creia que a Ricardo le agradara mas que al rey encontrarlo alli.
– ?Que querias decirme, Ned?
– Solo esto: creo que manana venceremos. Pero solo un necio pasa por alto la posibilidad de la derrota. En caso de que perdamos… Margarita de Anjou no es Warwick, Dickon. Creo que lo entiendes, pero necesito estar seguro. Si perdemos, no permitas que te capturen con vida, como Edmundo. ?Entiendes, muchacho?
Francis no se sorprendio de que Ricardo no respondiera; no habia respuesta para semejante exhortacion.