esperaba muy proxima e igualmente rentable. Senti levantarse en mi pecho una colera enfurecida y tuve ganas de gritar, de atravesar con mi espada al de Osuna, de correr hacia los alguaciles y entregarles a aquel bellaco de Hilario Diaz para que oyeran su historia como la habiamos oido nosotros y que el de Osuna, los Curvos y todos los que eran como ellos acabaran en los calabozos, ante la justicia, en el cadalso y en el infierno. Pero, como era notorio, con el unico testimonio de aquel capataz borracho ningun juez procederia contra un familiar de los Curvos, en caso de que el tunante llegara vivo al juicio, cosa bastante improbable. Si el de Osuna, en verdad, habia matado a dos hombres a sangre fria, ?que se le daba de matar a uno mas y, por ende, sirviente suyo y cuarteron?
Toda esta rabia, tengo para mi que por ser mujer, se me disolvio al punto en lagrimas, lagrimas que, por fortuna, las tinieblas ocultaron y que ni Rodrigo ni el mentecato del capataz pudieron advertir y, tengo tambien para mi que, en aquel preciso momento, fue cuando empece a forjar, muy friamente, la idea de una debida, justa y entera venganza.
– ?Que hacemos con este? -me pregunto mi compadre.
– Dejemosle ir.
– ?Gracias, gracias, senor!
– ?Asi, sin mas? Manana mismo mandara aviso a su amo.
– ?No dire nada! ?Que voy a decir, senores, que no me inculpe tambien a mi?
– No hablara, hermano -repuse, muy serena, limpiandome las lagrimas como si me secara el sudor-. Le va la vida en ello.
– ?Me mordere tres veces la lengua antes que decir una palabra! ?Lo juro, senores!
– Quedaremos a merced de este borracho, hermano. Piensalo.
– Ni siquiera ha oido nuestros nombres -le recorde, y era cosa muy cierta, pues no los habiamos mentado ni una sola vez delante de el. El problema seria que recordara haber jugado a los naipes con Rodrigo-. ?Que has hecho esta noche, antes de estar aqui con nosotros? -le pregunte.
– Pues… no se -dudo, de suerte que parecia sincero-. Cene en casa, eso se me alcanza, y estuve en la taberna antes de ir al tablaje, pues con esa intencion sali por haber cobrado ayer mi soldada, mas no se si fui. Tendre que contar los maravedies de mi faltriquera.
No nos guardaba en la memoria. Mejor para el.
– Hermano -le dije a Rodrigo-, dale tantos palos, golpes, patadas, azotes y mojicones como te venga en gana, hasta dejarlo por muerto, de cuenta que no olvide nunca esta noche ni esta conversacion. Y que sepa asi, por tus manos y tu fuerza, que si habla, si dice alguna vez algo de lo acaecido, vendremos a buscarle, nosotros o nuestros compadres, y que, aunque se esconda mas que una lagartija, le hallaremos y le cerraremos la boca para siempre.
– ?No voy a decir nada! -sollozo el cobarde-. ?Que ganaria yo sino perdidas y perjuicios? ?Mi amo me desollaria vivo si supiera que se las cosas que os he contado! El esta cierto de que soy necio y sandio. ?Dejadme marchar!
Rodrigo me miraba un tanto sorprendido, no se si porque le habia dado una orden de tal guisa o porque dudaba de que fuera valedera, pero mi resoluto silencio le convencio. Con gesto cansado, se levanto y, sacudiendose la arena de las habiles manos, le dio tan atroz vapulamiento que, al terminar, el otro, de cierto, parecia muerto y el tenia las ropas banadas en sudor y en sangre que no era suya.
– ?Es suficiente? -me pregunto, chupandose las heridas de los nudillos.
– ?Esta vivo?
– Tengo para mi que si, aunque poco le falta para llamar a las puertas de san Pedro.
– Pues dejale ahi, que ya vendran a rescatarle manana.
– ?Y si nos lo cruzamos por las calles un dia de estos y nos reconoce?
– Nos iremos de La Borburata antes de que pueda volver a caminar.
Era tanta mi frialdad que Rodrigo me observaba preocupado. Y yo tambien. No sabia que me estaba ocurriendo y dudaba de mi cordura mientras caminabamos hacia la taberna en la que habiamos quedado con mi senor padre y con los demas, que ya debian de estar preocupados por nuestra tardanza.
– ?Has pensado, Martin, que el de Osuna debe de obtener la informacion sobre las flotas de sus primos los Curvos? -murmuro Rodrigo, escondiendo sus magulladas manos en la espalda.
– Naturalmente -repuse, caminando mas despacio. Teniamos la puerta de la taberna a menos de treinta pasos.
– ?Y como la obtendran los Curvos? -cavilo-. ?Lo has pensado tambien?
– No se me ocurre otra cosa que sospechar del tercer hermano, el que esta en Sevilla dirigiendo el negocio de la familia.
– ?Fernando?
– Ese -asenti-. Fernando Curvo debe de tener importantes contactos en la Casa de Contratacion de Sevilla que, segun se, es quien aprueba el numero de barcos que componen las flotas, el tonelaje y las mercaderias que se pueden traer.
Rodrigo se detuvo en mitad de la calleja.
– Quien aprueba, tu lo has dicho. La Casa de Contratacion aprueba, pero quien decide, en realidad, es el Consulado de Sevilla.
– ?Consulado?… ?Que consulado?
– El Consulado de Cargadores a Indias [42]. Todos los mercaderes de Sevilla que comercian con el Nuevo Mundo deben estar inscritos en la matricula de cargadores. Asi se impide que ningun extranjero pueda terciar en estos menesteres. Su poder ha crecido tanto en los ultimos anos que es el y no la Casa de Contratacion quien organiza las flotas, tanto la de Nueva Espana que llega a Veracruz, como la de Los Galeones, que llega a Cartagena y a Portobelo y, desde que el rey empezo a poner en venta los cargos de los oficiales reales de la Casa de Contratacion, los mercaderes adinerados se han apoderado de todo.
– ?Y como es que el rey ha permitido que los mercaderes se aduenen de unos oficios tan importantes y tan relacionados con las flotas?
– ?Por mi vida, Martin! ?Por que va a ser? ?Por caudales, como siempre! El Consulado de Sevilla hace importantes donativos al rey Felipe para ganarse su favor y obtener asi el perdon para los delitos del comercio, sobre todo para los frecuentes fraudes en los registros, y le hace prestamos por sumas incalculables que Su Majestad nunca devuelve. Eso sin hablar de las numerosas ocasiones en que el rey se apodera de los dineros obtenidos por los mercaderes incautando las flotas a su regreso a Sevilla. Digamos, pues, que, a trueco de todo esto, el rey consiente en venderles por miles de ducados los cargos de la Casa de Contratacion.
– ?Felipe el Segundo tambien hizo esto?
– Felipe el Segundo, su padre Carlos el Primero de Espana y el de ahora, Felipe el Tercero. ?Todos los malditos Austrias! ?Nunca tienen suficientes caudales para financiar sus guerras en territorios lejanos! Espana esta endeudada, por culpa de ellos, con las principales familias de los negocios bancarios europeos: los Fugger, los Grimaldi, los Grillo…
– Muy bien -dije yo, retornando a nuestro asunto-, supongamos entonces que Fernando Curvo, en Sevilla, tiene acceso a las decisiones del Consulado respecto a las flotas.
– Sin suposiciones.
– Conforme. Fernando tiene la informacion -admiti-. En los navios de aviso que manda la Casa de Contratacion para los comerciantes de Tierra Firme y Nueva Espana, esos con los que tantas veces nos hemos cruzado mareando por estas aguas, el de Sevilla envia cartas a sus hermanos en Cartagena para que esten al tanto de las mercaderias que no van a venir. Los Curvos de aqui acumulan dichas mercaderias y las almacenan.
– Y no olvides que tienen sus propias naos mercantes -anadio Rodrigo.
– ?Que quieres decir con eso?
– Pues que, si el engano del que hablamos es grave, imaginate lo que seria descubrir que Fernando, que es quien apresta y despacha desde Sevilla naves de su propiedad cargadas con mercaderias, tuviera parte en las decisiones del Consulado acerca de lo que deben transportar las flotas.
Reflexione unos instantes.
– ?Podemos conocer si ha comprado algun cargo en la Casa de Contratacion o si lo tiene en el Consulado?