– Estaba pensando, coronel, que podria necesitar usted un arma -le dijo Devlin a Steiner.
Tomo la bolsa, la dejo sobre la mesa y la abrio. La Walther con silenciador estaba dentro, sobre un par de camisas.
– Es una idea -asintio Steiner.
Entonces se produjo una rafaga de viento, se escucho un crujido en las puertas cristaleras, se apartaron las cortinas que estaban corridas y Jack y Eric Carver irrumpieron en el salon, con las armas empunadas.
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– Mirad, lo que nos ha traido el viento -dijo
Devlin.
– ?Quienes son estos hombres? -pregunto Steiner con calma.
– Ese grandote y feo es Jack Carver. Controla la mayor parte del East End londinense. Se gana la vida honestamente con negocios de proteccion, juego y prostitucion.
– Muy gracioso -dijo Carver.
– El otro, el que parece como si acabara de salir a rastras de su agujero, es su hermano Eric.
– Ya te ensenare yo a ti. ^Eric avanzo hacia el, con el rostro contorsionado y colerico-. Te daremos a ti lo mismo que le dimos a ese cabron y a su sobrina.
Devlin se quedo congelado, hasta el punto de que su rostro quedo mortalmente palido de un momento al otro.
– ?De que estais hablando?
– Esta vez ya no resulta tan gracioso, ?verdad? -dijo Carver-. A ver, comprueba si lleva consigo ese condenado revolver en el tobillo.
Eric se arrodillo y le quito a Devlin la Smith Wesson.
– Este truco no te funcionara dos veces, cabron.
– ?Ya mis amigos? -le pregunto Devlin con calma-. ?Que les ha ocurrido?
Carver estaba disfrutando con la situacion. Se saco un puro del bolsillo, mordio uno de los extremos, escupio la punta y se metio el puro en la boca.
– Hice correr la voz para que te encontraran, pero no llegamos a ninguna parte. Entonces, tuvimos un golpe de suerte. Anoche, Eric vio a la palomita en la calle Wapping High, y la siguio hasta su casa.
– ?Y…?
– Les hicimos una visita poco despues de que tu
salieras. Todo lo que necesitamos fue emplear un poco de persuasion, y aqui estamos.
– ?Y mi amigo hablo, asi, tan facilmente? – pregunto Devlin-, Me resulta dificil de creer. -Se volvio a mirar a Steiner-, ?No le parece, coronel?
– Desde luego -asintio Steiner.
– Oh, yo no pensaria mal de el -dijo Carver sacando el mechero y encendiendo el puro-. En realidad, estuvo muy preocupado por su sobrina y, claro, tuvo que comportarse decentemente.
– Aunque eso tampoco les sirvio de mucho a ninguno de los dos -dijo Eric sonriendo con expresion sadica-. ?Quieres saber lo que paso con ella? Trato de escapar y se cayo por la barandilla hacia ese embarcadero que habia bajo la casa. Se rompio el cuello.
– ?Y Michael? -le pregunto Devlin a Carver, consiguiendo apenas impedir un sofoco en su voz.
– Creo que le dispare, ?no? ?No es eso lo que se hace con los perros?
Devlin avanzo un paso hacia el, con una expresion terrible en su rostro.
– Estais muertos. Vosotros dos podeis daros por muertos.
– No seremos nosotros, cabron -replico Carver dejando de reir-, sino tu. Pero, ademas, te voy a apuntar al vientre, para que dures mas tiempo antes de palmarla.
Fue en ese momento cuando Shaw se agito y abrio los ojos, se desperezo y miro a su alrededor.
– Y ahora…, ?que es todo esto?
En ese mismo instante se abrieron las puertas dobles y aparecio Lavinia, llevando una bandeja, con Asa a su lado.
– Te para todos -dijo ella y se quedo petrificada.
– Quietos ahi los dos -dijo Carver.
Ella parecio sentirse absolutamente aterrorizada, pero no dijo una sola palabra. Fue Dougal Munro quien trato de ayudarla.
– Mantengase firme, querida. Conserve la calma.
Shaw se levanto, balanceandose como un borracho, con los ojos inyectados en sangre. Al hablar, las palabras le salieron a borbotones.
– Condenados cerdos. ?Quienes se creen que son, entrando asi en mi casa y amenazando a todos con armas?
– Otro paso mas, viejo idiota, y le vuelo la cabeza -le dijo Carver.
– Haz lo que te dice, Max -le grito Lavinia.
Dejo caer la bandeja, que produjo un gran estruendo, y avanzo un paso.
Carver se volvio y disparo contra ella, mas como una accion refleja al escuchar el ruido de la bandeja al caer. Maxwell Shaw emitio un grito de rabia y se lanzo contra el. Carver volvio a disparar, alcanzandole dos veces casi a quemarropa.
Asa se habia arrodillado junto a Lavinia. Levanto la mirada y dijo:
– Ha muerto.
– Se lo adverti, ?verdad? -dijo Carver con el rostro contorsionado.
– Desde luego que lo hizo, senor Carver -le dijo Kurt Steiner.
Introdujo la mano en la bolsa abierta de Devlin, que estaba sobre la mesa, encontro la culata de la Walther con silenciador, la extrajo con un movimiento suave y disparo una sola vez. La bala alcanzo a Carver en el centro de la cabeza y se derrumbo de espaldas sobre el sillon.
– ?Jack! -grito Eric. – -Al avanzar un paso hacia su hermano, Devlin le sujeto por la muneca y se la retorcio, hasta que dejo caer el revolver al suelo. Luego, Eric retrocedio.
– Mataste a esa muchacha, ?era eso lo que ibas a decirme antes? -pregunto Devlin.
Se inclino hacia el suelo y tomo la escopeta de Maxwell Shaw, que este habia dejado antes junto al sillon. Eric estaba aterrorizado.
– Fue un accidente. Ella queria escapar y se cayo por la barandilla.
Las cortinas de las puertas cristaleras se agitaron por el viento y el salio a la terraza.
– Pero ?que fue lo que la hizo echar a correr? Esa es la cuestion -dijo Devlin apartando las puertas de un manotazo.
– ?No! -grito Eric.
Devlin apreto los dos gatillos al mismo tiempo. El impacto levanto el cuerpo de Eric por encima de la balaustrada.
En Chernay ya eran casi las dos de la madrugada y Schellenberg estaba dormitando en la silla, en un rincon de la sala de radio, cuando Leber le llamo.
– Una llamada de Halcon, general.
– ?Que ocurre? -pregunto Schellenberg acudiendo en seguida a su lado.
– Otra comprobacion del estado del tiempo. Le he dicho lo mal que estan las cosas aqui.
– ?Y…?
– Un momento, general, vuelve a transmitir. -Escucho con atencion y levanto la mirada hacia el-. Dice que no esta preparado para seguir esperando. Que se marcha ahora.
– Entonces digale que buena suerte -asintio Schellenberg.
Se dirigio a la puerta, la abrio y salio. La niebla seguia llegando desde el mar, despiadadamente. Se subio el cuello del abrigo y empezo a caminar sin rumbo fijo a lo largo de la pista de aterrizaje.
Aproximadamente al mismo tiempo, Horst Berger estaba sentado junto a la ventana, en la habitacion que le