encima de la casa, sobre la que paso a muy pocos pies de distancia. Y alla, al otro lado, estaban encendidas las luces del prado y hasta vio la puerta abierta del cobertizo.

El Lysander aterrizo perfectamente, giro y se dirigio hacia el cobertizo, Lavinia abrio del todo las puertas, observada por su hermano, y luego le hizo gestos a Asa para que entrara. Asa cerro el contacto del motor, se quito el casco de vuelo y bajo del aparato.

– Yo diria que eso fue un poco por los pelos -dijo ella tendiendole la mano-. Soy Lavinia Shaw, y este es mi hermano Maxwell.

– Asa Vaughan, Realmente, le debo un gran favor.

– No ha sido nada. Yo tambien soy piloto y antes solia volai en un Tiger Moth desde aqui.

– Santo cielo, este tipo habla como un condenado yanqui -exclamo Maxwell Shaw.

– Bueno, el caso es que creci alli -dijo Asa. Se volvio a mirar a Lavinia y pregunto-: ?Donde estan los otros?

– No ha habido senales del mayor Conlon. Hay niebla a lo largo de todo el trayecto, desde Londres hasta la costa. Me imagino que se habran visto retrasados.

– Muy bien -asintio Asa-, enviemos ahora mismo un mensaje a Chernay comunicandoles que he conseguido aterrizar enterito.

En la sala de radio de Chernay, Schellenberg se sentia desesperado, pues los informes meteorologicos de la RAF captados desde Cherburgo indicaban lo imposible que era la situacion. En ese momento, Leber, que estaba sentado ante la radio, con los auriculares puestos, se puso freneticamente en movimiento.

– Es Halcon, general. -Escucho con atencion, escribiendo furiosamente en su libreta. Un instante mas tarde, arranco la hoja y se la tendio a Schellenberg-. Lo ha conseguido, general, ha conseguido aterrizar con ese maravilloso cacharro.

– Si -asintio Schellenberg-, ciertamente lo ha hecho, pero sus pasajeros no estaban esperandole.

– Ha dicho que se han retrasado a causa de la niebla, general.

– Esperemos que haya sido asi. Digale que permaneceremos a la escucha.

Leber envio el mensaje con rapidez y luego se quito los auriculares, dejandolos colgados del cuello.

– ?Por que no va a descansar durante un buen rato, general? Yo me quedare aqui, a la escucha.

– Lo que voy a hacer es tomar una ducha y refrescarme un poco -le dijo Schellenberg-, Luego, tomaremos cafe juntos, sargento de vuelo. Se volvio y camino hacia la puerta. -Despues de todo, no hay prisa -comento Leber-. No podra traer el Lysander hasta aqui a menos que mejore el tiempo.

– Bueno, no pensemos en eso ahora -dijo Schellenberg saliendo de la sala de radio.

En Shaw Place, Asa ayudo a Lavinia a apagar las luces, yendo de una habitacion a otra. Shaw se dejo caer en su sillon, junto al fuego, con los ojos vidriosos, ya muy lejos de todo.

– ?Se pone asi muy a menudo? – pregunto Asa. Ella dejo abiertas las puertas de cristal, pero corrio las cortinas.

– Mi hermano no es un hombre feliz. Lo siento, pero no le he preguntado cual es su rango. -Capitan -contesto el.

– Bien, capitan, digamos que la bebida ayuda un poco. Venga a la cocina. Le preparare algo de te o cafe, como prefiera.

– Si puedo elegir, prefiero cafe. Se sento en el borde de la mesa, fumando un cigarrillo, mientras ella preparaba el cafe. Asa estaba muy elegante con su uniforme de las SS y Lavinia era muy consciente de ello. Asa se quito la chaqueta de vuelo y ella observo el nombre bordado en la manga de la guerrera.

– ?Santo cielo! – exclamo-. ?La legion George Washington? No sabia que existiera nada igual. Mi hermano tenia razon. Es usted estadounidense.

– Espero que eso no vaya en contra mia -dijo el.

– No se lo tendremos en cuenta, maravilloso bastardo yanqui. -Asa se giro con rapidez en el instante en que Liam Devlin entraba por las puertas cristaleras y fe rodeaba con sus brazos-. ?Como diablos ha logrado aterrizar en medio de esa niebla, hijo? Nosotros hemos tardado mucho en llegar aqui por carretera, desde Londres.

– Supongo que sera cuestion de genio -dijo Asa con modestia.

Munro aparecio por detras de Devlin, todavia con las munecas atadas y la bufanda atada alrededor de los ojos. Steiner estaba a su lado.

– El coronel Kurt Steiner, el objetivo del ejercicio, ha anadido un poco de equipaje extra que hemos encontrado en el camino -explico Devlin.

– Coronel, es un placer -dijo Asa estrechandole la mano a Steiner.

– ?Por que no vamos todos al salon y tomamos una taza de cafe? -sugirio Lavinia-. Acabo de hacerlo.

– Una idea encantadora -dijo Munro.

– Lo que le guste y lo que consiga son dos cosas bien diferentes, brigadier -le dijo Devlin-. De todos modos, si ya esta hecho no le hara ningun dano. Cinco minutos mas y ya nos habremos marchado.

– Yo no estaria tan seguro. Tendre que comprobar cual es la situacion en Chernay -le dijo Asa al tiempo que se dirigian al salon-. Cuando me marche, el tiempo era alli tan malo como lo es aqui.

– Solo nos faltaba eso -dijo Devlin. Ya en el salon empujo a Munro hasta sentarlo en un sillon junto a la chimenea y miro a Maxwell Shaw con asco-. Por Cristo, si se encendiera una cerilla cerca de el se prenderia fuego.

– Realmente, ha pillado una buena -dijo Asa.

Shaw desperto y abrio los ojos.

– ?Que pasa, eh? -Enfoco la mirada sobre Devlin-. ?Conlon, es usted?

– El mismo de siempre -contesto Devlin.

Shaw se irguio en el sillon y miro a Munro.

– ?Y quien diablos es este? ?Por que le han puesto esa estupida cosa alrededor de los ojos? -Antes de que nadie pudiera evitarlo, se inclino hacia delante y le arranco la bufanda a Munro, quien sacudio la cabeza, parpadeando ante la luz. Shaw se lo quedo mirando y dijo -: Yo a usted le conozco, ?verdad?

– Deberia conocerme, senor -contesto Dougal Munro-. Hace anos que ambos somos miembros del Club del Ejercito y la Marina.

– Pues claro -asintio Shaw estupidamente-. Ya decia yo que le conocia.

– Esto lo ha estropeado todo, brigadier -le dijo Devlin-. Tenia intenciones de dejarle en alguna parte, entre las marismas, antes de emprender nuestro viaje de regreso a casa, pero ahora ya sabe quienes son estas personas.

Lo que significa que solo le quedan dos alternativas, o matarme, o llevarme con ustedes.

– ?Hay espacio, capitan? -pregunto Steiner.

– Oh, claro, nos las arreglaremos -contesto Asa.

– En ese caso, depende de usted, senor Devlin -dijo Steiner volviendose a mirar al irlandes.

– No importa, amigo mio, estoy seguro de que sus amos nazis pagaran muy bien por mi -comento Munro.

– Aun no he tenido la oportunidad de informarles de como estan las cosas en el otro lado -dijo Asa-. Y sera mejor que lo sepan ahora, porque, si regresamos enteros, todos nosotros vamos a vernos metidos en un buen lio.

– Entonces, sera mejor que nos lo cuente -dijo Steiner.

Y asi lo hizo Asa.

La niebla seguia muy espesa mientras todos ellos estaban de pie, en el cobertizo, alrededor de la radio, con Lavinia garabateando unas notas en el bloc que tenia ante ella. Le entrego el mensaje a Asa, quien lo leyo y luego se lo paso a Devlin.

– Sugieren que retrasemos el despegue durante una hora mas. Se ha producido un leve cambio de la situacion en Chernay que podria mejorar en ese lapso.

– Parece que no tenemos otra alternativa -dijo Devlin mirando a Steiner.

– Bueno, no puedo afirmar que lo sienta por ustedes -comento Munro volviendose a mirar a Lavinia con una sonrisa devastadoramente encantadora-. Me estaba preguntando, querida, ?cree que al volver a la casa podre tomar esta vez un poco de te?

Shaw estaba espatarrado sobre el sillon, junto al fuego, dormido. Munro estaba sentado frente a el, con las munecas todavia atadas. Asa se hallaba en la cocina, ayudando a Lavinia.

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