oscuridad.

Ryan lanzo un grito y se movio hacia adelante. Carver le sujeto por el cuello, con el canon de la Browning contra su oreja.

– Ve a ver que ha sido de ella -le grito a Eric.

Ryan dejo de forcejear y espero en silencio. Eric reaparecio al cabo de un poco, con el rostro palido.

– Ha grunido, Jack. Se ha caido sobre un embarcadero que hay ahi abajo. Tiene que haberse roto el cuello o algo.

Ryan lanzo una patada hacia atras, contra la espinilla de Carver, apartandolo. Se agacho y tomo el atizador, que estaba en el fuego de la chimenea, se volvio levantandolo por encima de la cabeza y Carver le disparo al corazon.

Se produjo un tenso silencio. Eric se limpio la sangre que le habia salpicado la cara.

– ?Y ahora que, Jack? -pregunto.

– Nos largamos de aqui, eso es lo que haremos.

Abrio el paso y Eric le siguio, cerrando la puerta de la cocina. Giraron en la esquina y subieron al Humber. Carver encendio un cigarrillo.

– ?Donde esta el libro de mapas de carreteras del Automovil Club? -Eric lo encontro en la guantera y Carver paso unas hojas-. Aqui estan las marismas de Romney, y aqui Charbury. ?No lo recuerdas? Antes de la guerra te llevaba a ti y a mama hasta Rye para pasar un dia junto al mar.

– A mama le gustaba Rye -asintio Eric.

– Entonces, pongamonos en marcha.

– ?A Charbury? -pregunto Eric.

– ?Por que no? No tenemos nada mejor que hacer y en todo esto hay un aspecto en el que, por lo visto, no se te ha ocurrido pensar, muchacho. Si nos apoderamos de Devlin y de ese aleman, nos habremos convertido en condenados heroes. -Arrojo el cigarrillo por la ventanilla y lo sustituyo por un puro-. Vamos, Eric, muevete ya - dijo, reclinandose en el asiento.

En Chernay, la visibilidad era solo de cien metros. Schellenberg y Asa estaban en la sala de radio, a la espera, mientras Leber se encargaba de comprobar el estado del tiempo. El estadounidense llevaba un casco de cuero en la cabeza, chaqueta de vuelo forrada de piel y botas. Fumaba un cigarrillo con nerviosismo.

– ?Y bien? -pregunto.

– Han captado los informes meteorologicos de la RAF para el sur de Inglaterra. Es una de esas situaciones caracteristicas, capitan: niebla espesa, pero el viento, que sopla con fuerza, abre un hueco en ella de vez en cuando.

– Muy bien -dijo Asa-, dejemonos ya de hacer el tonto.

Salio, seguido por Schellenberg, dirigiendose hacia el avion.

– Asa, ?que puedo decirle? -pregunto Schellenberg.

Asa se echo a reir al tiempo que se colocaba los guantes.

– General, he volado con mal tiempo desde que me estrelle en un aterrizaje forzoso durante una ventisca en Finlandia. Cuidese.

Subio de un salto a la carlinga y tiro hacia atras de la cupula. Schellenberg se aparto un poco. El Lysander empezo a moverse. Al llegar al extremo del campo, giro situandose de cola al viento. Asa le dio potencia y luego lo solto precipitandose hacia la muralla de niebla, oscuridad y lluvia. Tiro de la palanca hacia atras y empezo a ascender, girando hacia el mar.

El general Schellenberg contemplo su despegue, con respeto.

– Dios santo -murmuro para si-, ?Donde encontramos a esta clase de hombres?

Se dio media vuelta e inicio el camino de regreso hacia la sala de radio.

En el estudio de Shaw Place, Lavinia regreso desde la radio y se quito los auriculares. Encontro a Shaw en la cocina; estaba preparando unos huevos con jamon.

– Tengo un poco de hambre, muchacha.

Su hermano tenia el habitual vaso de whisky cerca de la mano y ella, por una vez, se sintio impaciente.

– Santo Dios, Max, ese avion ya viene hacia aqui y a ti solo se te ocurre pensar en tu hambriento estomago. Voy a ir al prado sur.

Ella se puso la chaqueta de piel y uno de los viejos sombreros de tweed de su hermano. Encontro la bolsa con las lamparas de bicicleta y se marcho, seguida porNell. Habia instalacion electrica en el cobertizo, asi que encendio las luces al llegar alli. Era evidente que, teniendo en cuenta el tiempo que hacia, no importaria quebrantar las normas sobre el encendido de luces por la noche, sobre todo porque no habia ninguna otra casa en tres kilometros a la redonda. Dejo las lamparas de bicicleta junto a la puerta y permanecio fuera, comprobando la direccion en que soplaba el viento. La niebla era bastante espesa y no mostraba ninguna senal de querer levantarse. De repente, fue como si se hubiera apartado una cortina y pudo ver una luz tenue procedente de la casa, a trescientos metros de distancia.

– Que maravilloso,Nell -dijo inclinandose para acariciar a la perra entre las orejas, al tiempo que la niebla volvia a espesarse y el viento amainaba.

Lo peor de todo, como no tardo en descubrir Devlin, fue salir de Londres, avanzando a marcha lenta en una hilera de trafico que se movia a treinta o cuarenta kilometros por hora.

– Esto es una verdadera pena -le comento a Steiner.

– Supongo que llegaremos tarde a la cita, ?verdad? -pregunto el coronel.

– Estaba previsto despegar a medianoche. Todavia no vamos tan mal.

– Sera mejor que no se haga ilusiones con este trafico, senor Devlin -dijo Munro desde atras.

Devlin ignoro el comentario y continuo la lenta marcha. Una vez que hubieron conseguido cruzar Greenwich, el trafico disminuyo mucho y pudo acelerar la marcha. Encendio un cigarrillo con una sola mano.

– Ahora ya vamos bien.

– Pues yo no cantaria victoria tan pronto -dijo Munro.

– Es usted un gran hombre para las frases hechas, brigadier -replico Devlin-. ?Que le parece otro refran? Quien rie el ultimo, rie mejor.

Y, tras decir esto, aumento la velocidad.

Los hermanos Carver, en el Humber, se encontraron exactamente con el mismo problema para salir de Londres y, ademas, Eric se equivoco al salir del centro de Greenwich y giro en direccion erronea. Antes de que se dieran cuenta habian recorrido cinco kilometros en direccion contraria. Fue Jack el que lo advirtio, sacando el libro de mapas y comprobando la carretera que seguian.

– Es condenadamente sencillo. De Greenwich a Maidstone, y de Maidstone a Ashford. Desde alli tomas la carretera a Rye y a mitad de camino giramos hacia Charbury.

– Pero en estos tiempos apenas si queda en pie una senal de trafico, lo sabes muy bien, Jack -dijo Eric.

– Si, claro, estamos en guerra, ?verdad? Asi que continuemos nuestro camino.

Jack Carver volvio a reclinarse en el asiento, buscando una buena posicion, y cerro los ojos, disponiendose a descabezar un suenecito.

Tanto en la Luftwaffe como en la RAF habia una escuela de pensamiento segun la cual se recomendaba aproximarse a una costa enemiga por debajo del alcance de las pantallas de radar, siempre y cuando se tratara de misiones importantes. Asa recordo haberlo intentado asi con su viejo escuadron, durante la guerra ruso-finesa, apareciendo desde el mar, a baja altura, para pillar a los rojos por sorpresa. Todo eso estaba muy bien para las maniobras de manual, pero nadie habia contado con la presencia de la marina rusa. Eso les habia costado cinco aviones.

Asi pues, siguio un curso hacia Dungeness, lo que le permitio avanzar en linea recta a lo largo del canal. Tuvo que afrontar fuertes vientos cruzados, y eso le retraso un poco, pero fue un vuelo bastante monotono y todo lo que tuvo que hacer fue comprobar el curso para no sufrir graves desplazamientos. Se mantuvo a ocho mil pies de altura durante la mayor parte del trayecto, bastante por encima de los bancos de niebla, permaneciendo alerta por si detectaba la presencia de otros aviones.

Cuando se produjo lo que temia pillo por sorpresa hasta a un piloto experimentado como el. El Spitfire que surgio de la niebla giro y se situo a estribor, adaptandose a su velocidad. Desde alli, la visibilidad era buena gracias a la luna creciente y Asa pudo ver con claridad al piloto del Spitfire, sentado en la carlinga, con el casco y los anteojos puestos. El estadounidense levanto una mano y le saludo.

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