excesiva, con pelo ya canoso que en su dia debio de haber sido claro y ojos color miel algo enrojecidos, vestido de gris oscuro, propietario de un gran hogar y una familia ausente. Un padre distinto a los demas padres que por fin arranco a hablar, dirigiendose a mi madre y a mi alternativamente, a veces a las dos, a veces a ninguna.

–Vamos a ver, esto no es facil -dijo a modo de anuncio.

Inhalacion profunda, calada al puro, humo fuera. Vista alzada, a mis ojos por fin. A los de mi madre, luego. A los mios otra vez. Y entonces recupero la palabra, y ya apenas se detuvo en un rato tan largo e intenso que cuando me quise dar cuenta nos habiamos quedado casi a oscuras, nuestros cuerpos se habian convertido en sombras y por toda luz solo nos acompanaba el reflejo alejado y debil de una lampara de tulipa verde sobre el escritorio.

–Os he buscado porque me temo que cualquier dia de estos me van a matar. O voy a acabar yo matando a alguien y me van a encarcelar, que sera como una muerte en vida, lo mismo da. La situacion politica esta a punto de reventar y, cuando lo haga, solo Dios sabe que va a ser de todos nosotros.

Mire de reojo a mi madre en busca de alguna reaccion, pero su rostro no transmitia el mas minimo gesto de inquietud: como si en vez del presagio de una muerte inminente, le hubieran anunciado la hora o el pronostico de un dia nublado. El, entretanto, prosiguio desmenuzando premoniciones y exudando chorros de amargura.

–Y como se que tengo los dias contados, me he puesto a hacer el inventario de mi vida y ?que es lo que he descubierto que poseo entre mis haberes? Dinero, si. Propiedades, tambien. Y una empresa con doscientos trabajadores en la que me he dejado la piel durante tres decadas y en la que el dia que no me organizan una huelga, me humillan y me escupen a la cara. Y una mujer que en cuanto vio que quemaban un par de iglesias se marcho con su madre y sus hermanas a rezar rosarios a San Juan de Luz. Y dos hijos a quienes no entiendo, un par de vagos que se han vuelto unos fanaticos y se pasan el dia pegando tiros por los tejados y adorando al iluminado del hijo de Primo de Rivera, que tiene el seso sorbido a todos los senoritos de Madrid con sus majaderias romanticas de reafirmacion del espiritu nacional. A la fundicion me los llevaba yo a todos ellos, a trabajar doce horas diarias, a ver si el espiritu nacional se les recomponia a golpe de yunque y martillo.

»El mundo ha cambiado mucho, Dolores, ?no lo ves tu? Los obreros ya no se conforman con ir a la verbena de San Cayetano y a los toros de Carabanchel como canta la zarzuela. Ahora cambian la burra por la bicicleta, se afilian a un sindicato y, a la primera que se les retuerce el colmillo, amenazan al patron con meterle un tiro entre las cejas. Probablemente no les falte razon, que llevar una vida llena de carencias y trabajar de sol a sol desde que le salen a uno los dientes no es del gusto de nadie. Pero aqui hace falta mucho mas que eso: con levantar el puno, odiar al que tienen por encima y cantar La Internacional van a arreglar poco; a ritmo de himnos no se cambia un pais. Razones para rebelarse, desde luego, tienen de sobra, que aqui hay hambre de siglos y mucha injusticia tambien, pero eso no se arregla mordiendo la mano de quien te da de comer. Para eso, para modernizar este pais, necesitariamos emprendedores valientes y trabajadores cualificados, una educacion en condiciones, y gobiernos serios que duraran en su puesto lo suficiente. Pero aqui todo es un desastre, cada uno va a lo suyo y nadie se ocupa de trabajar en serio para acabar con tanta sinrazon. Los politicos, de un lado y del otro, se pasan el dia perdidos en sus diatribas y sus filigranas oratorias en el Parlamento. El rey bien esta donde esta; mucho antes tendria que haberse marchado. Los socialistas, los anarquistas y los comunistas pelean por los suyos como tiene que ser, pero deberian hacerlo con sensatez y orden, sin rencores ni animos desatados. Los pudientes y los monarquicos, entretanto, van escapando acobardados al extranjero. Y entre unos y otros, al final vamos a conseguir que cualquier dia se acaben levantando los militares, nos monten un estado cuartelero, y entonces si que lo vamos a lamentar. O nos metemos en una guerra civil, nos liamos a tiros unos contra otros, y terminamos matandonos entre hermanos.

Hablaba rotundo, sin pausa. Hasta que de pronto parecio descender a la realidad y apreciar que tanto mi madre como yo, a pesar de mantener intacta la compostura, permaneciamos totalmente desconcertadas, sin saber adonde queria llegar con su alegato descorazonador ni que teniamos que ver nosotras en aquella cruda vomitona verbal.

–Perdonad que os cuente todas estas cosas de una manera tan impulsiva, pero llevo mucho tiempo pensando sobre ello y creo que ha llegado el momento de empezar a actuar. Este pais se hunde. Esto es una locura, un sinsentido y a mi, como os he dicho, cualquier dia de estos me van a matar. Las tornas del mundo estan cambiando y cuesta ajustarse a ellas. Me he pasado mas de treinta anos trabajando como un animal, desvelandome por mi negocio e intentando cumplir con mi deber. Pero, o los tiempos no me vienen de cara, o en algo serio he debido de equivocarme porque, al final, todo me ha dado la espalda y la vida parece escupirme de pronto su venganza. Mis hijos se me han ido de las manos, mi mujer me ha abandonado y el dia a dia en mi empresa se ha convertido en un infierno. Me he quedado solo, no encuentro apoyo en nadie, y estoy convencido de que la situacion ya solo puede ir a peor. Por eso estoy preparandome, ordenando mis asuntos, los papeles, las cuentas. Disponiendo mis ultimas voluntades e intentando que todo quede organizado por si acaso un dia no vuelvo. Y, a la par que en los negocios, tambien estoy poniendo orden en mis recuerdos y en mis sentimientos, que alguno me queda aunque sean escasos. Cuanto mas negro lo veo todo a mi alrededor, mas escarbo entre mis afectos y rescato la memoria de lo bueno que la vida me ha dado; y ahora que se agotan mis dias, he caido en la cuenta de que una de las pocas cosas que realmente ha valido la pena, ?sabes que es, Dolores? Tu. Tu y esta hija nuestra que es tu viva estampa en los anos que estuvimos juntos. Por eso he querido veros.

Gonzalo Alvarado, ese padre mio que al fin tenia rostro y nombre, hablaba ya con mas tranquilidad. A mitad de su intervencion empezo a vislumbrarse como el hombre que deberia ser todos los dias que no eran aquel: seguro de si mismo, contundente en sus gestos y palabras, acostumbrado a mandar y a llevar la razon. Le habia costado trabajo arrancar; no debia de resultar grato encararse a un amor perdido y una hija desconocida tras un cuarto de siglo de ausencia. Pero en aquel momento del encuentro se hallaba ya del todo aposentado en el aplomo, dueno y senor de la situacion. Firme en su discurso, sincero y descarnado como solo puede serlo quien ya nada tiene que perder.

–?Sabes una cosa, Sira? Yo quise de verdad a tu madre; la quise mucho, muchisimo, y ojala todo hubiera sido de otra manera para haberla podido tener siempre a mi lado. Pero, lamentablemente, no fue asi.

Se desprendio de mi mirada y volvio la vista hacia ella. Hacia sus grandes ojos color avellana hartos de coser. Hacia su hermosa madurez sin afeites ni aderezos.

–Luche poco por ti, ?verdad, Dolores? Fui incapaz de hacer frente a los mios y no estuve a la altura contigo. Despues, ya lo sabes: me acomode a la vida que se esperaba de mi, me acostumbre a otra mujer y otra familia.

Mi madre escuchaba en silencio, impasible en apariencia. No sabria decir si estaba ocultando sus emociones o si aquellas palabras tampoco le provocaban ni frio ni calor. Se mantenia, sin mas, hieratica en su postura; indescifrables sus pensamientos, erguida dentro del traje de confeccion excelente que yo nunca le habia visto, seguramente hecho con cualquier recorte sobrante de otra mujer con mas telas y mas suerte que ella en la vida. El, lejos de frenarse ante su pasividad, continuo hablando.

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