–Eres igual de preciosa que tu madre. Suerte en la vida, hija mia. Que Dios te bendiga.
Quise decir algo como respuesta, pero no pude. Los sonidos quedaron atascados en un barullo de flemas y palabras a la altura de la garganta; las lagrimas se me amontonaron en los ojos, y solo fui capaz de darme la vuelta y salir al pasillo en busca de la salida, a trompicones, con la vista nublada y un pellizco de pena negra agarrado a las tripas.
Espere a mi madre en el rellano de la escalera. La puerta de la calle habia quedado entreabierta y la vi salir observada por la figura siniestra de Servanda en la distancia. Tenia las mejillas encendidas y los ojos vidriosos, su rostro por fin transpiraba emocion. No presencie lo que mis padres hicieron y se dijeron en aquellos escasos cinco minutos, pero siempre crei que se abrazaron tambien y se dijeron para siempre adios.
Descendimos tal como habiamos emprendido el ascenso: mi madre delante, yo detras. En silencio. Con las joyas, los documentos y las fotografias en el bolso, los treinta mil duros aferrados bajo el brazo y el ruido de los tacones martilleando sobre el marmol de los escalones. Al llegar a la entreplanta no pude contenerme: la agarre por el brazo y la obligue a detenerse y a girarse. Mi cara quedo frente a su cara, mi voz fue apenas un susurro aterrorizado.
–?De verdad van a matarle, madre?
–Yo que se, hija, yo que se…
4
Salimos a la calle y emprendimos el regreso sin cruzar una palabra. Ella apreto el paso y yo me esforce en mantenerme a su lado, aunque la incomodidad y la altura de mis zapatos recien estrenados me impedian a veces seguir el ritmo de sus zancadas. Al cabo de unos minutos me atrevi a hablar, consternada aun, como conspirando.
–?Que hago yo ahora con todo esto, madre?
No se detuvo para contestarme.
–Guardarlo a buen recaudo -fue tan solo su respuesta.
–?Todo? ?Y tu no te quedas con nada?
–No, todo es tuyo; tu eres la heredera y ademas, eres ya una mujer adulta y yo no puedo intervenir en lo que tu dispongas a partir de ahora con los bienes que tu padre ha decidido darte.
–?Seguro, madre?
–Seguro, hija, seguro. Dame, si acaso, una fotografia; cualquiera de ellas, no quiero mas que un recuerdo. Lo demas es solo tuyo pero, por Dios te lo pido, Sira, por Dios y por Maria Santisima, oyeme bien, muchacha.
Paro por fin y me miro a los ojos bajo la luz turbia de una farola. A nuestro lado caminaban en mil sentidos los viandantes, ajenos al desconcierto que aquel encuentro habia causado en las dos.
–Ten cuidado, Sira. Ten cuidado y se responsable -dijo en voz baja, formulando las palabras con rapidez-. No hagas ninguna locura, que lo que tienes ahora es mucho, mucho; muchisimo mas de lo que en tu vida habrias sonado con tener, asi que, por Dios, hija mia, se prudente; se prudente y sensata.
Continuamos andando en silencio hasta que nos separamos. Ella volvio al vacio de su casa sin mi; a la muda compania de mi abuelo, el que nunca supo quien engendro a su nieta porque Dolores, tozuda y orgullosa, siempre se nego a dar el nombre. Y yo regrese junto a Ramiro. Me esperaba en casa fumando mientras oia a media luz la radio en el salon, ansioso por saber como me habia ido y listo para salir a cenar.
Le conte la visita con detalle: lo que alli vi, lo que de mi padre oi, como me senti y lo que el me aconsejo. Y le ensene tambien lo que conmigo traje de aquella casa a la que probablemente nunca volveria.
–Esto vale mucho dinero, nena -susurro al contemplar las joyas.
–Y aun hay mas -dije tendiendole los sobres con los billetes.
Como replica, tan solo dejo escapar un silbido.
–?Que vamos a hacer ahora con todo esto, Ramiro? – pregunte con un nudo de preocupacion.
–Querras decir que vas a hacer tu, mi amor: todo esto es solo tuyo. Yo puedo, si tu quieres, encargarme de estudiar la mejor forma de guardarlo. Quiza sea una buena idea depositarlo todo en la caja fuerte de mi oficina.
–?Y por que no lo llevamos a un banco? – pregunte.
–No creo que sea lo mejor con los tiempos que corren.
La caida de la bolsa de Nueva York unos anos atras, la inestabilidad politica y un monton de cosas mas que a mi no me interesaban en absoluto fueron las explicaciones con las que respaldo su propuesta. Apenas le hice caso: cualquier decision suya me parecia correcta, tan solo queria que encontrara cuanto antes un refugio para aquella fortuna que ya me estaba quemando los dedos.
Regreso del trabajo al dia siguiente cargado de pliegos y cuadernillos.
–Llevo dandole vueltas a lo tuyo sin parar y creo que he encontrado la solucion. Lo mejor es que constituyas una empresa mercantil -anuncio nada mas entrar.
No habia salido de casa desde que me levante. Pase toda la manana tensa y nerviosa, recordando la tarde anterior, conmocionada aun por la extrana sensacion que me provocaba el saber que tenia un padre con nombre, apellidos, fortuna y sentimientos. Aquella proposicion inesperada no hizo mas que incrementar mi desconcierto.
–?Para que quiero yo una empresa? – pregunte alarmada.
–Porque asi tu dinero estara mas seguro. Y por otra razon mas.
Me hablo entonces de problemas en su compania, de tensiones con sus jefes italianos y de la