estomago no acababa de acostumbrarse a las nuevas comidas, tan distintas a los pucheros de mi madre y a los platos simples de los restaurantes de Madrid. Tal vez aquel calor tan denso y humedo de principios de verano tenia algo que ver en mi creciente debilidad. La luz del dia se me hacia demasiado violenta, los olores de la calle me causaban asco y ganas de vomitar. A duras penas conseguia juntar fuerzas para levantarme de la cama, las arcadas se repetian en los momentos mas insospechados y el sueno se apoderaba de mi a todas horas. A veces -las menos- Ramiro parecia preocuparse: se sentaba a mi lado, me ponia la mano en la frente y me decia palabras dulces. A veces -las mas- se distraia, se me perdia. No me hacia caso, se me iba yendo.

Deje de acompanarle en las salidas nocturnas: apenas tenia energia y animo para sostenerme en pie. Empece a quedarme sola en el hotel, horas largas, espesas, asfixiantes; horas de calima pegajosa, sin brizna de aire, como sin vida. Imaginaba que el se dedicaba a lo mismo que en los ultimos tiempos y con las mismas companias: copas, billar, conversacion y mas conversacion; cuentas y mapas trazados en cualquier trozo de papel sobre el marmol blanco de las mesas de los cafes. Creia que hacia lo mismo que conmigo pero sin mi y no fui capaz de adivinar que habia avanzado hacia otra fase, que habia mas; que ya habia traspasado las fronteras de la mera vida social entre amigos para adentrarse en un territorio nuevo que no le era del todo desconocido. Hubo mas planes, si. Y tambien timbas, partidas feroces de poquer, fiestas hasta las claras del dia. Apuestas, alardes, oscuras transacciones y proyectos desorbitados. Mentiras, brindis al sol y la emergencia de un flanco de su personalidad que durante meses habia permanecido oculta. Ramiro Arribas, el hombre de las mil caras, me habia ensenado hasta entonces solo una. Las demas tardaria poco en conocerlas.

Cada noche volvia mas tarde y en un estado peor. El faldon de la camisa medio sacado por encima de la cintura del pantalon, el nudo de la corbata casi a la altura del pecho, sobreexcitado, oliendo a tabaco y whisky, tartamudeando excusas con voz pastosa si me encontraba despierta. Algunas veces ni siquiera me rozaba, caia en la cama como un peso muerto y quedaba dormido al instante, respirando con ruidos que me impedian conciliar el sueno en las escasas horas que restaban hasta que entrara del todo la manana. Otras me abrazaba torpemente, babeaba su aliento en mi cuello, apartaba la ropa que le estorbaba y se descargaba en mi. Y yo le dejaba hacer sin un reproche, sin entender del todo que era lo que nos estaba pasando, incapaz de poner nombre a aquel despego.

Algunas noches nunca llego. Esas fueron las peores: madrugadas de desvelo frente a las luces amarillentas de los muelles reflejadas sobre el agua negra de la bahia, amaneceres apartando a manotazos las lagrimas y la amarga sospecha de que tal vez todo hubiera sido una equivocacion, una inmensa equivocacion para la que ya no habia marcha atras.

El final tardo poco en acercarse. Dispuesta a confirmar de una vez por todas la causa de mi malestar pero sin querer preocupar a Ramiro, me encamine una manana temprano hasta la consulta de un medico en la calle Estatuto. Doctor Bevilacqua, medicina general, trastornos y enfermedades, rezaba la placa dorada en su puerta. Me escucho, me examino, pregunto. Y no necesito ni prueba de la rana ni ningun otro procedimiento para asegurar lo que yo ya presentia y Ramiro, despues supe, tambien. Regrese al hotel con una mezcla de sentimientos aturullados. Ilusion, ansiedad, alegria, pavor. Esperaba encontrarle aun acostado, despertarle a besos para comunicarle la noticia. Pero nunca pude hacerlo. Jamas hubo ocasion de decirle que ibamos a tener un hijo porque cuando yo llegue el ya no estaba, y junto a su ausencia solo encontre el cuarto revuelto, las puertas de los armarios de par en par, los cajones sacados de sus guias y las maletas dispersas por el suelo.

Nos han robado, fue lo primero que pense.

Me falto entonces el aire y tuve que sentarme en la cama. Cerre los ojos y respire hondo, una, dos, tres veces. Cuando los abri de nuevo, recorri con la vista la habitacion. Un solo pensamiento se repetia en mi mente: Ramiro, Ramiro, ?donde esta Ramiro? Y entonces, en el paseo descarriado de mis pupilas por la estancia, estas se toparon con un sobre en la mesilla de noche de mi lado de la cama. Apoyado contra el pie de la lampara, con mi nombre en mayusculas escrito con el trazo vigoroso de aquella letra que habria sido capaz de reconocer en el mismo fin del mundo.

Sira, mi amor:

Antes de que sigas leyendo quiero que sepas que te adoro y que tu recuerdo vivira en mi hasta el fin de los dias. Cuando leas estas lineas yo ya no estare cerca, habre emprendido un nuevo rumbo y, aunque lo deseo con toda mi alma, me temo que no es posible que tu y la criatura que intuyo que esperas tengais, de momento, cabida en el.

Quiero pedirte disculpas por mi comportamiento contigo en los ultimos tiempos, por mi falta de dedicacion a ti; confio en que entiendas que la incertidumbre generada por la ausencia de noticias de las Academias

Pitman me impulso a buscar otros caminos por los que poder emprender el transito al futuro. Fueron varias las propuestas estudiadas y una sola la elegida; se trata de una aventura tan fascinante como prometedora, pero exige mi dedicacion en cuerpo y alma y, por eso, no es posible contemplar a dia de hoy tu presencia en ella.

No me cabe la menor duda de que el proyecto que hoy emprendo resultara un exito absoluto pero, de momento, en sus estadios iniciales, necesita una cuantiosa inversion que supera mis capacidades financieras, por lo que me he tomado la libertad de coger prestado el dinero y las joyas de tu padre para hacer frente a los gastos iniciales. Espero poder algun dia devolverte todo lo que hoy adquiero en calidad de prestamo para que, con los anos, puedas cederlo a tus descendientes igual que tu padre hizo contigo. Confio tambien en que el recuerdo de tu madre en su abnegacion y fortaleza al criarte te sirva de inspiracion en las etapas sucesivas de tu vida.

Adios, vida mia. Tuyo siempre,

Ramiro

PD. Te aconsejo que abandones Tanger lo antes posible; no es un buen lugar para una mujer sola y, menos aun, en tu actual condicion. Me temo que puede haber quien tenga cierto interes en encontrarme y, si no dan conmigo, puede que intenten buscarte a ti. Al dejar el hotel, trata de hacerlo discretamente y con poco equipaje: aunque voy a procurarlo por todos los medios, con la urgencia de mi partida no se si voy a tener oportunidad de liquidar la factura de los ultimos meses y jamas podria perdonarme que ello te trastornara en manera alguna.

No recuerdo que pense. En mi memoria conservo intacta la imagen del escenario: la habitacion revuelta, el armario vacio, la luz cegadora entrando por la ventana abierta y mi presencia sobre la cama deshecha, sosteniendo la carta con una mano, agarrando el embarazo recien confirmado con la otra mientras por las sienes me resbalaban gotas espesas de sudor. Los pensamientos que en aquel momento pasaron por mi mente, sin embargo, o nunca existieron o no dejaron huella porque jamas pude rememorarlos. De lo que si tengo certeza es que me puse manos a la obra como una maquina recien conectada, con movimientos llenos de prisa

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