exagero.

–Si el esta tan acobardado, madre, por algo sera; no se lo va a inventar…

–Tiene miedo porque esta acostumbrado a mandar sin que nadie le replique, y ahora le desconcierta que los trabajadores, por primera vez, empiecen a alzar la voz y a reclamar derechos. La verdad es que no dejo de preguntarme si aceptar ese dineral y, sobre todo, las joyas, no ha sido una locura.

Locura o no, el hecho fue que, a partir de entonces, los dineros, las joyas y los planes se acoplaron en nuestro dia a dia con toda comodidad, sin estridencia, pero siempre presentes en el pensamiento y las conversaciones. Segun habiamos previsto, Ramiro se encargo de los tramites para crear la empresa y yo me limite a firmar los papeles que el me puso delante. Y, a partir de ahi, mi vida continuo como siempre: agitada, divertida, enamorada y cargada hasta los bordes de insensata ingenuidad.

El encuentro con Gonzalo Alvarado sirvio para que mi madre y yo limaramos un tanto las asperezas de nuestra relacion, pero nuestros caminos prosiguieron, irremediablemente, por derroteros distintos. Dolores se mantenia estirando hasta el limite los ultimos retales traidos de casa de dona Manuela, cosiendo a ratos para alguna vecina, inactiva la mayor parte del tiempo. Mi mundo, en cambio, era ya otro: un universo en el que no tenian cabida los patrones ni las entretelas; en el que apenas nada quedaba ya de la joven modista que un dia fui.

El traslado a Marruecos aun se demoro unos meses. A lo largo de ellos, Ramiro y yo salimos y entramos, reimos, fumamos, hicimos como locos el amor y bailamos hasta el alba la carioca. A nuestro alrededor el ambiente politico seguia echando fuego y las huelgas, los conflictos laborales y la violencia callejera conformaban el escenario habitual. En febrero gano las elecciones la coalicion de izquierdas del Frente Popular; la Falange, como reaccion, se volvio mas agresiva. Las pistolas y los punos reemplazaron a las palabras en los debates politicos, la tension llego a hacerse extrema. Sin embargo, que mas nos daba a nosotros todo aquello, si ya estabamos apenas a dos pasos de una nueva etapa.

5

Dejamos Madrid a finales de marzo de 1936. Sali una manana a comprar unas medias y al regresar encontre la casa revuelta y a Ramiro rodeado de maletas y baules.

–Nos vamos. Esta tarde.

–?Ya han contestado los de Pitman? – pregunte con un nudo de nervios agarrado a los intestinos. Respondio sin mirarme, descolgando del armario pantalones y camisas a toda velocidad.

–No directamente, pero he sabido que estan estudiando con toda seriedad la propuesta. Asi que creo que es el momento de empezar a desplegar alas.

–?Y tu trabajo?

–Me he despedido. Hoy mismo. Me tenian mas que harto, sabian que era cuestion de dias que me fuera. Asi que adios, hasta nunca, Hispano-Olivetti. Otro mundo nos espera, mi amor; la fortuna es de los valientes, asi que empieza a recoger porque nos marchamos.

No respondi y mi silencio le obligo a interrumpir su frenetica actividad. Paro, me miro y sonrio al percibir mi aturdimiento. Se acerco entonces, me agarro por la cintura y con un beso arranco de cuajo mis miedos y me practico una transfusion de energia capaz de hacerme volar hasta Marruecos.

Las prisas apenas me concedieron unos minutos para despedirme de mi madre; poco mas que un abrazo rapido casi en la puerta y un no te preocupes, que te escribire. Agradeci no tener tiempo para prolongar el adios: habria sido demasiado doloroso. Ni siquiera volvi la mirada mientras descendia trotando por las escaleras: a pesar de su fortaleza, sabia que ella estaba a punto de echarse a llorar y no era momento para sentimentalismos. En mi absoluta inconsciencia, presentia que nuestra separacion no duraria demasiado: como si Africa estuviera al alcance con tan solo cruzar un par de calles y nuestra marcha no fuera a durar mas alla de unas cuantas semanas.

Desembarcamos en Tanger un mediodia ventoso del principio de la primavera. Abandonamos un Madrid gris y bronco y nos instalamos en una ciudad extrana, deslumbrante, llena de color y contraste, donde los rostros oscuros de los arabes con sus chilabas y turbantes se mezclaban con europeos establecidos y otros que huian de su pasado en transito hacia mil destinos, con las maletas siempre a medio hacer llenas de suenos inciertos. Tanger, con su mar, sus doce banderas internacionales y aquella vegetacion intensa de palmeras y eucaliptos; con callejuelas morunas y nuevas avenidas recorridas por suntuosos automoviles significados con las letras CD: corps diplomatique. Tanger, donde los minaretes de las mezquitas y el olor de las especias convivian sin tension con los consulados, los bancos, las frivolas extranjeras en descapotables, el aroma a tabaco rubio y los perfumes parisinos libres de impuestos. Las terrazas de los balnearios del puerto nos recibieron con los toldos aleteando por la fuerza del aire marino, el cabo Malabata y las costas espanolas en la distancia. Los europeos, ataviados con ropa clara y liviana, protegidos por gafas de sol y sombreros flexibles, tomaban aperitivos ojeando la prensa internacional con las piernas cruzadas en indolente desidia. Dedicados unos a los negocios, otros a la administracion, y muchos de ellos a una vida ociosa y falsamente despreocupada: el preludio de algo incierto que aun estaba por venir y ni los mas audaces podian presagiar.

A la espera de recibir noticias concretas de los duenos de las Academias Pitman, nos hospedamos en el hotel Continental, sobre el puerto y al borde de la medina. Ramiro cablegrafio a la empresa argentina para anunciarles nuestro cambio de direccion y yo me encargaba a diario de preguntar a los conserjes por la llegada de aquella carta que habria de marcar el principio de nuestro porvenir. Una vez obtuvieramos la respuesta, decidiriamos si nos quedabamos en Tanger o nos instalabamos en el Protectorado. Y entretanto, mientras la comunicacion se demoraba en su travesia del Atlantico, empezamos a movernos por la ciudad entre expatriados como nosotros, aunados con aquella masa de seres de pasado difuso y futuro imprevisible dedicada en alma y cuerpo a la agotadora tarea de charlar, beber, bailar, asistir a espectaculos en el teatro Cervantes y jugarse a las cartas el manana; incapaces de averiguar si lo que la vida les depararia era un destino rutilante o un siniestro final en algun agujero sobre el que aun no tenian pistas siquiera.

Empezamos a ser como ellos y nos adentramos en un tiempo en el que hubo de todo excepto sosiego. Hubo horas de amor amontonado en la habitacion del Continental mientras las cortinas blancas ondeaban con la brisa del mar; pasion furiosa bajo el ruido monotono de las aspas del ventilador mezclado con el ritmo entrecortado de nuestros alientos, sudor con sabor a salitre resbalando sobre la piel y las sabanas arrugadas desbordando la cama y derramandose por el suelo. Hubo tambien salidas constantes, vida en la calle de noche y de dia. Al principio andabamos solos los dos, no conociamos a nadie. Algunos dias en que, el levante no soplaba con fuerza, ibamos a la playa del Bosque Diplomatico; por las tardes paseabamos por el recien construido boulevard Pasteur, o veiamos peliculas americanas en el Florida Kursaal o el Capitol, o nos sentabamos en cualquier cafe del Zoco Chico, el centro palpitante de la ciudad, donde lo arabe y lo europeo se imbricaban con gracia y comodidad.

Nuestro aislamiento duro, sin embargo, apenas unas semanas: Tanger era pequeno, Ramiro

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