l’Abbaye. Tambien el montaba un caballo tordo, a la cabeza de su escuadron. Todos los varones de la familia Von Breckendorf eran oficiales de Caballeria. Naturalmente, husares en tiempos del emperador. Pero, desdichadamente, el teniente Ulrich Graf von Breckendorf habia sido adscrito a la Artilleria, en el 22.° Regimiento. Alli consiguio una fama halagadora gracias a sus hazanas ecuestres. Pero la tradicion militar queria que muriese a lomos de un caballo tordo. Aun vivio dos horas y media despues de haber sido herido, y comprobo, sorprendido, que morir era infinitamente desagradable. Dejaba un hijo de tres anos, a quien se educaba segun las tradiciones familiares. Le estaba prohibido llorar a su padre. Cada domingo le llevaban a la iglesia, vestido con el uniforme azul de los husares, y era saludado respetuosamente por todos los habitantes del poblado, que consideraban a la familia del conde como la representante de Dios en el pueblo. Llamaban al nino «senor conde». El pobre pequeno sudaba como un cerdo asado bajo el casquete de pelo y el uniforme bordeado de pieles, el uniforme de gala de los husares.

Durante los dias que siguieron, el personal de la prision estuvo muy ocupado. Tanto, que algunos nuevos prisioneros escaparon a la ceremonia de la matriculacion. Se habia iniciado un asunto de gran envergadura. Se habia decidido asustar a los oficiales. Algunos de ellos se estaban mostrando demasiado liberales en sus relaciones con la poblacion de los territorios ocupados. Un Hauptmann del 16.° Regimiento de Infanteria, de Holdenburgo, fue detenido porque decia, a quien queria oirle, que encontraba a Wiston Churchill mucho mas simpatico que segun quien. En la puerta de su celda habla un letrero con la mencion: Apartado 91 b.

En el casino, un teniente de la 10.? Escuela de Caballeria de Soltau habia levantado el brazo para saludar. Por desgracia para el, en el mismo momento se le ocurrio separar los dedos para formar la V inglesa. Cinco dias despues, estaba en la oficina de el Bello Paul, acusado de infraccion del apartado 91. La Policia secreta habia remitido un informe de cuatro lineas sobre la cuestion de la V a la Gestapo. Esta convirtio rapidamente las cuatro lineas en cuarenta paginas bien llenas. Arriba, a la derecha, habian puesto un sello con el «gekados» en rojo. El acusado desaparecio sin dejar rastro, como polvo barrido por el viento.

La mayoria de los acusados confesaban al cabo de una hora y despues facilitaban los nombres de los camaradas, inocentes o no.

Tambien para el teniente Ohlsen llegaron largas y desagradables horas de interrogatorios «psicologicos» en el despacho sobriamente amueblado de el Bello Paul. El unico adorno era un jarron con claveles rojos. Cada manana, el Bello Paul cogia un clavel y se lo ponia en el ojal.

El teniente Ohlsen estaba tendido en el suelo del calabozo numero 9. Refrescaba su frente ardorosa apoyandose en el frio cemento. Anoraba las trincheras. Era un dechado de comodidades en comparacion con lo que estaba pasando. No entendia por que ningun miembro de la Compania se ponia en contacto con el. Tal vez le creyesen ya muerto. Cabia la posibilidad de que la Gestapo hubiera anunciado su ejecucion.

Estaba totalmente incomunicado. Solo veia a los demas prisioneros durante el paseo, pero le era imposible hablarles: el Verraco y el Buitre les vigilaban. Stever y otros dos guardianes estaban sentados en lo alto del muro y fingian dormir, pero no se les escapaba nada.

El paseo cotidiano era un infierno: los prisioneros debian correr durante media hora por el patio. Habia que correr con las piernas rigidas y las manos detras de la nuca. Resultaba comico para quienes lo veian. Pero bastaba con probarlo durante cinco minutos para dejar de reir. Cada vez que los talones golpeaban el suelo, el dolor llegaba hasta la nuca. Aquella forma de paseo era una invencion personal de el Verraco En su limitado terreno, el Verraco era un genio.

Cuando los SD fueron a buscar al teniente Ohlsen para interrogarle, se divirtieron como unos locos al ver su rostro magullado.

– ?Se ha caido por la escalera? -le habian preguntado, riendo.

El Verraco aseguro, entre la hilaridad general, que el teniente se habia caido de la cama. Habia tenido una origina pesadilla.

– Tus clientes se caen a menudo mientras duermen -habia observado un SD Untersharfuhrer-. ?No crees que deberias ponerles chichoneras?

La broma era tan buena que hubo que regarla inmediatamente en el despacho de el Verraco. Poco despues, toda la prision les oia cantar.

En un rincon, junto a la cama del teniente Ohlsen, alguien habia escrito esta estrofa en la pared:

Hijo querido, ?oh, mi felicidad!,

he de dejarte huerfano.

Pero aunque yo te abandone,

el mundo entero por padre tendras.

ERICH BERNERT.

(Coronel)

15-4-40.

Ohlsen la releia sin cesar. Pensaba en su hijo Gerd, a quien su madre y la familia de esta habian llevado al campo de educacion nacionalsocialista, cerca de Oranienburgo. Alli, los jefes de las Juventudes Hitlerianas explicarian a Gerd que miserable tenia por padre. Un enemigo del pueblo. Un individuo que habia traicionado a su patria. Su familia politica, los distinguidos Lander, se regocijarian en su justicia farisaica. Su suegra se sentiria como pez en el agua. Le clasificaria entre los desequilibrados sexuales y los asesinos. A Ohlsen casi le parecia oirla como explicaba a sus amigos, mientras tomaban el te, que desgracia habia caido sobre la familia… Al mismo tiempo, en el fondo de si misma, le estaria agradecida por facilitarle semejantes temas de conversacion.

El teniente Ohlsen habia caido en el olvido.

Una profunda desesperacion se habia apoderado de el durante las largas horas pasadas en la celda.

Y luego, un dia, el Viejo y el legionario fueron a visitarle. A partir de aquel momento, recupero el valor. Era como si se hubiese entreabierto una puerta hacia el mundo exterior. Evidentemente, no podian liberarle ni podian hacer algo para mejorar su destino. Pero le vengarian. Resultaba mas facil resistir cuando se sabia que el que te maltrataba se encontraria algun dia en presencia de un brazo vengador.

El pequeno legionario habia fotografiado con la mirada Verraco, a Stever y a el Buitre.

Stever, que estaba presente en la visita, se sintio extranamente turbado. Intento participar en la conversacion, pero el legionario le mantuvo a distancia. Luego, bruscamente, Stever ofrecio cigarrillos, pese a que estaba prohibido fumar. Rehusaron, pero habian fumado los cigarrillos del legionario.

Al termino de la visita, el legionario salio el ultimo y, ya en el umbral, se volvio hacia Stever y le dijo:

– Tu eres Stever, ?verdad? Y el gordo del despacho, el que lleva las tres estrellas en las hombreras, es Stahlschmidt. Y tu camarada, el suboficial que tiene la nariz torcida es ese al que llaman el Buitre, ?verdad?

Stever habia asentido con la cabeza, algo desconcertado.

– Bueno, no lo olvidare -contesto el legionario-. Algun dia nos encontraremos los cuatro. Tal vez alrededor de un vaso de cerveza. ?Has oido hablar del te amargo del general chino Thes Sof Feng?

– No, nunca -murmuro Stever-. ?De que se trata?

– Siempre tomaba el te con sus enemigos. Pero te del general era dulce.

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