– ?Que tiene? -pregunto Stever, sorprendido.
– Le consideraba una persona inteligente, Obergefreiter Stever. De lo contrario, hace mucho tiempo que le habria enviado a un batallon del frente. Solo trato con personas inteligentes. Las otras me embrutecen. ?Cree que habria llegado adonde estoy si no hubiera utilizado el cerebro? ?Mire bien esta firma, Stever, diantre!
Stever la estudio con atencion y tuvo que confesarse que no veia nada extrano en ella. Pero se abstuvo de manifestarlo. Contesto prudentemente, para dejarse una puerta abierta:
– Si, ahora que lo dice, mi Stabsfeldwebel, en esta firma hay algo anormal.
– ?Es evidente! -grito el Verraco-. Por fin lo ha captado. Se ha levantado el telon de acero. Pero ha necesitado tiempo, Stever. Tiene que acostarse mas temprano, Obergefreiter.
Saco una botella de whisky de un cajon del escritorio y lleno dos vasos.
– Tiene razon, Stever. Esta firma esta falsificada. Por suerte, lo ha descubierto usted.
Stever estuvo a punto de protestar. Examino de nuevo la firma y no comprendio por que habia de ser falsa.
– Fijese, Stever -prosiguio el Verraco-. Hemos visto un buen numero de permisos de visita en esta jaula, pero, ?puede decirme cuando hemos visto uno firmado por el SD Standartenfuhrer Paul Bielert, en persona? No con una estampilla, sino con una verdadera firma, con estilografica y tinta Esto es sencillamente imposible. Seria una prueba de degradacion humana. Un hombre normal utiliza una estampilla siempre que puede. Usted mismo puede haber utilizado la mia.
– Jamas lo he hecho, Stabsfeld -protesto Stever, indignado.
El Verraco rio perfidamente.
– Tal vez lo haya hecho sin darse cuenta, Stever. Esas cosas no aparecen hasta la gran revision, y entonces, si ha utilizado mi estampilla sin yo saberlo, esta listo, Stever.
– ?Por que habia de hacerlo, Stabsfeld’?
– Por muchisimos motivos, Stever. -El Verraco se recosto en su sillon, para ponerse mas comodo y gozar con la excitacion de Stever-. Tal vez la falta de dinero. Quiza la requisa de un producto para venderlo en el mercado negro Una estampilla como esta sirve para muchas cosas, Stever. Lo sabe usted tan bien como yo. Forma parte de las personas inteligentes y estas son unos truhanes mas o menos importantes.
– Pero usted forma parte de las personas inteligentes, Stabsfeldwebel.
El Verraco se disparo.
– ?Mucho cuidado con lo que dice, Stever! No olvide que no es mas que Obergefreiter. Solo acaba de ser clasificado entre las personas inteligentes. Pero al diablo todo eso. Examinemos con mayor cuidado este permiso falso. Algo me dice que pronto tendremos aqui a esos dos tipos.
– Entonces, que Dios me perdone mis pecados -exclamo Stever-. Si de veras esto ocurre ire a la iglesia por lo menos una vez al mes, y presenciare la misa mayor durante dos horas. Y juro que cada Navidad llevare flores a la imagen de la Virgen. No olvide que las flores son caras en esa epoca del ano. ?Ver a ese pequeno diablo encadenado aqui, con nosotros! Le arrancare los ojos. ?Por todos los diablos que lo hare!
El Verraco se froto las manos, y pregunto, riendo:
– ?Como el Buitre con el comandante de Estado Mayor?
– ?Exactamente! -grito Stever, entusiasmado-. Con el pulgar. Un trapo en la boca, y la cosa ocurrira sin ningun ruido.
– ?Se cree capaz de hacerlo, Stever?
Stever se sono.
– Con ese Alfred Kalb, si. ?Oh! Ya me siento mejor, Stabsfeld. Me parece verle entrar escoltado por dos tipos de la Gestapo.
El Verraco asintio con la cabeza, muy seguro de si mismo.
Se sentia fuerte. Solicito hablar con el primer secretario del comisario auditor, el Feldwebel Rinken.
– Eh, Rinken, ?eres tu? -empezo a decir con insolencia-. ?Por que diablos no te presentas para que pueda saber quien diablos hay al otro extremo de la linea? Aqui Stahlschmidt, el Haupt-und Stabsfeldwebel Stahlschmidt, de la carcel de la guarnicion. Acaban de visitarnos dos granujas. ?Tienes un lapiz rojo, piojo? ?Que a quien llamo piojo? A ti, desde luego. ?A quien, si no? Nunca formaras parte de las personas inteligentes, Rinken. Te has tragado demasiadas ordenanzas. Bueno, empieza a anotar los nombres, pero date prisa. ?Diantre! No tengo mucho tiempo que perder con esos asuntos. Ya sabes lo ocupados que estamos, con todo el trabajo que nos traspasais. Os lo tenemos que hacer todo. Solo falta que un dia vengas a pedirme que os envie a mis hombres para que os limpien el trasero. ?Que soy insolente? Contigo lo sere siempre que me plazca. No olvides que soy Stabsfeldwebel. Apunta, Rinken. Feldwebel Willie Beier. Suboficial Alfred Kalb. Es sobre todo este ultimo el que me interesa. Es un diablo que ha sufrido un shock nervioso y que ahora constituye una amenaza publica. ?Que clase de amenaza? Esto a ti no te importa; cuidate de tus cosas y haz lo que te digo. Los dos pertenecen al Batallon de Guardia Blindados 27/1/5. Han forzado la entrada para visitar a un prisionero incomunicado, con ayuda de un permiso falso.
El Verraco callo un momento.
– Ocupate tu mismo del resto, Rinken. Yo voy a preparar un calabozo para Kalb. Dile a la Policia que me lo traiga encadenado.
El Feldwebel Rinken rio suavemente en el otro extreme de la linea.
– Oye, Stahlschmidt, ?te has caido de cabeza? ?Hay algo que te comprime? ?Has ido al retrete esta manana? A mi no me importa en absoluto tu asunto. Segun el Heeresarmeevorschrift [33] 979 del 27 de abril de 1940, apartado 12, articulo 8, debes dar parte cuando una cosa asi ocurre en tu sector. Por tu bien, espero que solo se trate de una pesadilla. ?Permiso falso de visita? ?Contacto ilegal con un prisionero incomunicado? ?Maldicion! Supongo que habras detenido a los dos tipos antes de que hayan salido de la carcel.
Stever, que escuchaba por el otro auricular, lo solto como si se hubiera quemado.
El Verraco, nervioso, trago saliva.
– ?Te has vuelto loco, Rinken? -consiguio balbucear por fin-. Solo te estoy diciendo que me parece que el permiso de visita es falso.
– Si, esto lo dices ahora, Stahlschmidt. Hace un rato me has explicado que esos dos granujas habian forzado la entrada del calabozo de un prisionero incomunicado, con ayuda de un permiso de visita falso, y tengo testigos de esta horrible afirmacion. Tenemos escuchas, Stahlschmidt.
– No te excites, Rinken. Me importan un bledo tus testigos. Nunca he afirmado que ese permiso fuera falso. Solo he dicho que lo creia.
Rinken se echo y reir.
– ?Estas de broma, Stahlschmidt! Pero, escuchame bien. Esta historia ha ocurrido en tu territorio, en tu sector. Y nos has repetido infinidad de veces que eras el unico responsable de las