obstaculos del terreno de entrenamientos, hasta perder ocho kilos y medio.
Ahora, el teniente Ohlsen permanecia erguido ante
Se paso a la indumentaria. Era el momento que
– Usted es coronel y comandante de Regimiento. Esta lleno de medallas y de quincalleria. Tiene un nombre distinguido, procede de la antigua nobleza. Lo sabemos. Pero tambien es un pedazo de mierda que esta fuera de la ley. Si vive lo suficiente, mi coronel, sera ejecutado, fusilado por doce tiradores escogidos, y esto, aunque su sangre sea tan azul como el Mediterraneo. Pero tengo el presentimiento de que no vivira hasta entonces. Estoy seguro de que le recogeran como un monton de basura en uno de nuestros calabozos, para arrojarlo despues el estercolero, desde donde le esparciran como abono en un campo de patatas. Si algun dia supiera que parte del campo ha abonado usted, compraria las patatas y me las comeria.
Entonces, el coronel estallo.
El
– ?Maldita sea! ?Se atreve a atacar a un funcionario en servicio?
El coronel brinco por los aires como una granada de 75 milimetros. Consiguio huir al pasillo, galopando con la camisa flotante sobre sus delgadas piernas. No pudo pasar de la reja, a la que se encaramo. Colgaba de ella como un mono, junto al techo, y pedia socorro. Invocaba alternativamente a la Policia y al buen Dios, pero nadie acudio. En cambio, llegaron
?Poco habia faltado para que les ofreciera, ademas, su mujer y sus hijas!
Despues de haberle matado, enviaron un parte al comisario auditor del X Ejercito. A Stever estuvo a punto de atragantarsele la cerveza, cuando leyo el informe de
INFORME
La Carcel le Guarnicion X/76 ID/233.
M. STAHLSCHMIDT.
Haupt-un Stabsfeldwebel.
Habian enviado a buscar un medico para obtener un certificado de defuncion. Acudio un medico aspirante, un idiota que no entendia nada. Empujo con la bota izquierda el delgado cuerpo del coronel y le pidio a Stever que le tomara el pulso.
– Esta muerto, mi teniente -anuncio Stever.
– Eso parece -contesto el aspirante, mientras cogia la estilografica que
Con gran alivio de todo el mundo, firmo el certificado de defuncion. Como causa de la muerte indicaba suicidio por disparo en la sien derecha. Craneo roto. Muerte inmediata.
Enterraron al coronel en el cementerio de los criminales. La Gestapo cuido de ello. Se dio un numero a su tumba. Se escribio la palabra «secreto» en todos sus documentos, y se les hizo desaparecer en el gran expediente llamado «gekados». Nadie seria ya capaz de localizar su tumba.
– Quitese la ropa, prisionero. Pongala en dos sillas: la exterior, a la derecha; la interior, a la izquierda. Las botas entre las dos sillas. Orden, por favor.
Acecho un momento al teniente Ohlsen. Con gran decepcion por su parte, este no reacciono. Aquel teniente de Tanques era un imbecil. No serviria como diversion. Asunto rutinario. Mortalmente aburrido. Permaneceria en su celda, seria interrogado, se ceniria al reglamento. Los tipos del tribunal vendrian a verle y ensuciarian diez paginas con sus tonterias. Una perdida de tiempo. Lo mismo ocurriria con la sentencia. Con o sin proceso. Con mucha probabilidad, la pena de muerte. Vendrian a buscarle una manana, hacia las siete. Doce hombres de la guardia. Tipos apuestos, con botas bien lustradas y equipos relucientes. Bromearian para disimular su nerviosismo. Todos querian darselas de duros, pero se ensuciaban en los calzones de puro miedo. Le cargarian en la carreta de Bremen. Al llegar alli, le sujetarian a un poste, le colgarian un carton blanco en el pecho. Y un nuevo prisionero ocuparia inmediatamente su calabozo.
El teniente Ohlsen se desvistio con la paciencia de un angel.
– No crea que esta en su casa, donde puede emplear varias horas en desnudarse. ?Vamos, un poco mas de rapidez!
Ni siquiera esto consiguio excitar al teniente.