Despues, se detuvieron bruscamente ante la carcel de la guarnicion.
– Ya hemos llegado -dijo Bock, riendo satisfecho-. Un bano refrescante y una cama calentita esperan en cada habitacion individual. Aqui la divisa es: todo para el cliente. Todas las puertas estan cerradas para que no se cuele ningun fantasma.
– ?Cuantas tonterias dices! -gruno el chofer.
– Pero yo no soy ladron -replico Bock, riendo.
– ?Que quieres decir -pregunto el chofer, entornando sus astutos ojillos.
– Prueba de adivinarlo por tres veces -repuso Bock, con una expresiva sonrisa.
El chofer murmuro unas frases incomprensibles.
Dentro de la carcel, sono una campana. Se oyo el ruido de unas botas claveteadas. Unas llaves tintinearon siniestramente.
Un Obergefreiter de Caballeria abrio la portezuela de hierro.
– Entrega de un detenido preventivo del 27.° Regimiento Blindado, por la Gestapo IV-2-a, Hamburgo -ladro el Unterscharfuhrer Bock.
El Obergefreiter movio la cabeza sin decir palabra y firmo e! recibo del teniente Ohlsen, como si se tratara de un objeto cualquiera.
– ?Es un candidato al hacha? -pregunto cuando devolvio los recibos firmados.
– Nunca se sabe -replico Bock, riendo.
Tres brazos se levantaron para saludar. Despues, Bock y el Obergefreiter se estrecharon la mano mientras decian «?mierda!»
El teniente Ohlsen quedaba completamente aparte. Estaba vivo y, sin embargo, habia muerto ya.
– ?De frente, marchen! -ordeno el cabo primero-. Segundo a la izquierda. ?Al paso! Uno, dos, uno, dos. ?Nunca ha hecho la instruccion? Dos a la izquierda, adelante. ?Alto! ?Derecha!
Abrio una puerta y ordeno al teniente Ohlsen que entrara en una oficina, donde un Stabsfeldwebel de Artilleria estaba instalado tras un escritorio de madera de pino. Era un tipo musculoso, calvo, de aspecto malevolo. En su pecho colgaban las Cruces de Hierro de primera y de segunda clase.
El Stabsfeldwebel se lo tomo con calma. Examino con lentitud los papeles del teniente Ohlsen. Como un gorila cansado, se puso en pie frente a el. Entornaba sus ojillos amarillentos. Las cejas, de color castano claro, le hacian parecerse a un cerdo. En el cuartel le llamaban el Verraco.
Enarco una ceja, se lamio los labios, elimino un pedacito de carne de entre los dientes y se balanceo para hacer crujir sus altas botas de Artilleria.
– Criminal de Estado -dijo-. Criminal de Estado. Mostraba un tono despectivo-. No ha birlado nada. Lamentable, muy lamentable. Los verdaderos criminales son preferibles a vosotros, los del apartado 91. Se puede confiar en los verdes, pero no en vosotros, los rojos. Incluso prefiero a los amarillos. Se pasan el dia pegados a la Biblia, es cierto, pero acaban por capitular. No son idiotas como vosotros, los rojos. Vosotros luchais contra molinos de viento. Tratad de meteros esto en vuestras cabezotas. Escuche bien, prisionero: vacie los bolsillos y no se olvide de los escondrijos secretos. Abra el agujero del culo y ponga todas sus cosas aqui, sobre mi mesa. De derecha a izquierda, y en linea recta, senor. Utilice el borde de la mesa como regla. Dos dedos entre cada objeto. El encendedor y las cerillas, a la derecha. El dinero, en el extremo izquierdo. Y a toda prisa, que estamos en guerra y no tenemos tiempo que perder con los criminales de Estado.
El teniente Ohlsen contemplaba todos sus bienes sobre la mesa del Stabsfeldwebel encendedor, estilografica, reloj, pipa, agenda y todo lo que un hombre suele llevar en los bolsillos. Completamente a la izquierda, 32 marcos y 67 pfennigs. Lamentaba no haber enviado este dinero a su hijo, en el campo.
Todos los objetos fueron anotados concienzudamente en e! inventario. Ataron una etiqueta a cada articulo, lo que para ciertos objetos, como la lima de las unas y el encendedor, ofrecia bastantes dificultades.
– ?A quien se le ocurre ir por el mundo con esas cosas? -rezongo el Verraco, mientras trataba de atarlas.
Por ultimo, vio la estrella roja sobre la cartera del teniente Ohlsen. La escarapela de un comisario ruso: un recuerdo de Kharkov.
– No puede conservar esas cosas -decidio el Verraco.
Y arranco la estrella roja, la echo al suelo y la pisoteo.
Incluso las pesadas espuelas de sus botas parecian tintinear llenas de ardor mientras procedia a la destruccion.
– Se lucha contra ellos y se les aniquila.
Al Artilleriestabsfelwebel Stahlschmidt le gustaba su trabajo. Sabia que le llamaban el Verraco, pero nadie se habia atrevido a decirselo cara a cara. ?Que Dios y el diablo protegieran a quien lo hiciese! Llevaba casi quince anos en la carcel de la guarnicion de Altona. Varias cintitas de colores colgaban de su pecho: la Medalla al Merito y recompensas por servicios prestados en la prision. Durante la Primera Guerra Mundial habia sido herido ligeramente en la batalla del Sorna Un granadero britanico le habia clavado un pedacito de bayoneta en el muslo izquierdo. El grito que lanzo el Verraco se habia oido a kilometros de distancia. Durante la convalecencia habia conseguido obtener el cargo de ayudante de la prision de campana de la 31.? Division de Infanteria, en Mons. Mas tarde, se las habia arreglado para permanecer en el servicio de las prisiones militares. Despues de haber servido varios meses como soldado a las ordenes del Freikorpsgeneral Von Luttwitz, en 1920 habia pasado a ser ayudante en la prision civil de Hannover. Esta vida civil solo habia durado nueve meses. Luego, habia entrado en la Reichswehr. Se habia encontrado como pez en el agua en medio de aquel ejercito de cien mil hombres, donde se llevaron a cabo las maquinaciones susceptibles de dar paso a Hitler. Sin aquel ejercito, a los nazis les hubiera sido imposible crear la Wehrmacht.
La Reichwehr ha hecho todo lo posible para demostrar su inocencia. Nunca lo consiguio. Nombraron a el Verraco jefe de la carcel de la guarnicion de Celle, una carcel pequena y simpatica. Alli asesino a su primer prisionero. Fue algo torpe y, el asunto estuvo a punto de terminar mal. La manera como habia conseguido salvar la piel seguia siendo un enigma. Un teniente se habia interesado de manera especial en aquel caso. Pero, hecho curioso, aquel mismo teniente murio accidentalmente en el camino que conducia al cuartel de Bergen, frente al lugar donde, anos mas tarde, se instalo un campo de concentracion.
Tres anos despues, el Verraco habia sido ascendido a Oberfeldwebel y se habia instalado en la carcel de la guarnicion Hamburgo-Altona. La Wehrmacht de Hitler le habia sacado de alli. Representaba para ella una preciosa herencia, extremadamente util, de la arrogante Reichswehr, que podia enorgullecerse de otros personajes, tales como los mariscales Paulus y Keitel, sin olvidar al SS Obergruppenfuhrer Berger, comandante de la Seccion SS de trabajadores civiles, compuesta de prisioneros Kz [30]. El Verraco se habia convertido en Hauptfeldwebel y se sentia todopoderoso.
En 1940, la Wehrmacht le habia ascendido a Stabsfeldwebel, el grado mas alto a que podia llegar. El Verraco permanecia sentado al fondo de su carcel, como una arana que acecha a sus presas. Apenas salia. Algunos aseguraban que temia encontrarse con antiguos prisioneros. Otros, que si veia el sol se moria. Sentia un odio feroz hacia todos los oficiales. Ese odio provenia de que un dia del mes de agosto de 1940, al asomar de su escondrijo, habia tropezado con un teniente de diecinueve anos que no habia quedado satisfecho de su saludo. El joven habia hecho pasar al Stabsfeldwebel de cincuenta y dos anos por todos los