– He oido decir que era tu cumpleanos -dijo
– En efecto -gruno
– Bueno, pues, entonces, muchas felicidades -mascullo
– Gracias -contesto Bernard.
Y dio instrucciones a una camarera, en relacion con unas cajas de cerveza.
– ?No haces nada para celebrarlo? -pregunto
– Cada ano lo hago.
Bernard
– Es para el guisado -replico-. No importa si hay un poco mas. La semana pasada, una de las camareras derramo dentro el marro del cafe, pero nadie lo noto. Solo cobro a 1,20 el plato. Lo hago por humanitarismo. Pierdo dinero.
– De vez en cuando hay que hacerlo -dijo
– Mis buenos amigos – replico Bernard, escupiendo por la ventana.
– Nos marchamos pronto -dijo poco despues. Y se seco los labios-. Volvemos a la guerra. Nuestro Batallon esta casi completo. Tambien tenemos nuevos tanques. Eso no lo podemos decir a nadie, pero a ti no importa. Cuentaselo solo a quien sea preciso.
– De acuerdo -respondio Bernard brevemente.
Le costaba sujetar una guirnalda. La escalera vacilo de manera inquietante. Demasiada cerveza ya por la manana.
– En el fondo, siempre te he apreciado -prosiguio
– Cuarenta y dos. Puedes coger una botella de cerveza y beber a mi salud.
– Habras traido un regalo, ?no? -pregunto alargando una mano.
– ?Ah, mierda! -exclamo Hermanito-. Lo habia olvidado.
Saco del bolsillo un paquetito envuelto en papel de seda roja.
Bernard, interesado, abrio el paquete. Ante sus ojos aparecio algo tan util como un sacacorchos.
– ?No teneis la mas pequena originalidad, pandilla de cretinos! -grito con rabia-. Es el decimo que me regalan hoy.
– Raras veces se encuentra lo que se quiere para un cumpleanos -dijo con expresion triste.
Acudieron otros a felicitar al dueno. Todos se dirigieron hacia el local preparado para la fiesta.
Poco a poco,
En medio del tumulto, aparecio el sombrero amarillo de Porta.
– Salud,
Bernard no recordaba haber recibido un regalo de Porta,
– ?No te ha entregado
– Si, esa mierda si la he recibido -gruno Bernard, malhumorado.
– Bueno, en tal caso, todo marcha. En realidad, era un regalo comun de
Bernard dio unas palmadas.
– Sentemonos a la mesa, chicos. Ya estamos todos.
Hubo gritos, empujones… Pero, por ultimo, todo el mundo encontro asiento.
Diez camareras, vestidas tan solo con ropa interior negra, a la francesa, y unos delantales del tamano de un sello de Correos, trajeron la comida. Porta se mostro en seguida muy emprendedor.
Helga deposito ante el un gran plato de col.
Porta relinchaba como un caballo cuando huele la cerveza,
Durante la comida, el ambiente se caldeo prodigiosamente. Se decidio dedicarle una cancion a Bernard. Una cancion larga y obscena.
Se chillo tanto que los vasos acabaron por tintinear peligrosamente en el bufet. Tambien se lanzo a Bernard por los aires.
Porta se encaramo a la mesa e hizo volar su sombrero amarillo. Heide golpeo con fuerza dos botellas.
– ?Chiton! ?Joseph Porta quiere hablar!
Por fin, se hizo oir.
– Bernard
Empujaron a Porta hasta el pie de la mesa.
Fragmentos de rosas y de claveles volaron en todas direcciones.
Julius Heide hablaba. Hablaba de heroes y de aguilas orgullosas.
Su historia no intereso al auditorio, que rapidamente le envio a paseo.
– ?Como se llamaba tu ultima chica? -pregunto Porta.