– Obergefreiter Joseph Porta, por enesima vez he de recordarte que tienes que hablarme con respeto. Porque soy Feldwbel, la espina dorsal del Ejercito.

– Tu no eres mas que un trasero borracho -respondio Porta.

Se arrimo al bar y empezo a beber champana directamente de la botella.

– Yo soy un amante de las Artes -manifesto Barcelona, en medio del tumulto-, y mi amigo Bernard tambien. -Beso en la frente al viejo Bernard para subrayar su amistad, y estuvo a punto de caerse de la mesa. Recupero su equilibrio, y prosiguio-: ?Las Bellas Artes! ?Quien, en toda esta banda de cernicalos, ha ido alguna vez a un museo y ha gozado con la belleza?

– ?Yo! -grito Hermanito, entre el tumulto un dedo en el aire.

Barcelona callo, completamente atonito

– Palabra de honor -dijo Hermanito, levantan un dedo-. Tuve, que hacerme cuatro veces el Museo Militar en plan de centinela. Hace mucho tiempo, cuando era recluta en el 5.° Regimiento Blindado, en Berlin.

– ?Idiota! -replico Barcelona-. Esto no tiene ver con el interes que Bernard y yo sentimos por las Bellas Artes. ?Quien de vosotros ha contemplado alguna hermosa estatua de mujer hecha de marmol? ?Quien de vosotros a Thorvaldsen? ?Creeis acaso que es un macarron de Reeperbahn? ?Es mi dios! -vocifero-. Un tipo estupendo que ha muerto.

A continuacion, utilizo varias veces la palabra «heroe» y derivo hacia «cretinos» y «traseros sucios», pasando por «libertad» y «bosques en primavera, perfumados».

Entonces, todo empezo a dar vueltas a su alrededor. Grito algo sobre el canto de las liebres y los cagajones de pajaros, golpeo teatralmente su hilera de condecoracion multicolores, insistiendo en el hecho de que no les concedia ninguna importancia, y luego, senalando alternativamente dedo su frente y su corazon, grito:

– Aqui, camaradas, santos y a toda prueba, hermanos de armas hoy reunidos en el tugurio de el Empapado, esto cuenta…

No pudo seguir, porque le barrieron de la mesa.

Bernard se encaramo entonces a la mesa, ayudado por Porta y el legionario. De manera inexplicable, consiguio conservar el equilibrio.

– Espero que ninguno de vosotros tenga sed, amigos mios, porque en tal caso os atiborraria hasta que el liquido os saliera por el trasero y los ojales.

Bebio unos sorbos de la botella que el legionario con amistosa comprension.

– Espero que mi cafe haya sido para vosotros una casa, un verdadero hogar. Os hare una confidencia: ser cabaretero no es solo un trabajo para ganarse el sustento. Es una mision. Sobre mi puerta de Dionisios, un dios. Es la prueba de que nosotros, los cabareteros, estamos entre los que los dioses han escogido. Amigos, ?adonde vais cuando estais tristes? ?Al cuartel? ?Maldita sea, no! ?A casa de vuestra mujercita, con sus bigudies en el pelo? En tal caso, seriais idiotas. Venis a casa de Bernard el Empapado. ?Y como salis de aqui? ?Deprimidos? De ningun modo: liberados de toda preocupacion.

– Y la pasta ?que? -pregunto una voz desde el fondo,

Bernard prefirio hacerse el sordo.

– En mi casa, los soldados, suboficiales y demas son siempre bien venidos. -Su voz se hizo amenazadora, agito un puno por encima de su cabeza-. Pero los oficiales y la canalla de ese genero son indeseables. A mis ojos son asociables, pues todo el mundo tiene derecho a decir lo que le gusta o le disgusta.

Su voz fue apagada por los vitores. Bernard levanto ambas manos por encima de la cabeza, como un boxeador victorioso. Volvio a beber.

– Somos hamburgueses -prosiguio, emocionado.

– Hummel, hummel - aullo el coro.

– Mors, mors -finalizo Bernard, lanzando el clasico saludo hamburgues-. Y no lo olvidemos nunca. Hay mequetrefes que se imaginan que existe un mundo fuera de Hamburgo. Es falso. A ver, ?en que otro sitio hay un «Zillertal»? ?Donde hay chicas mejores? ?Donde hay ojos mas viciosos que en la Monckebergstrasse? Solo existe un «Huracan», y esta en la Hansa Platz, en Hamburgo. Quien ha respirado el aire de Hamburgo acaba siempre por volver. Hamburgo es el ultimo bastion de Europa.

Callo de repente y se quedo mirando a una camarera.

– Silvia, marrana huesuda, ?que miras de esta manera? Cierra la boca y sirve cerveza. Ahora, he perdido el hilo de mi discurso. ?Maldita sea! ?Por donde iba? ?Ah, si, ya se! En mis tiempos, cuando estaba en la Reichswehr, en el 3.er Regimiento de Dragones. Alli si que habia dragones. ?Maldita sea! Entonces se sabia beber cerveza. Cuando estabamos acuartelados en algun sitio, todas las gachis daban a luz nueve meses mas tarde. En aquella epoca, si que se vivia. Cuando alguien celebraba el cumpleanos, nunca recibia como regalo diez sacacorchos. -Su mirada se clavo en Porta-. Y no habia cerdos que se repartian el precio de uno.

Levanto ambos brazos, hizo un ademan al pianista, y vocifero:

– Preparados para la cancion de Hamburgo, chicos.

Das Herz van Sankt Pauli

das ist meine Heimat,

in Hamburg, da bin ich zu Haut.

La cancion fue interrumpida por Steiner, que senalaba al primero que habia caido borracho sin sentido, naturalmente un Feldwebel de Comunicaciones. Un grito de alegria se elevo hasta el cielo. Seis hombres cogieron al individuo, que estaba en el lavabo, lo llevaron a la calle y lo arrojaron bajo un portalon, con acompanamiento de salmos en sordina.

Porta se descoyunto la mandibula de tanto reir, pero Hermanito se la volvio a poner en su sitio de un buen punetazo.

En el curso de la hora siguiente, otros siete borrachos emprendieron el camino del portalon.

El aniversario de el Empapado se ahogaba en el humo, el ruido y el olor de la cerveza.

Por todas partes, sobre las mesas, en el suelo, habia hombres agotados, aniquilados por el alcohol.

Agarrados del brazo, los seis del 27.° avanzaban dando tumbos por la calle.

– ?Tengo sed! -grito Porta.

La pared de la Herbertstrasse devolvio su grito.

Ayudamos a un viejo a pegar un cartel en la columna proxima al «Metro». Un cartel color rojo sangre.

Con la voz insegura de los borrachos, Steiner leyo:

– Aviso…

Porta cayo y volvio a incorporarse con dificultad.

– Steiner, muchacho, ?a quien se le ocurre publicar a una hora tan temprana?

El viejo cayo de espaldas por la escalera del «Metro» y quedo atrapado por el torniquete. Hubo que coger una barra de hierro para liberarle.

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