Hinka se detuvo ante el ex SS y senalo su trompeta.

– ?La toca usted?

– Si, mi coronel. El Untersharfuhrer Rudolph Cleber, antiguo corneta en el Regimiento de Caballeria SS «Florian Geyer».

– Corneta -repitio Hinka-. ?Por que estas aqui?

– Mercado negro y robo, coronel.

– ?Que has robado?

– Patatas y azucar, coronel.

– Observo que has olvidado decir mi coronel, soldado. Asi se dice en el Ejercito. Suboficial Kalb, ensenele buen modales a este tipo.

– Si, mi coronel. ?A tierra, soldado! ?Veinte veces seguidas! -siseo entre dientes.

Y, sin comprobar si la orden era obedecida, dio exactamente dieciseis pasos en pos del comandante del Regimiento.

Examinaron a los hombres uno tras de otro.

El coronel Hinka comprobo secamente el motivo de su venida al 27.°. El examen de algunos fue muy rapido. El de otros resulto mas extenso. El coronel saludo distraidamente y desaparecio, seguido por el Hauptfeldwebel Edel.

El pequeno legionario ladeo la gorra sobre el ojo izquierdo sonaba con que era el quepis blanco frances. A pesar del reglamento, coloco un cigarrillo en un rincon de la boca, a la francesa.

– ?Escuchadme bien, novatos! -ladro, sin que se moviera el cigarrillo, cosa que solo un frances era capaz de hacer-. Os, aconsejo que me escucheis con atencion, bastardos. He sido soldado en la Legion Extranjera. Despues, tres anos en un Batallon especial, y luego, la prision militar de Torgau. Soldados atended bien.

Hizo chocar sus tacones, se ladeo aun mas la gorra, encendio otro cigarrillo…

– ?Firmes! ?Derecha! ?En columna, de frente! ?Media vuelta a la izquierda!

Se dirigieron al campo de ejercicios, detras de los garajes donde nadie podia verles. Marchaban marcando el paso de la oca.

El Viejo rio suavemente al verles desaparecer.

– Anda o Revienta se siente a gusto. Es una venganza personal.

El pequeno legionario les hizo correr sobre las piedras, de un lado para otro.

El coronel Hinka, cansado, recostado en el flanco rugoso de un tanque «Tigre», observaba el desarrollo del ejercicio disciplinario, ordenado en una mezcla de frances y aleman. Esto no acababa de gustarle. No era completamente reglamentario. Era el resultado de muchos anos de rigida educacion, ocho entre los franceses, seis con los prusianos, lo que se materializaba sobre las piedras del cuartel.

– ?Destacamento, en marcha! ?A la carrera! -gruno el pequeno legionario. Les hizo arrastrarse por el barro hasta que casi se ahogaron. Les hizo trasponer el foso. Se rio al contar las cabezas que asomaban. Vocifero-: ?Mil diablos, esto es un deber! No me reprocheis, camaradas. Os hare mas resistentes que el penon de Gibraltar! ?De bruces! ?Comeos el barro, ya respirareis despues!

Hinka rio, Edel rio.

Aquello era la Legion. La receta para conseguir los mejores soldados del mundo.

– Bien, camaradas, mas de prisa, a la carrera -rugio el legionario, encaramado en una caja vacia. Les hizo correr en todas direcciones, por encima de las piedras. Los hombres se hundian en el barro como proyectiles.

– ?Saperlotte, a ver si os moveis, pandilla de gandules!

De repente, sintio miedo de destrozarse la garganta y cogio su silbato. Primero, les explico el significado de los pitidos. Primer pitido, a la carrera. Segundo pitido, cuerpo a tierra. Tercer pitido, saltar con los pies juntos.

El legionario silbo durante dos horas. Los hombres empezaron a debilitarse. El blasfemo en frances.

El coronel Hinka se reia. Edel se reia, considerando que su deber era imitar al coronel. Este indico al legionario que se detuviera. No queria muertos en el Regimiento durante los ejercicios especiales.

El legionario termino con una hora de marcha a paso de desfile, alrededor del cuartel, en la arena blanda.

Repartieron a los veinte hombres entre los dormitorios del cuartel. El Verraco vino a parar con nosotros. Le dieron un armario, donde guardo sus cosas. Su rostro estaba empapado de sudor. Se mostraba silencioso y sombrio.

– Te has quedado sin llaves -comento alguien.

El Verraco prefirio no contestar.

El legionario entro y se le acerco.

– No te confundas respecto a lo que ha ocurrido hoy. Lo he hecho especialmente para ti, no para los demas. Tu has visto morir a nuestro jefe, pero antes le has maltratado.

– No he sido yo -se defendio el Verraco.

El legionario sonrio siniestramente.

– Stahlschmidt, escuchame bien. Nos importa un bledo saber lo que hayas podido hacer. Aun no hemos podido echarle el guante a tu acolito. Os ha liquidado a ti y a el Buitre. Ha sido mas listo que vosotros. Aqui vamos a convertirte en un heroe, en un maldito heroe. Cuando me hables tienes que llamarme mi suboficial. ?Entendido?

– Bien, mi suboficial -jadeo el Verraco, mientras hacia chocar sus tacones lo mejor que supo.

El legionario dio media vuelta y se marcho

El Verraco siguio ordenando sus cosas, desplazo las botas de Hermanito.

– Has tocado mis botas -gruno este, que se habia sentado en lo alto de su litera para comerse un salchichon.

– Tus botas me las paso por donde yo se -replico el Verraco, provocativo.

Hermanito se encogio de hombros y siguio comiendo a salchichon. Cuando lo hubo terminado, se limpio la boca en el dorso de la mano, saco lentamente una pierna de la litera y salto con habilidad al suelo. Con un grunido sordo, se dirigio y hacia el Verraco y le toco un hombro. En el mismo segundo en que el Verraco volvio la cabeza, el puno de Hermanito volo por el aire y choco sordamente en su barbilla. Sobre el Verraco cayo una lluvia de golpes, hasta que estuvo en el suelo, retorciendose como una anguila. Hermanito le volvio boca abajo y salto dos o tres veces sobre su trasero. Despues, regreso a su litera, saco dos cervezas de debajo del colchon, las descorcho con los dientes y bebio al mismo tiempo de ambas botellas, acrobacia que era el unico que sabia realizar. Arrojo las botellas vacias contra el Verraco, quien recuperaba lentamente el sentido y rezongo:

– Rata de prision, tu lo has querido. Tus deseos se han cumplido.

El Verraco ni siquiera chisto. Se dejo caer en el suelo, encorvado y jadeante. Para el empezaba una nueva era. Desde entonces, le tocaria a el recibir los golpes.

Porta y el SS salieron juntos del cuartel. Se les vio juntos en numerosas tascas, donde sostuvieron conversaciones en voz baja con prostitutas y matones. Cogieron taxis. Tenian prisa.

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