– La etiqueta dice «estiercol de caballo», pero podria ser otra cosa.
– No, es estiercol -dijo Adamsberg deslizando una plaquita parda en su mano-, pero no es como el de la casa. No esta en pelotilla.
– Las pelotillas son porque el estiercol habia quedado moldeado en los relieves de las suelas de las botas. Con toda la sangre de las alfombras, se despego.
– De todos modos, Voisenet, no es el mismo caballo. Quiero decir: no es el mismo estiercol, luego no es el mismo caballo.
– Igual tiene dos caballos -aventuro Justin.
– Lo que quiero decir es que no es el mismo criadero de caballos. Luego no es el mismo calzado. Creo.
Adamsberg se aparto un mechon de pelo de la frente. Resultaba irritante volver siempre a esos asuntos de zapatos. Le sonaba el movil. Retancourt. Lanzo rapidamente la muestra encima de la mesa.
– Comisario, la cosa se ha puesto chunga. Emile me ha despistado en el parking del hospital de Garches, dos ambulancias se interpusieron. Lo siento muchisimo. Los motoristas estan alli, no logran localizarlo.
– No se preocupe, teniente. Salio usted con desventaja.
– Joder -dijo Retancourt-, con dos desventajas: conoce la zona como la palma de su mano, pasaba de las callejuelas a los jardines como si los hubiera fabricado el. Debe de estar escondido en algun seto. Costara sacarlo de alli, aunque pronto tendra hambre. Le dejo, que creo que el tipo me ha roto una costilla antes de salir corriendo.
– ?Donde esta, Violette? ?Sigue en el hospital?
– Si, los policias han recorrido todos los escondites posibles.
– Entonces vaya a ensenar a un medico eso que tiene roto.
– Voy -dijo Retancourt colgando inmediatamente.
Adamsberg cerro su movil con un chasquido. Retancourt no tenia ninguna intencion de ir a consulta.
– Emile le ha roto una costilla -dijo-. Seguro que es muy doloroso.
– Al menos sale bien parada, no le ha dado en los cojones.
– Ya esta bien, Noel.
– ?No es el mismo criadero? -interrumpio Justin.
Adamsberg volvio a coger la placa de estiercol, tragandose su replica. Noel nunca se habia privado de meterse con Retancourt, de declarar a los cuatro vientos que aquello no era una mujer sino un buey de labranza o alguna criatura similar. Cuando para Adamsberg, si bien Retancourt no era exactamente una mujer en el sentido convencional del termino era porque se trataba de una diosa. La diosa polivalente de la Brigada, con capacidades tan multiples como los a-saber-cuantos brazos de Shiva.
– ?Cuantos brazos tiene la diosa india? -pregunto a sus adjuntos mientras palpaba el pegote de estiercol.
Los cuatro tenientes sacudieron la cabeza.
– Siempre igual -dijo Adamsberg-. Cuando no esta Danglard, aqui nadie sabe nada.
Adamsberg volvio a meter el estiercol en la bolsa, la cerro y se la paso a Voisenet.
– No queda mas remedio que llamarlo para saber la respuesta. Creo que este caballo, el que ha producido este estiercol, conocido como «estiercol de Emile», se ha criado en pleno campo y solo come hierba. Creo que el otro caballo, el que excreto los pegotes de la casa, conocidos como «el estiercol del asesino», es criado en caballerizas a base de pienso.
– ?Ah, si? ?Eso se ve?
– Me he pasado la infancia recogiendo estiercol por todas partes para abonar los campos. Y bonigas secas para alimentar el fuego. Todavia lo hago. Puedo asegurarle, Voisenet, que a diferente alimentacion diferente excremento.
– De acuerdo -admitio Voisenet.
– ?Cuando tendremos los resultados del laboratorio? -pregunto Adamsberg marcando el numero de Danglard-. Metanles prisa. Urgente: estiercol, panuelo, huellas, dispersion del cuerpo.
Adamsberg se alejo. Tenia a Danglard en linea.
– Son casi las cinco, Danglard. Lo necesitamos para el revolcadero de Garches. Ya esta desmontado, volvemos a la brigada y hacemos la primera sintesis. Ah, un segundo. ?Cuantos brazos tiene la diosa india? La que esta en un redondel, ?Shiva?
– Shiva no es una diosa, comisario. Es un dios.
– ?Un
– Eso depende de las representaciones, porque los poderes de Shiva son inmensos y contrarios, recorren casi todo el espectro, desde la destruccion hasta los favores. Puede tener dos brazos, cuatro, pero tambien puede tener hasta diez. Depende de lo que encarne.
– Y grosso modo, Danglard, ?que encarna?
– Para resumir lo esencial, «en el vacio, en el centro de la Nirvana-Shakti, se halla el supremo Shiva, cuya naturaleza es vacuidad».
Adamsberg habia puesto el altavoz. Miro a sus cuatro adjuntos, que parecian tan sobrepasados como el y hacian ademan de abandonar. Enterarse de que Shiva era un hombre era suficiente para ese dia.
– ?Que tiene eso que ver con Garches? -pregunto Danglard-. ?Les faltan brazos?
– Emile Feuillant hereda la fortuna de Vaudel, salvo la legitima de Pierre hijo de Pierre. Mordent ha mordido la linea amarilla anunciandole el arresto domiciliario. El Apaleador le ha hecho morder el polvo y se ha largado.
– ?Retancourt no lo ha perseguido?
– Se le ha escapado. No debia de llevar puestos todos sus brazos, y ademas el le habia roto una costilla antes de salir. Lo esperamos, comandante; Mordent anda mas bien descarrilado.
– Ya me imagino. Pero mi tren no sale hasta las 21:12. No creo que pueda cambiar el billete.
– ?Que tren, Danglard?
– El que pasa por ese maldito tunel, comisario. No crea que me divierte la cosa. Pero he visto lo que queria ver. Y si no ha cortado los pies a mi tio poco le falta.
– Danglard, ?donde esta usted? -pregunto lentamente Adamsberg sentandose en la mesa de jardin y cortando el altavoz.
– Donde le he dicho, hombre, en Londres. Y ahora estan seguros: los zapatos son casi todos franceses, buenos o malos. Distintas clases sociales. Creame, nos va a caer encima todo el paquete, y ya se esta Radstock frotando las manos.
– Pero bueno ?como se le ocurre volver a Londres? -pregunto Adamsberg casi gritando-. ?Como se le ocurre meter las narices en esos putos zapatos? ?Dejelos en
– Radstock, comisario. Le avise del viaje, y usted estuvo de acuerdo. Era necesario.
– ?Tonterias, Danglard! Usted ha cruzado el canal a nado para ver a la mujer, Abstract.
– En absoluto.
– No me diga que no la ha visto.
– No digo eso. Pero no tiene que ver con los zapatos.
– Eso espero, Danglard.
– Si usted creyera que han cortado los pies a su tio, iria a echar una ojeada.
Adamsberg miro el cielo, que se estaba nublando, siguio con la mirada el vuelo de un pato y prosiguio con mas calma.
– ?Que tio? No sabia que hubiera un tio.
– No le hablo de un tio vivo, no le hablo de un hombre que deambula sin pies. Mi tio murio hace veinte anos. Era el segundo marido de mi tia, y yo lo adoraba.
– Sin animo de joder, comandante, nadie reconoce los pies muertos de su tio.
– No he reconocido sus pies, sino sus zapatos. Es lo que el amigo Clyde-Fox decia, con mucha razon.
– ?Clyde-Fox?
– El lord excentrico, ?lo recuerda?
– Si -suspiro Adamsberg.
– Volvi a verlo anoche, por cierto. Bastante disgustado porque habia perdido a su nuevo amigo cubano. Fuimos a tomar unas copas juntos, muy buen especialista de la historia de las Indias. Y, como bien decia, ?que puede meterse en unos zapatos? Pies. Y generalmente los propios. O sea que si los zapatos son de mi tio, hay