winderstehe, auf dass es unantastbar bleibe». Seguido de una palabra incomprensible escrita en mayusculas: КИСЕЉЕВО. Vaudel amaba a una dama alemana. Tenian una palabra para ellos solos, como hacen los adolescentes.

Adamsberg se metio el papel en el bolsillo, decepcionado. Se tumbo en el asiento y se quedo instantaneamente dormido, con apenas tiempo para sentir que Cupido se habia pegado a su vientre, con la cabeza puesta sobre su mano.

14

Llamaban a la ventanilla. Fuera, un tipo con bata blanca gritaba y hacia senas. Adamsberg se incorporo sobre un codo, atontado, las rodillas doloridas.

– ?Algun problema? -preguntaba el hombre, tenso-. ?Es suyo este coche?

A la luz del dia -Adamsberg lo constato de una ojeada-, el coche presentaba todos los aspectos de un verdadero problema. Para empezar, el, con las manos cubiertas de sangre seca, la ropa terrosa y arrugada. Luego, el perro, con el morro sucio de haber lamido heridas, el pelo pegado. El asiento delantero manchado, la ropa de Emile en un hatillo sanguinolento y, dispersos aqui y alla, latas de conserva, trozos de galleta, el cenicero vacio, el cuchillo. En el suelo, el pack de vino aplastado y el revolver. Una pocilga de criminal huido. Otro hombre de bata blanca se aproximo. Muy alto, muy moreno y a la ofensiva.

– Lo sentimos, pero tenemos que intervenir. Mi colega llama a la policia.

Adamsberg tendio la mano hacia la puerta para bajar la ventana, consultando de paso sus relojes. Casi las nueve de la manana, hostia puta, y nada lo habia despertado, ni siquiera la llamada de Mordent.

– No intente salir -previno el mas alto apoyandose en la puerta.

Adamsberg saco su carnet, lo pego a la ventanilla, y espero hasta que la duda se apoderara de los enfermeros. Luego bajo la ventanilla y les entrego el carnet.

– Policia -dijo-. Comisario Adamsberg, Brigada Criminal. He traido a un hombre herido de bala hacia la una y cuarto de la madrugada. Emile Feuillant. Compruebenlo.

El mas bajito marco un numero de tres cifras y se alejo para hablar.

– De acuerdo -dijo-, lo confirman. Puede salir.

Adamsberg desentumecio sus rodillas y hombros en el parking, se froto descuidadamente la chaqueta.

– Parecia que hubiera habido follon -dijo el alto repentinamente curioso-. Se encuentra usted en un estado lamentable. No podiamos adivinar.

– Lo siento. Me quede dormido sin darme cuenta.

– Tenemos duchas y algo para desayunar si quiere. En cambio -prosiguio considerando su pinta, y posiblemente al propio Adamsberg-, para el resto no podemos hacer nada.

– Gracias. Acepto el ofrecimiento.

– Pero el perro no puede entrar.

– ?No puedo llevarmelo para lavarlo?

– Lo siento.

– Muy bien. Aparco a la sombra y voy con ustedes.

En contraste con el aire exterior, la pestilencia del coche era sobrecogedora. Adamsberg lleno de agua el cenicero, explico a Cupido que volveria, cogio su arma y su funda. Era uno de los coches preferidos de Justin el meticuloso, de modo que ya podia limpiarlo a fondo antes de devolverlo.

– No es culpa tuya, pero apestas -dijo al perro-. Pero aqui todo apesta, y yo tambien. Asi que tu tranquilo.

Bajo la ducha, Adamsberg se dio cuenta de que no tenia que lavar a Cupido. Olia a perro, pero tambien a barro de la granja y, sutilmente, a estiercol. Podia tener pegotes adheridos al pelo. Se puso la ropa sucia pero frotada lo mejor posible y se fue a la enfermeria. El cafe esperaba en el termo, habia mermelada y pan.

– Nos hemos informado -dijo el enfermero alto y moreno, que se llamaba Andre segun la placa que llevaba en la solapa-. Aparentemente, es una fuerza de la naturaleza, habia perdido mucha sangre. Estomago perforado, psoas iliaco desgarrado, pero la bala ha rozado el hueso sin romperlo. Todo ha ido bien, no hay problema a la vista. ?Han intentado matarlo?

– Bien -dijo el enfermero con una especie de satisfaccion.

– ?En cuanto tiempo podremos transportarlo? Tengo que trasladarlo.

– ?Algo va mal con este hospital?

– Al contrario -dijo Adamsberg acabandose el cafe-. Pero el que haya querido matarlo lo buscara aqui.

– Entendido -dijo Andre.

– Y nadie esta autorizado a hacerle visitas. Ni flores, ni regalos. Que no entre nada en su habitacion.

– Entendido, cuente conmigo. El gastrointestinal es mi pasillo. Supongo que el medico autorizara el traslado de aqui a un par de dias. Pregunte por el doctor Lavoisier.

– ?Lavoisier como Lavoisier?

– ?Lo conoce?

– Si estaba en Dourdan hace tres meses, si. Saco a una de mis tenientes del coma.

– Acaban de destinarlo aqui de cirujano jefe. Hoy no podra verlo, ha tenido cuatro operaciones esta noche, esta descansando.

– Hablele de mi, sobre todo de Violette Retancourt, ?lo recordara? Y digale que cuide de este Emile y que le encuentre un sitio con toda discrecion.

– Entendido -repitio el enfermero-. Se lo cuidaremos, a ese Emile. Aunque tiene pinta de ser un cabron de cuidado.

– Lo es -confirmo Adamsberg estrechandole la mano.

Adamsberg volvio a encender su movil en el parking. No quedaba bateria. Volvio al hospital, marco el numero de la Brigada desde un telefono publico. El cabo Gardon estaba en recepcion, un poco bobo, siempre diligente, con el corazon en la mano, pero no estaba hecho para el oficio.

– ?Esta Mordent por alli? Pasemelo, Gardon.

– Si me permite, comisario, tenga cuidado con el. Esta noche su hija se ha golpeado la cabeza contra la pared hasta hacerse sangre. Nada grave, pero el comandante esta hecho un zombi.

– ?A que hora ha sucedido?

– Hacia las cuatro, creo. Me lo dijo Noel. Le paso al comandante.

– ?Mordent? Adamsberg. ?Me ha llamado?

– No, lo siento muchisimo, comisario -dijo Mordent con voz hueca-. Los chicos de Avinon no querian darse prisa, la verdad es que gritaban que tenian otra cosa que hacer con dos accidentes de carretera y un tipo que se habia subido a la muralla con un fusil. Desbordados.

– Joder, Mordent, haber insistido. Homicidio y toda la pesca.

– Ya lo hice, pero no me han llamado hasta las siete de la manana, hora de la visita domiciliaria. Vaudel estaba en su casa.

– ?Su mujer tambien?

– Que le vamos a hacer, comandante, que le vamos a hacer.

Adamsberg se fue al coche, malhumorado, abrio por completo las ventanillas y se sento pesadamente al volante.

– A las siete -dijo al perro-; por supuesto, Vaudel habria tenido tiempo de sobra de volver a su casa. O sea que no lo sabremos nunca. Ha habido falta, Mordent no ha insistido, de eso puedes estar seguro. Tiene la cabeza en otro sitio, flotando como un globo, impulsado por los vientos de la angustia. Ha dado la instruccion a Avinon y se ha lavado las manos. Habria debido anticiparlo, comprender que Mordent esta incapacitado hasta ese punto. Incluso Estalere lo habria hecho mejor.

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