– ?Y Emile?

– La madre -dijo el medico masticando con ruido y senalandose el otro lado de la cabeza-. Sentimiento agudo de injusticia. Por eso pega. Ahora ya casi no.

– ?Y Vaudel?

– Ya estamos.

– Si.

– Ahora que la prensa ha dado los detalles, no hay secreto policial que valga. Informeme. Vaudel fue atrozmente despedazado, es lo que se entiende. Pero ?como, por que, que queria el asesino? ?Han entendido la logica del ritual?

– No, un miedo infinito, una ira que no se extingue. Un sistema, seguramente, pero un sistema desconocido.

Adamsberg saco su libreta y dibujo el cuerpo y los puntos de focalizacion del asesino.

– Muy bueno -dijo el medico-. Yo no se dibujar ni un pato.

– Es dificil un pato.

– Venga, dibujeme uno. No crea que no pienso en el sistema mientras tanto.

– ?Un pato como? ?En vuelo, en reposo, zambullendose?

– Espere -dijo el medico levantandose-, voy a buscar un papel mejor.

Aparto los platos y puso unas hojas en blanco delante de Adamsberg.

– Un pato en vuelo.

^? Macho, hembra?

– Los dos, si puede.

Luego Josselin pidio sucesivamente una costa rocosa, una mujer pensativa y un Giacometti si podia ser. Agitaba los dibujos acabados para secar la tinta y los ponia bajo la lampara.

– Esto si son dedos de oro, comisario. Francamente, me gustaria examinarlo. Pero usted no quiere. Todos tenemos cuartos cerrados en los que no queremos que irrumpa cualquiera, ?verdad? Pero tranquilo, no soy vidente, solo un positivista sin imaginacion. Usted es diferente.

El medico coloco cuidadosamente los dibujos en el borde de la ventana y se llevo los vasos y la botella al salon, con las representaciones del cuerpo de Vaudel.

– ?Que ha deducido usted? -pregunto poniendo su manaza sobre el dibujo, senalando codos, tobillos, rodillas, cabeza.

– Que el asesino destruyo lo que hacia funcionar el cuerpo, las articulaciones, los pies. Eso nos lleva muy lejos.

– Cerebro, higado, corazon, tambien sigue la idea de la separacion de las almas, ?verdad?

– Es lo que dice mi adjunto. Es mas que un asesino, es un aniquilador, un Zerquetscher, dice el comisario austriaco. Destruyo a un hombre cerca de Viena.

– ?De la familia de Vaudel?

– ?Por que?

Josselin vacilo, se dio cuenta de que no quedaba vino, saco de un armario una gran botella verde.

– Aguardiente de pera, le apetece, ?verdad?

No, no le apetecia, el dia habia sido demasiado largo. Pero dejar a Josselin solo con su aguardiente de pera podia fisurar la buena armonia. Adamsberg lo miro llenar dos vasitos.

– Lo que encontre en la cabeza de Vaudel no era una simple zona bloqueada, era mucho peor.

El medico se callo, parecia no estar todavia seguro de tener derecho a hablar. Levanto el vaso, lo volvio a dejar.

– ?Que habia, doctor, en la cabeza de Vaudel?

– Una jaula hermetica, un cuarto encantado, un calabozo negro. El vivia obsesionado con lo que contenia.

– ?Que era?

– El mismo. Con su familia al completo y su secreto. Todos alli encerrados, todos callados, todos lejos del mundo.

– ?Creia que alguien lo mantenia encerrado?

– No, no me entiende usted. Vaudel se habia encerrado a si mismo, se habia escondido voluntariamente, se habia disimulado a los ojos de los demas. Protegia a los ocupantes del calabozo.

– ?Los protegia de la muerte?

– De la aniquilacion. Habia otras tres cosas patentes en el: un apego desaforado a su apellido, a su patronimico. Un desgarro no resuelto respecto a su hijo, entre el orgullo y el rechazo. Queria a Pierre, pero no queria que existiera.

– No le dejo nada, su testamento es a favor del jardinero.

– Es logico. Si no deja nada es que no tiene hijo.

– No creo que Pierre lo haya entendido asi.

– Seguro que no. Por ultimo, Vaudel estaba dotado de un orgullo ilimitado, tan total que le generaba una sensacion de invencibilidad. Yo nunca habia visto una cosa asi. Eso es todo lo que puede decirle el medico, comprendera por que me importaba tanto ese paciente. Pero Vaudel era fuerte, su resistencia a mi tratamiento era feroz. Toleraba que le arreglara una torticolis o un esguince. Incluso me adulo cuando le quite el vertigo y la sordera naciente. Aqui -derivo el medico dandose palmadas en la oreja-. Pero me odiaba cuando me aproximaba al calabozo negro y a los enemigos que lo rodeaban.

– ?Quienes eran esos enemigos?

– Todos los que querian destruir su poder.

– ?Les tenia miedo?

– Por una parte, lo suficiente para no querer tener hijos con objeto de no exponerlos al peligro. Por otra, ningun miedo, debido a ese sentimiento de superioridad que le he mencionado. Sentimiento ya floreciente cuando se ocupaba de la justicia, cuando ejercia ese derecho de vida o de muerte sobre los demas. Ojo, comisario, lo que le estoy describiendo no es la realidad, sino la de el.

– ?Estaba loco?

– Totalmente si se considera que vivir conforme a la logica de un mundo que no es la logica del mundo es estar loco. Pero en absoluto si se tiene en cuenta que era riguroso y coherente en su organizacion y que sabia conectarla con las reglas minimas del orden social general.

– ?Habia identificado a sus enemigos?

– Todo lo que accedio a decir de ellos sugeria una lucha primaria entre bandas. Con poder en juego.

– ?Conocia sus nombres?

– Seguramente. No se trataba de enemigos cambiantes, de demonios volatiles que pudieran surgir de cualquier sitio y de ninguna parte. El lugar que ocupaban en su cabeza nunca variaba. Vaudel era paranoico, aunque solo fuera por esa certeza de su poder y ese aislamiento creciente. Pero todo era racional y realista en su guerra, y aquellos contra quienes luchaba tenian sin duda nombre y cara para el.

– La guerra es oculta, los enemigos quimericos. Pero la realidad entra una noche en su teatro, y lo asesinan.

– Si. ?Habra acabado amenazando realmente a sus «enemigos»? ?Les habra hablado, los habra agredido? Ya sabe lo que se dice, ?verdad? El paranoico acaba engendrando los odios que sospechaba. Su invencion cobra vida.

Josselin propuso una nueva ronda de aguardiente, que Adamsberg rechazo. El medico se fue con paso ligero hasta el armario y guardo cuidadosamente la botella.

– Normalmente no tendriamos por que volvernos a ver, comisario, puesto que mi conocimiento sobre Vaudel no va mas alla. Seria mucho pedirle que viniera a verme otro dia, ?verdad?

– ?Para mirarme la cabeza?

– Por supuesto. A menos que encontremos otro motivo menos intimidante. ?No tiene algun dolor de espalda molesto? ?Anquilosamiento? ?Opresion? ?Dificultades de transito? ?Frio, calor? ?Alguna neuralgia? ?Una sinusitis? No, nada de eso, ?verdad?

Adamsberg sacudio la cabeza sonriente. El medico entorno los ojos.

– ?Acufenos? -propuso como un comerciante que hiciera una oferta.

Вы читаете Un lugar incierto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату