nombre de la victima) vivio un tiempo en Kisilova y que Slavko le hablo de el. Como si Vaudel hubiera huido de sus enemigos refugiandose en Kisilova.
La historia no era muy buena, pero colo porque sono la campana para anunciar la cena, que decidieron tomar en su compartimento, como personalidades. Vladislav se informo acerca del sentido de «lenguaditos a la Plogoff». A la bretona, le explico el camarero italiano, servidos con una salsa de almejas especialmente traidas de Plogoff, en la punta del Raz. Les tomo nota, con aspecto de considerar que ese hombre en camiseta, con pinta de extranjero y pelo negro cubriendole los brazos, no era una autentica personalidad, igual que su companero.
– Cuando se es velludo -dijo Vladislav una vez que se hubo ido el camarero-, los hombres le mandan a uno viajar en el vagon del ganado. Me viene de mi madre -anadio con melancolia tirandose de los pelos del brazo, antes de reirse inopinadamente a carcajadas, tan rapido como se rompe un jarron.
La risa de Vladislav era organicamente comunicativa, y parecia saber reir de nada y sin ayuda de nadie.
Despues de los lenguaditos a la Plogoff, el valpolicella y los postres, Adamsberg se tumbo en su cama con las carpetas. Leerlo todo, retomarlo todo. Era la parte del trabajo mas ardua para el. Esas fichas, esos informes, esas exposiciones formales en que ninguna sensacion resultaba palpable.
– ?Como hace para entenderse con Adrianus? -interrumpio Vladislav mientras Adamsberg se afanaba con la carpeta alemana, leyendo concienzudamente la ficha de Frau Abster, domiciliada en Colonia, setenta y seis anos-. ?Y sabe que el lo reverencia y, al mismo tiempo, usted le pone los nervios de punta?
– Todo pone a Danglard los nervios de punta. Lo hace el solo.
– Dice que no puede entenderlo.
– Como el agua y el fuego y el aire y la tierra. Lo que si se es que, sin Danglard, la Brigada iria desde hace tiempo a la deriva para acabar clavada en algun escollo.
– En la punta del Raz por ejemplo. En Plogoff. Quedaria muy elegante. Y alli, naufragado con Adrianus, usted encontraria los lenguaditos del tren Venecia-Belgrado, seria un consuelo.
Adamsberg no avanzaba en la lectura del informe, bloqueado en la linea 5 de la ficha de Frau Abster, nacida en Colonia de Franz Abster y Erika Plogerstein. Danglard no lo habia prevenido contra la chachara compulsiva de Vladislav, que anegaba su poca concentracion.
– Tengo que leer de pie -dijo Adamsberg levantandose.
– Formidable.
– Le dejo, me voy a andar al pasillo.
– Vaya, ande, lea. ?Le molesta que fume? Aireare la cabina.
– No se preocupe.
– A pesar de mi pilosidad, no ronco. Como mi madre. ?Y usted?
– De vez en cuando.
– Que le vamos a hacer -dijo Vladislav sacando papel de liar y toda la pequena parafernalia.
Adamsberg se deslizo afuera. Con suerte, al volver encontraria a Vladislav revoloteando por el compartimento en medio de efluvios de cannabis y mudo. Deambulo con las carpetas rosa y verde hasta que se apago la luz, casi dos horas despues. Vladislav dormia con la sonrisa puesta y el torso desnudo, el pelaje negro como un gato nocturno.
Adamsberg tuvo la impresion de dormirse deprisa pero superficialmente, con una mano encima del vientre, esas cosas de pescado, quiza, que no digeria. O los cinco o seis dias que tenia por delante. Se dormia unos minutos, reafloraba a la vigilia, se exasperaba en las parcelas de suenos contra ese plato a la Plogoff que parecia querer horadar un agujero en su cabeza y molestarle la noche entera. La ficha de Frau Abster se superpuso al menu de la cena, se mezclo con los lenguaditos, se dibujo con las mismas letras caligrafiadas, «Frau Abster, nacida en Plogoff de Franz Abster y Erika Plogerstein». Los hilos se enredaban estupidamente, Adamsberg se puso de costado para deshacerse del lio. O no estupidamente. Abrio los ojos, acostumbrado a reconocer esa alarma que sonaba antes de que supiera de que se trataba.
Se trataba del apellido de «Frau Abster, nacida de Franz Abster y Erika Plogerstein», penso mientras encendia la lamparita. Habia algo en ese nombre. Mas bien en el de su madre, Plogerstein, que habia chocado contra los lenguaditos a la Plogoff. ?Y por que? En el momento en que, sentado, rebuscaba sin ruido en su mochila para sacar la carpeta, el apellido de la victima austriaca vino a engancharse a la mezcla Plogerstein-Plogoff. Conrad Plogener. Adamsberg saco la ficha del hombre asesinado en Pressbaum y la coloco bajo la luz. «Conrad Plogener, domiciliado en Pressbaum, nacido el 9 de marzo de 1961 de Mark Plogener y Marika Schussler.»
Plogerstein, Plogener. Adamsberg dejo la carpeta rosa en desorden sobre la cama y extirpo la carpeta blanca, francesa. «Pierre Vaudel, nacido de Jules Vaudel y de Marguerite Nemesson.»
Nada. Adamsberg sacudio el hombro del gato peludo que dormia a su lado en pose elegante, hecha para un compartimento de lujo.
– Vlad, necesito una informacion.
El joven abrio los ojos sorprendido. Se habia soltado el pelo, y su cabellera negra lo cubria hasta los hombros.
– ?Donde estamos? -pregunto como un nino que no reconoce su habitacion.
– En el Venecia-Belgrado. Esta con un policia, y vamos hacia Kisilova, el pueblo de su abuelo, de su Dedo.
– Si -dijo Vladislav con firmeza, restableciendo las conexiones.
– Lo despierto, necesito un dato.
– Si -repitio Vladislav, y Adamsberg se pregunto si no estaria todavia revoloteando.
– ?Como se llamaban los padres de su Dedo? ?El apellido empezaba por «Plog»?
Vladislav se echo a reir a carcajadas en la noche, se froto los ojos.
– ?«Plog»? -dijo sentandose-. No hay Plog, no.
– ?Y su padre? Su biz-dedo, ?como se llamaba?
– Milorad Moldovan.
– ?Y su madre, su biz-deda?
– No es «deda», Adamsberg, es Baba.
Vladislav se rio de nuevo brevemente.
– Baba se llamaba Natalija Arsinijevic.
– ?Y alrededor de Dedo? Sus amigos, sus parientes… ?No hay algun Plog en algun sitio?
Y Vladislav se acosto de nuevo dandole la espalda, riendose todavia bajo el pelo.
– Si -dijo incorporandose inmediatamente-, hubo un Plog. Era un profesor de historia que tuvo de quien nos hablo mucho, Mihai Plogodrescu. Un primo rumano que habia ido a dar clase a Belgrado, y que vivio en Novi Sad, y en Kiseljevo cuando se jubilo. Siempre estaban juntos, como dos hermanos con quince anos de diferencia. Lo increible es que murieron con un dia de diferencia.
– Gracias, Vlad, vuelve a dormirte.
Adamsberg salio sin hacer ruido al pasillo, andando por la moqueta azul noche, y contemplo su hoja de libreta: Plogerstein, Plogener, Plogoff, Plogodrescu. Un magnifico conjunto del que habia que excluir, por supuesto, los lenguaditos, que no pintaban nada alli. Aunque sea ingrato, penso Adamsberg tachando el nombre breton, porque no habria llegado a nada sin ellos. Sus relojes marcaban entre las dos y cuarto de la manana y las tres cuarenta y cinco. Desperto a Danglard, que no tenia un caracter feliz por la noche.
– ?Problemas? -mascullo el comandante.
– Danglard, lo siento. Su sobrino no para de reirse y aqui no hay quien duerma.
– Era igualito de pequeno. Posee un caracter feliz.
– Si, ya me lo habia dicho. Danglard, encuentreme urgentemente los apellidos de los abuelos del viejo Vaudel, de sus dos ramas, si hace falta remontese mas atras, tan atras como haga falta hasta que encuentre un Plog.
– ?Como «un plog»?
– Un patronimico que empiece por «Plog». Como Plogerstein, Plogener, Plogoff, Plogodrescu. El apellido de soltera de Frau Abster es Plogerstein, el Conrad asesinado en Pressbaum se llamaba Plogener, y el primo de su tio Slavko se llamaba Plogodrescu. Son sus pies los que estan en Jaichgueit, no los de su tio. Es un consuelo.