asesinado tambien, pero ?por quien? La caza mortal no habia finalizado, y Pierre Vaudel, descendiente de Peter Plogojowitz, la temia aun. Hasta poner en guardia a otra de las descendientes del difunto, Frau Abster- Plogenstein, con ese КИСЕЉЕВО lanzado como una senal de alerta. «Guarda nuestro reino, resiste siempre, fuera del alcance de todo mal queda Kisilova.»
Nada que ver con un mensaje de amor, por supuesto. Era una advertencia imperiosa, un ruego para que los Plogojowitz estuvieran protegidos y que cada uno pusiera de su parte. ?Sabia Vaudel del asesinato de Conrad Plogener? Seguramente. Sabia por tanto que la vendetta se habia reanudado, suponiendo que se hubiera interrumpido. El viejo temia que lo mataran, habia redactado su testamento despues del crimen de Pressbaum, apartando en lo posible al hijo de su descendencia. Josselin se habia equivocado en un punto, los enemigos de Vaudel no tenian nada de imaginario. Tenian efectivamente cara y nombre. Tambien ellos debian de haber echado raices en ese sitio, en las dos primeras decadas del siglo XVIII. O sea hacia casi trescientos anos.
Adamsberg se sento en los troncos, se hundio las manos en el pelo, anonadado. Trescientos anos despues proseguia una guerra de clanes que alcanzaba cimas de crueldad. ?Con que objeto? ?Por que razon? Un tesoro oculto, habria respondido un nino. Poder, potencia, dinero, habria dicho un adulto, lo cual venia a ser lo mismo. ?Que hiciste, Peter Blagojevic-Plogojowitz, para legar esa suerte a tus descendientes? ?Y que te hicieron? Adamsberg paso sus dedos por la piedra, que el sol habia calentado, murmurando sus preguntas, dandose cuenta de que, si el sol daba en su rostro y en el dorso de la piedra, era que esta no habia sido erigida al este, hacia Jerusalen. Estaba invertida, plantada al oeste. ?Un asesino? ?Mataste a los habitantes del pueblo, Peter Plogojowitz? ?O a una de sus familias? ?Saqueaste la region, devastaste, aterrorizaste? ?Que hiciste para que Zerk luche aun contra ti, con sus costillas pintadas en blanco sobre su torso?
?Que hiciste, Peter?
Adamsberg copio minuciosamente la larga inscripcion, aplicandose en reproducir las extranas letras lo mejor que podia.
Пролазниче, продужи својим путем, не осврћи се и не понеси нищта одавде. Ту лежи проклетник Петар БЛагојевић, умревщи лета господњег 1725 у својој 62 години. Нека би му клета дума нащла покоја.
32
Su habitacion de techo alto estaba sobrecargada de viejas alfombras de colores; la cama, cubierta con un edredon azul. Adamsberg se dejo caer en ella, con las manos cruzadas detras de la nuca. El cansancio del viaje le pesaba en los miembros, pero sonreia con los ojos cerrados, feliz de haber extirpado la raiz de los Plog e incapaz de comprender su historia. No tenia fuerzas para hablar de ello con Danglard, le mando dos breves mensajes de texto;
Danica, que, bien mirada, era redondita y guapa, y no debia de tener mas de cuarenta y dos anos, llamo a la puerta, despertandolo despues de las ocho, segun sus relojes.
El lenguaje de los signos cubria facilmente lo esencial de las funciones vitales.
La gente no paraba de sonreir, alli en Kisilova, y de ese lugar singular venia quiza el «caracter feliz» del tio Slavko y de su sobrino Vladislav. Descendencia que le hizo pensar en su propio hijo. Envio algunos pensamientos al pequeno Tom, que estaba en alguna parte en Normandia, y cayo del edredon. Enseguida habia tomado carino a ese edredon azul palido ribeteado con cordon de pasamaneria y gastado en las esquinas, mas atractivo que el rojo vivo que le habia regalado su hermana. Ese olia a heno o a diente de leon, incluso quiza a burro. Cuando bajaba la escalerita de madera, su portatil vibro en su bolsillo trasero, como un grillo nervioso que le hiciera cosquillas en la piel. Consulto la respuesta de Danglard. Una respuesta clara: «Inepto».
Vladislav lo esperaba en la mesa, con los cubiertos plantados verticalmente en sus punos.
– ?Ha visto paisaje? -pregunto el joven.
– El Danubio y la linde del bosque oscuro. Una mujer vino para impedir que fuera alli. Hacia el bosque.
Busco el rostro de Vlad, que comia cabizbajo mirando el plato.
– Pero fui igualmente -insistio Adamsberg.
– Formidable.
– ?Que quiere decir? -dijo Adamsberg poniendo en la mesa la hoja en la que habia copiado la inscripcion grabada en la estela.
Vlad cogio la servilleta, se seco lentamente los labios.
– Gilipolleces.
– Ya, pero ?cuales?
Vlad resoplo por la nariz, expresando su desacuerdo.
– De todos modos, lo habria visto tarde o temprano, aqui es inevitable.
– ?Y bien?
– Ya se lo he dicho. No quieren hablar de ello, eso es todo. El que esa mujer lo haya visto ir ya es malo. No se sorprenda si manana lo echan. Y si quiere proseguir su investigacion sobre Vaudel no los provoque con eso. Ni con eso ni con la guerra.
– No he dicho nada sobre la guerra.
– ?Ve al tipo que esta detras de nosotros? ?Ve lo que hace?
– Lo he visto. Dibuja en el dorso de su mano.
– Todo el dia se dibuja circulos y cuadrados, en naranja, verde, marron. Estuvo en la guerra -anadio Vlad bajando el tono-. Desde entonces se colorea redondeles en la mano sin decir palabra.
– ?Y los demas hombres?
– Kiseljevo sufrio relativamente poco. Porque aqui no se deja a las mujeres y ninos solos en el pueblo. Muchos consiguieron esconderse, muchos se quedaron. No hable del bosque, comisario.
– Esta ligado a mi investigacion, Vlad.
– Plog -dijo Vladislav irguiendo el dedo corazon, lo que daba un nuevo significado a la onomatopeya-. Nada que ver.
Danica, que se habia arreglado las guedejas rubias, les trajo los postres y puso sin preguntar dos vasitos delante de sus platos.
– Prudencia -aconsejo Vlad-. Es
– ?Que quiere decir?
– Aguardiente de frutas.
– Hablo de la inscripcion en la piedra.
Vladislav rechazo la hoja sonriendo, se sabia la inscripcion de memoria, como todos los conocedores de Kisilova.
– Solo un
– Ya le he hablado de eso. Lo sabe.
– No me extrana de el. ?Que dice?
– «Inepto.»
– Adrianus nunca me decepciona.
– Vlad, ?que pone en la estela?
– «Tu que vienes ante esta piedra» -recito Vlad-, «pasa de largo sin oir y nada recojas del suelo que la rodea. Aqui yace el alma condenada de Petar Blagojevic, muerto en 1725 a la edad de 62 anos. Que su espiritu maldito