ja! Slavko unuk! Zar me ne poznajes?

El anciano, muy bajito, enjuto y algo sucio, se echo atras para examinar a Vladislav y lo estrecho entre sus brazos explicando con gestos que habia crecido mucho, que la ultima vez era asi de pequeno.

– Ve que tengo un amigo extranjero, no quiere molestar -explico Vladislav sentandose de nuevo, con las mejillas incendiadas-. Arandjel era el gran amigo de mi Dedo. No temian nada, ni uno ni otro.

– Voy a salir a caminar -dijo Adamsberg al acabar el postre, unas bolas dulces cuyos componentes no identificaba.

– Primero tome el cafe, u ofendera a Danica. ?Por donde piensa ir a caminar?

– Hacia el bosque.

– No, no les gustara. Vaya mejor a la orilla del rio, es mas natural. Me haran preguntas. ?Que les decimos? No puedo decir que es usted policia, imposible, eso aqui hunde a cualquiera.

– Eso hunde a cualquiera en todas partes. Digales que he sufrido un shock psicoemocional y que me han recomendado un lugar tranquilo.

– ?Y por eso ha venido hasta aqui? ?A Serbia?

– Digamos que mi baba habia conocido a su dedo.

Vlad se encogio de hombros. Adamsberg ingirio su kaa de un trago y saco un boligrafo del bolsillo.

– Vlad, ?como se dice «hola», «gracias», «frances»?

– «Dobro vece», «hvala», «francuz».

Adamsberg se lo hizo repetir y escribio las palabras a su manera en el dorso de su mano.

– No hacia el bosque -repitio Vladislav.

– Ya lo he entendido.

El joven lo miro alejarse antes de hacer una sena a Arandjel indicando que la via estaba libre.

– Ha sufrido un shock psicoemocional, necesita caminar a orillas del Danubio. Es amigo de un amigo de Dedo.

Arandjel deslizo hacia Vladislav un vasito de rakija. Danica miro al extranjero alejarse solo, con expresion un tanto inquieta.

31

Adamsberg dio primero tres vueltas al pueblo, con los ojos muy abiertos para absorber los lugares nuevos y, siguiendo su sentido instintivo de la orientacion, localizo rapidamente las calles y callejuelas, la plaza, el cementerio nuevo, las escaleras de piedra, una fuente, la plaza del mercado. Los elementos de la decoracion le eran desconocidos, los letreros escritos en cirilico, los mojones en rojo y blanco. Los colores cambiaban, la forma de los tejados, la textura de las piedras, las hierbas silvestres, pero el no se desorientaba, a gusto como se sentia en los sitios perdidos. Localizo los caminos hacia pueblos vecinos, hacia campos que se extendian hasta perderse de vista, hacia el bosque, hacia el Danubio, algunas viejas barcas en la ribera. Al otro lado, las estribaciones azuladas de los Carpatos cayendo abruptamente en las aguas del rio.

Encendio uno de los ultimos cigarrillos de Zerk con su mechero negro y rojo, y se dirigio hacia el oeste, hacia el bosque. Una aldeana tiraba de una pequena carreta y, al cruzase con ella, se estremecio con el recuerdo de la mujer del tren. Nada comparable, esta estaba algo arrugada, llevaba una sencilla falda gris. Pero tenia un grano en la mejilla. Consulto el dorso de la mano.

– Dobro vece -dijo-. Bonjour. Francuz.

La mujer no contesto, pero no se fue. Corrio tras el sin soltar su carreta, lo agarro del brazo. En la lengua universal del «si» y del «no», le explico que no habia que ir por alli, y Adamsberg le aseguro que queria ir por alli. Ella insistio, acabo soltandolo, como desolada.

El comisario reanudo su camino, penetro en el bosque ralo, cruzo dos claros donde subsistian unas cabanas en ruinas y se topo, al cabo de dos kilometros, con un frente de arboles mas denso. El camino se acababa alli, en ese ultimo espacio de hierbas silvestres. Adamsberg se sento en un tocon, un poco sudado, escucho el viento que se alzaba del este, encendio el penultimo cigarrillo. Un crujido lo alerto. La mujer estaba alli, sin la carreta, mirandolo de un modo mitigado, desesperacion y colera.

– Ne idi tuda!

– Francuz -dijo Adamsberg.

– On te je privukao! Vrati se! On te je privukao!

Le senalo un punto al final del pequeno claro, hacia los troncos de los arboles, y se encogio de hombros desanimada, como si ya hubiera hecho bastante y la causa estuviera perdida. Adamsberg la miro irse, casi corriendo. Las recomendaciones de Vlad y la obstinacion de la mujer propulsaban su voluntad en sentido inverso, y llevo su mirada al fondo del claro. En la entrada del bosque, en el lugar senalado por la mujer, distinguia una pequena eminencia cubierta de piedras y de troncos que habria podido ser, en su tierra, las ruinas de un refugio de pastores. Alli debia de vivir el demonio cuya historia contaba el tio Slavko al joven Danglard.

Con el cigarrillo colgando del labio, en la actitud del padre, camino hacia el tumulo. En el suelo, medio invadidos de hierba, estaban alineados una treintena de gruesos troncos que cubrian la superficie de un largo rectangulo. Sobre ese espesor de madera rugosa habian colocado otras tantas piedras, como si los lenos pudieran haber salido volando. Una gran piedra gris se alzaba al final del rectangulo, estriada, groseramente tallada y grabada en toda su altura. Nada que ver con ruinas y todo que ver con una tumba, pero una tumba prohibida, a juzgar por la determinacion de la mujer. Un personaje sagrado, tabu, estaba enterrado aqui, lejos de los demas, fuera del cementerio, una madre soltera muerta de parto, un actor desgraciado, un nino no bendecido. Alrededor de la tumba, los vastagos de las ramas estaban cortados formando un marco desagradable de troncos nacientes y podridos.

Adamsberg se sento en la hierba tibia y raspo pacientemente el musgo que cubria la estela gris con la ayuda de laminas de corteza y palitos. Estuvo una hora placenteramente absorto en su labor, rascando suavemente la piedra con las unas, pasando una ramita mas fina en el hueco de las letras. A medida que despejaba la inscripcion, comprendia que los caracteres le resultaban extranos y que la larga frase estaba escrita en cirilico. Solo las cuatro ultimas palabras estaban escritas en alfabeto latino. Se enderezo, froto una ultima vez la piedra con la mano y retrocedio un paso para leer.

Plog, habria dicho Vladislav, y en ese caso habria significado «tocado», «encontrado». De un modo u otro, la habria descubierto. Ese dia o el siguiente, sus pasos lo habrian llevado hasta alli, se habria sentado frente a esa piedra, delante de la raiz de Kisilova. No entendia el largo epitafio en serbio pero las cuatro palabras en alfabeto latino eran muy comprensibles y le bastaban ampliamente: «Petar Blagojevic – Peter Plogojowitz». Luego venian las fechas de nacimiento y muerte, «1663-1725». Sin cruz.

Plog.

Plogojowitz, como Plogerstein, Plogener, Plog y Plogodrescu. Aqui yacia el origen de la familia victima. El patronimico original: Plogojowitz o Blagojevic. Luego el apellido habia sido deformado o adaptado segun los paises a los que los descendientes dispersados habian ido a parar. Aqui yacia la raiz de la historia y la primera de las victimas, el antepasado exiliado, a quien estaba prohibido hacer visita u ofrenda, expulsado al linde del bosque. Sin duda

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