– ?Y Plogoff?

– Unos lenguaditos que comimos anoche Vlad y yo.

– Bueno -dijo Danglard abandonando-, imagino que es urgente. ?En que piensa?

– En una vieja familia. ?Lo recuerda? ?La vendetta que temia Vaudel?

– ?Una vendetta contra la familia Plog? ?Y por que esos Plog no llevan el mismo apellido?

– Diaspora, o disimulacion de patronimico por necesidad.

Liberado, Adamsberg consiguio dormir dos buenas horas antes de que Danglard volviera a llamarlo.

– Ya tengo al Plog -dijo-. Se trata de su abuelo paterno, procedente de Hungria.

– ?Su apellido, Danglard?

– Se lo acabo de decir: Plog. Andreas Plog.

30

Vladislav pegaba la nariz a la ventana, comentando la aproximacion del tren a Belgrado como si se tratara de un verdadera aventura, soltando de vez en cuando la palabra «plog» y divirtiendose solo. El humor del traductor conferia a la expedicion un cariz de alegre escapada mientras que esta iba tomando tintes mas oscuros en la mente de Adamsberg a medida que iba aproximandose al hermetico Kisilova.

– Belgrado, la «ciudad blanca» -anuncio Vladislav cuando el tren frenaba en la estacion-. Una ciudad preciosa, no tendremos tiempo de verla, nuestro autobus sale dentro de media hora. ?Suele despertar a la gente por las noches para saber si hay un plog en su familia?

– Los policias siempre despiertan a los demas por las noches. Y los demas los despiertan tambien. Valio la pena, habia un plog.

– Plog -repitio Vladislav ensayando ese nuevo sonido como si soltara una burbuja de aire-. Plog. ?Y por que queria saberlo?

– Plogerstein, Plogener, Plogoff, Plogodrescu y Plog a secas -recito Adamsberg-. Si retiramos Plogoff, esos cuatro apellidos estan ligados al asesinato de Garches. Dos son victimas, una tercera es amiga de una victima.

– ?Y que tiene que ver eso con mi Dedo? ?Su primo Plogodrescu fue victima?

– Si, parcialmente. Eche una ojeada al pasillo, la mujer con traje beige de entre cuarenta y cincuenta anos, con un grano en la mejilla y expresion ausente. Ocupaba el compartimento de al lado. Observela mientras bajamos.

Vladislav fue el primero en pisar el anden y tendio el brazo de gato velludo a la mujer con traje para ayudarla a bajar la maleta. Ella dio las gracias sin entusiasmo y se alejo.

– Elegante, rica, bonito cuerpo, mala cara -comento Vladislav mirandola alejarse-. Plog, yo no me aventuraria.

– Usted fue al bano esta noche.

– Usted tambien, comisario.

– Ella habia dejado entreabierta la puerta de su compartimento, se la veia leer. Era ella, ?no?

– Si.

– Es curioso que una mujer sola no se encierre en un tren de noche.

– Plog -dijo Vladislav, que parecia utilizar esa nueva onomatopeya para decir «ciertamente» o «de acuerdo» o «claro», Adamsberg no lo sabia muy bien. El joven parecia disfrutar de esa palabra inedita como de un caramelo nuevo, que uno come demasiado al principio.

– A lo mejor esperaba a alguien -propuso Vladislav.

– O trataba de oir a alguien. A nosotros por ejemplo. Creo que estaba en mi vuelo Paris-Venecia.

Los dos hombres subian al autobus, «direccion Kaluderica, Smederevo, Kostolac, Klicevac y Kiseljevo», anuncio el conductor, y esos nombres daban a Adamsberg la sensacion de estar totalmente perdido, lo cual le gustaba. Vladislav echo una ojeada a los viajeros.

– Aqui no esta -dijo.

– Si me sigue, no puede estar aqui, se notaria mucho en un autobus. Tomara el siguiente.

– ?Y como sabra donde nos bajamos?

– ?Hemos hablado de Kisilova durante la cena?

– Antes -dijo Vladislav recogiendose el pelo, con la goma entre los dientes-. Con el champan.

– ?Habiamos dejado la puerta abierta?

– Si, por los cigarrillos. Por lo demas, una mujer sola tiene derecho a ir a Belgrado.

– ?Quien en este autobus no le parece de origen eslavo?

Vladislav recorrio el vehiculo en toda su longitud, como si buscara algun objeto perdido, y se sento al lado de Adamsberg.

– El hombre de negocios, mas bien suizo o frances; el senderista, mas bien aleman del norte; la pareja, franceses del sur o italianos. La pareja esta en los cincuenta, y va de la mano, lo cual es insolito para un viejo matrimonio en un viejo autobus serbio. Los tiempos no invitan al turismo en Serbia.

Adamsberg le hizo una sena vaga sin responder. No hablar de la guerra. Danglard le habia machacado tres veces esa consigna.

Nadie bajo detras de ellos en la pequena parada de Kiseljevo. Una vez fuera, Adamsberg alzo rapidamente la mirada hacia la ventana y le parecio que el hombre de la pareja insolita los miraba.

– Solos -dijo Vladislav estirando sus brazos flacos hacia el cielo puro-. Kiseljevo -anadio senalando el pueblo con orgullo, con sus paredes coloridas y sus techos apinados, el campanario blanco plantado en medio de las colinas y el Danubio brillando a sus pies.

Adamsberg saco su ficha de viaje y le enseno el nombre de quien iba a alojarlos, Krcma.

– No es un nombre propio -dijo Vladislav-, significa «posada». La patrona, si sigue siendo la misma, Danica, me hizo beber mi primer trago de pivo. De cerveza -preciso.

– ?Como se pronuncia?

– Con «sh», krshma.

– Krusma.

– Puede pasar.

Adamsberg siguio a Vladislav hasta la «krusma», una casa alta de maderas de color decoradas con volutas. Las conversaciones se pararon al entrar ellos, y los rostros suspicaces que se volvieron para mirarlos le recordaron a Adamsberg en todo punto los de los normandos del cafe de Haroncourt o los de los bearneses del bar de Caldhez. Vladislav se anuncio a la patrona, firmo el registro y explico que era el biznieto de Slavko Moldovan.

– ?Slavko Moldovan! -dijo Danica y, por sus gestos, Adamsberg comprendio que Vlad habia crecido desde aquellos tiempos, que entonces no era asi de pequeno.

La atmosfera cambio inmediatamente, vinieron a estrechar la mano a Vladislav, las posturas se volvieron acogedoras, y Danica, que parecia dulce como su nombre, los instalo al instante para comer, eran las doce y media. Habia burecis de cerdo, anuncio poniendo una jarra de vino blanco en la mesa.

– Es Smederevka, desconocido pero muy bueno -dijo Vladislav llenando los vasos-. ?Como piensa hacer para encontrar el rastro de su Vaudel? ?Ensenando su foto por todas partes? Fatal. Aqui, como en cualquier sitio, no gustan los curiosos, los policias, los periodistas, los investigadores. Habria que encontrar otra solucion. Pero aqui tampoco gustan los historiadores, los videastas, los sociologos, los pirados y los etnologos.

– Eso es bastante gente. ?Por que no quieren curiosos? ?Por la guerra?

– No, porque los curiosos hacen preguntas, y no quieren mas preguntas. Quieren vivir de otra manera. Salvo el -dijo senalando a un hombre mayor que acababa de entrar-. Solo el se atreve a soplar la llama.

Con semblante feliz, Vladislav cruzo la sala, agarro al recien llegado por los hombros.

– ?Arandjel! -dijo con voz fuerte-. To sam

Вы читаете Un lugar incierto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату