– Ya me lo imagino. ?Que son?
– Salchichas. ?Y en que mas pensaste?
– En respirar gota a gota. En un verso, tambien.
– ?Y te consolo algo? ?El cielo?
– Ningun cielo.
– ?Alguien?
– Nada, Vlad. Estaba solo.
– Si no pensaste en nada ni en nadie -dijo Vlad con la voz algo colerica-, no habrias pensado en ese verso. ?Que o quien te consolo?
– No tengo respuesta. ?Que es lo que te irrita?
El joven de caracter feliz bajo la cabeza, destruyendo su comida con la punta del tenedor.
– Que te buscaramos. Que no te encontraramos.
– No podias adivinarlo.
– No me lo creia, me daba igual. Fue Danica quien me forzo. Debi acompanarte cuando saliste ayer.
– No queria ser acompanado, Vlad.
– Arandjel me ordeno que lo hiciera -susurro-. Arandjel me dijo que no te dejara ni un momento. Porque habias entrado
– Y eso te hizo reir.
– Claro. No me plantee nada. No creo en esas cosas.
– Yo tampoco.
El joven asintio.
– Plog -dijo.
Danica sirvio a los dos policias, turbada, llevando su sonrisa de Adamsberg a Veyrenc. Adamsberg adivino una vacilacion debida a la presencia del nuevo desconocido. Lo cual no lo ofendio, puesto que no tenia intencion de acostarse con nadie en lo que le quedaba de existencia.
– ?Has pensado mientras andabas? -pregunto Veyrenc.
Adamsberg lo miro con aire sorprendido, como si Veyrenc no lo conociera, como si esperara de el una proeza imposible.
– Perdon -dijo Veyrenc indicando con una sena que retiraba lo dicho-. Quiero decir: ?podrias expresar algo?
– Si. En cuanto reconociste a Zerk en el periodico, me has estado vigilando paso a paso para que no le eche el guante. Solo porque era tu sobrino. Supongo entonces que le tienes carino y que lo conoces bien.
– Si.
– Cuando lo oiste hablar delante del panteon, ?era su voz?
– Estaba demasiado lejos. Cuando te encerro, ?era su voz?
– Solo hablo una vez con la puerta cerrada, y esa puerta era demasiado gruesa para oir, incluso si hubiera gritado, cosa que el no queria hacer. Habia metido una emisora por debajo de la puerta. Eso deformaba su voz. Pero su manera de hablar era la misma. «?Sabes donde estas, capullo?»
– No creo que haya dicho eso -reacciono Veyrenc.
– Lo ha dicho con todas las letras, y harias mejor en creerlo.
– Si alguien conoce a Armel, puede imitarlo.
– Si, es imitable. A veces se diria que se imita a si mismo.
– ?Lo ves?
– Veyrenc, ?tienes aunque solo sea un elemento que vaya a tu favor?
– Desconfio cuando un asesino abandona su ADN en el lugar del crimen.
– Yo tambien -dijo Adamsberg visualizando el casquillito debajo de la nevera-. ?Hablas del panuelito dejado en el jardin?
– Si.
– ?Tienes algo mas?
– ?Por que te habra hablado Armel solo una vez que te tuvo encerrado en el panteon?
– Para que no lo oyera.
– O para que no oyeras su voz, una voz que no habrias reconocido.
– Veyrenc, el chaval no nego el asesinato. ?Con que quieres salvarlo?
– Con lo que es. Lo conozco. Mi hermana se quedo en Pau despues de su nacimiento. Imposible volver al pueblo con un nino sin padre. Yo estaba en el liceo. Deje el internado para ir a vivir con ella durante siete anos. Luego hice mis estudios alli, me hice profesor, estuve con ellos todo el tiempo. Conozco a Armel como la palma de mi mano.
– Y ahora me diras que es un chico estupendo. Un buen chico que no aplastaba ni un sapo de pequenito.
– ?Por que no? Desde su infancia hasta ahora, rara vez lo he visto desquiciado. La ira no forma parte de su panoplia, ni el asalto, ni el insulto. Es inasible, indisciplinado, perezoso, incluso indiferente. Nadie consigue poner nervioso a Armel. En cambio, puede decirse sin temor a errar que el hombre que espachurro a Vaudel estaba nervioso.
– Eso se disimula.
– Adamsberg, el fondo de ese asesino es destruccion. A Armel no se le ocurre destruir porque ni siquiera piensa en construir. ?Sabes de que vive, eh? Fabrica joyas y las distribuye a vendedores. Sin mas ambicion. Vagabundea, no da importancia a gran cosa. Entonces dime, ?como un tipo asi tendria suficiente deseo y energia para pasar horas destrozando a Plogener y a Vaudel?
– Lo que vi en mi casa no era un joven placido. Yo de tu sobrino he visto el reverso. Vi a un tio particularmente irritado, un bruto, insultante, mordaz, surcado por el odio, que venia a
– Si -dijo Veyrenc turbado, sin ver siquiera a Danica cambiar los platos, traer el postre.
– O hay un Zerk
– ?Que quieres decir?
– Quiero decir: un papel, un personaje.
– Un segundo -dijo Adamsberg poniendo la mano sobre el brazo de Veyrenc para interrumpirlo-. Un papel. Si, es posible.
– ?Por que?
– Para empezar porque hablaba con sorna, demasiada sorna. Luego porque su camiseta era nueva. ?Ya lo habias visto vestido de gotico?
– Nunca. Se viste sin elegir, con lo primero que encuentra. Sin sabor, sin olor, sin valor. Esa es aproximadamente la idea que se hace de si mismo.
– ?Como reaccionaba cuando se le hablaba de su padre?
– De nino pasaba verguenza, de mayor bajaba la cabeza.
– Puede que haya otro elemento, Veyrenc. Mejor que ese panuelo caido del cielo, mejor que el bueno de tu sobrino, mejor que su camiseta nueva. Pero todo depende de tu saber.
Veyrenc miro a Adamsberg intensamente. Cualesquiera que fueran su rencor y sus sospechas de entonces, habia admirado a ese tipo, habia esperado algo de esos sobresaltos tranquilos en el momento mismo en que su inteligencia parecia anegada, aunque hubiera que sacar barriles de lodo para encontrar un gramo de oro.
– ?Existe en la familia de tu madre, entre tus antepasados cercanos o lejanos, un hombre, una mujer cuyo nombre te recuerde al de Arnold Paole?
Veyrenc se sentia decepcionado. Solo era otro barril de lodo.