– Y pienso que lo que conocia Emma Carnot era un zapato -anadio Adamsberg siguiendo otro pensamiento, atrapando un nuevo pez que saltaba de sus aguas-. Un zapato que habia visto hacia mucho tiempo, con un pie dentro, que relaciono con el descubrimiento de Jaichgueit y con Garches. Y que se relaciona con ella. Porque en eso, Veyrenc, hemos olvidado totalmente pensar.

– ?En que? -dijo Veyrenc reabriendo los ojos.

– En el que falta. En el pie dieciocho.

42

Desde el aeropuerto, Adamsberg habia convocado un coloquio en la Brigada, obligacion excepcional en ese domingo por la noche. Tres horas despues, todos habian asimilado mas o menos los ultimos acontecimientos de la investigacion, en el desorden y la confusion de las palabras, aumentados por el cansancio del comisario. Algunos decian en la pausa que era patente que el comisario habia pasado una noche momificado en un panteon helado al borde de la asfixia. Que su nariz aguilena se le habia quedado pinzada y que sus ojos se le habian hundido aun mas en lontananza. Saludaban a Veyrenc, le daban palmadas en la espalda, lo felicitaban. Estalere estaba sobre todo preocupado por Vesna, esa muerta sonrosada de casi tres siglos junto a quien Adamsberg habia pasado la noche. Solo el conocia la historia de Elisabeth Siddal y habia recordado cada detalle del relato del comandante Danglard. Quedaba un punto que no habia resuelto: ?Dante habia mandado abrir el ataud de su mujer por amor o para recuperar sus poemas? Segun los dias y su estado de animo, su respuesta variaba.

Habia zonas totalmente opacas en la exposicion del comisario. Como la presencia incomprensible de Veyrenc en Kisilova. Adamsberg no tenia ninguna intencion de informar a su equipo de que habia abandonado a un hijo llamado Zerk, que ese hijo acababa de aparecer recien llegado del infierno y que era el autor probable de los revolcaderos de Garches y de Pressbaum. Tampoco habia dicho palabra sobre las dudas ambiguas que suscitaba el caso de Weill. Y aparte de Danglard, el equipo no estaba al corriente del peligro que representaba Emma Carnot. Hecho que habria obligado a Adamsberg a exponer la traicion de Mordent, cosa que no estaba dispuesto a hacer. La chica, Elaine si ese era su nombre, iba a juicio en cuatro dias. Dinh habia conseguido retener la muestra durante tres dias enteros sin ser sancionado siquiera. Gracias, quiza, a lo divertido de su levitacion, real o sonada, que le merecia la indulgencia de sus companeros.

Adamsberg, en cambio, habia expuesto en detalle el enfrentamiento de las familias Paole y Plogojowitz. Es decir, resumiendo brutalmente las cosas, segun Retancourt, una guerra sin tregua entre dos linajes de vampiros aniquilandose mutuamente por algo acontecido hacia tres siglos. Y, dado que los vampiros no existen, ?que habia que hacer y por donde iba la investigacion?

En este punto resurgio con toda su fuerza el antagonismo que dividia a los miembros de la Brigada entre positivistas materialistas a quienes las divagaciones de Adamsberg indisponian gravemente, a veces hasta la indignacion, y los demas, conciliadores, que no veian mal palear nubes de vez en cuando.

Retancourt, primero floreciente de alegria de ver a Adamsberg vivo, se habia replegado en una pose hosca a la primera mencion de los vampiri y del lugar incierto. No le quedaba mas remedio que admitir que habia mucho Plog en los apellidos de las victimas y de su entorno. Que admitir que el viejo Vaudel, autentico biznieto de un Andreas Plog, habia escrito a Frau Abster, de soltera Plogerstein, para ponerla en guardia y recordarle que debia «mantener Kisilova lejos de todo mal», es decir proteger a la familia Plogojowitz, ni mas ni menos. Que habia estado encerrado en el panteon de las victimas de Peter. Que los pies cortados de Londres -para impedir a los muertos regresar- habian sido depositados en el feudo londinense de Plogojowitz, en Highgate. Que un par de esos pies pertenecia a Mihai Plogodrescu. Que la masacre de Pierre Vaudel-Plog y de Conrad Plogener correspondia estrictamente a la abolicion de una criatura vampirica: como ya se habia dicho, no solo habian sido asesinados, sino que habian sido aniquilados, empezando por las piezas principales que eran los pulgares de los pies y los dientes. Que se habia llevado a cabo una destruccion minuciosa del aparato funcional, del aparato espiritual y del aparato de manducacion. Que todo indicaba que esa triple destruccion tenia por objeto impedir la reconstitucion del cuerpo a partir de un solo fragmento, la recomposicion de la homogeneidad demoniaca. Como lo demostraba la dispersion de los fragmentos, al igual que se depositaba la cabeza del vampiro entre sus pies. Que Arandjel, el Danglard serbio, segun explico Adamsberg para apuntalar su discurso, aseguraba que la familia del soldado Arnold Paole habia sido presa tragica y cierta de Peter Plogojowitz.

Los positivistas estaban disgustados, los conciliadores asentian y tomaban notas. Estalere, por su parte, seguia con pasion el informe del comisario. Jamas habia puesto en duda una sola de sus palabras, ya fuera pragmatica o irracional. Pero en esos momentos de enfrentamiento intelectual entre el comisario y Retancourt, su afecto fetichista por la oronda mujer desgarraba su mente en dos mitades irreconciliables.

– No estamos buscando un vampir, Retancourt -dijo Adamsberg con firmeza-. No estamos buscando por los caminos a un tipo a quien clavaron una estaca en el corazon a principios del siglo XVIII. ?Lo tiene claro, teniente?

– No tanto.

– Estamos buscando un descendiente desequilibrado del linaje de Arnold Paole que conoce perfectamente a su antepasado y su historia. Que ha identificado a un ser externo como origen de su sufrimiento. Que ha designado al antiguo enemigo Plogojowitz. Que destruye todos sus vastagos para escapar a su propia suerte. Si un hombre matara todos los gatos negros porque esta convencido de que le traen mala suerte, ?no lo consideraria una locura, teniente? ?No seria imposible? ?No seria incomprensible?

– No -convino Retancourt apoyada por los grunidos de unos cuantos positivistas.

– Pues es lo mismo. Pero en mas grande. En gigantesco.

Tras la segunda pausa, Adamsberg expuso las consignas. Seguir la pista a los Plogojowitz, localizar posibles miembros de la familia y ponerlos bajo proteccion. Avisar al comisario Thalberg para poner a salvo a Frau Abster.

– Demasiado tarde -dijo la voz atiplada de Justin impregnada de afliccion.

– ?Como los otros dos? -pregunto Adamsberg tras un silencio.

– Lo mismo. Thalberg nos ha llamado esta manana.

– Obra de Arnold Paole -dijo Adamsberg mirando a Retancourt de manera prolongada-. Protejan a los demas -dijo-. Trabajen con Thalberg para localizar a los miembros de la familia.

– ?Zerk? -pregunto Lamarre-. ?Aumentamos los medios? La difusion de la foto todavia no ha dado resultado.

– Ese cabron esta ilocalizable -dijo Voisenet-. Seguramente estara volviendo de Colonia, pero ?para ir adonde? ?Para desmembrar a quien?

– Es posible -dijo Adamsberg dubitativo- que ese cabron no sea el ejecutor de Paole. No hay ningun Paole en su ascendencia materna.

– Puede -dijo Noel-, pero solo conocemos a la madre. Puede que los Paole esten en su rama paterna.

– Es posible -murmuro Adamsberg.

La foto de Zerk habia sido difundida en todas las comisarias, las gendarmerias, las estaciones, los aeropuertos, los sitios publicos, y lo mismo en Austria. Alemania, estremecida por la masacre de la anciana en Colonia, tomaba el relevo. Adamsberg no veia como el joven podria escapar a la red.

– Necesitamos una investigacion rapida y completa sobre el jefe del coro, el padre Germain. Maurel, Mercadet, ponganse a ello.

– ?Y Pierre hijo?

– Sigue libre -dijo Maurel-, y defendido por un abogado famoso.

– ?Que dice Avinon?

– Esos cretinos han logrado la hazana de perder la muestra -dijo Noel.

– ?Cual? -pregunto con suavidad Adamsberg.

– Los residuos de lapiz dejados por el hijoputa que fue a dejar el casquillo debajo de la nevera.

– ?Perdida definitivamente?

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