Exactamente como habia hecho, treinta anos antes, en el Torque, con el punzon de Raphael. Los mismos gestos. Arroja el tridente al Outaouais, que lo arrastra en sus cascadas hacia el San Lorenzo. Luego vagabundea, camina, cae en la inconsciencia y en un deseo de olvido. Cuando despierta, todo se ha sumido en las inaccesibles profundidades de la memoria.
Adamsberg se sintio helado y se cubrio con el edredon. Huir. El cuerpo a cuerpo. Pegarse desnudo a la piel de esa mujer. Condiciones extremas. Huir y vivir como un asesino acosado; tal vez lo fuese.
Cambio de territorio, cambio de angulo de vision. Vuelve a ser poli por unos segundos. Una de las preguntas que habia hecho a Retancourt, olvidada en la catastrofica oleada de la carpeta verde, regreso al escenario de sus pensamientos. ?Como habia sabido Laliberte que el no recordaba nada de esa noche? Porque alguien se lo habia dicho. Y era algo que solo Danglard sabia. ?Y quien habia podido sugerir al superintendente el caracter obsesivo de su persecucion? Solo Danglard conocia el poder del juez sobre su vida. Danglard, que se oponia a el, desde haria un ano, defendiendo a Camille. Danglard, que habia elegido su bando, que le habia insultado. Adamsberg cerro los ojos y se puso los brazos en la cara. El puro Adrien Danglard. Su noble y fiel adjunto.
A las seis de la tarde, Raphael entro en la habitacion. Miro un momento a su hermano que dormia, observando aquel rostro por el que asomaba su infancia. Se sento en la cama y sacudio suavemente a Adamsberg por el hombro.
El comisario se incorporo sobre un codo.
– Es hora de partir, Jean-Baptiste.
– Hora de huir -dijo Adamsberg sentandose y buscando sus zapatos en la oscuridad.
– Es culpa mia -dijo Raphael tras un silencio-. Te he jodido la vida.
– No digas esas cosas. No has jodido nada en absoluto.
– Te he jodido.
– En absoluto.
– Si. Y has venido a reunirte conmigo en el lodazal del Torque.
Adamsberg se ato lentamente uno de los zapatos.
– ?Crees que es posible? -pregunto-. ?Crees que la he matado?
– ?Y yo? ?Crees que la mate?
Adamsberg miro a su hermano.
– No habrias podido golpear tres veces, en linea.
– ?Recuerdas que guapa era, Lise? Ligera y apasionada como el viento.
– Pero yo no amaba a Noella. Y tenia un tridente. Era posible.
– Solo posible.
– ?Posible o muy posible? ?Muy posible o muy cierto, Raphael?
Raphael apoyo el menton en su mano.
– Mi respuesta es tu respuesta -dijo.
Adamsberg se ato el segundo zapato.
– ?Recuerdas cuando un mosquito se metio hasta el fondo, en tu oido, durante horas?
– Si -dijo Raphael sonriendo-. Su zumbido me volvia loco.
– Y temiamos que te volvieras realmente loco antes de que el mosquito muriera. Dejamos la casa completamente a oscuras, y mantuve una vela muy cerca de tu oreja. Fue una idea del cura Gregoire: «Vamos a exorcizarte, muchacho». Sus chistes de cura, vamos. ?Lo recuerdas? Y el mosquito se arrastro por el canal hasta la llama. Y se quemo las alas con un ruidito. ?Te acuerdas del ruidito?
– Si. Gregoire dijo: «El diablo crepita en el fuego del infierno». Sus chistes de cura, vamos.
Adamsberg tomo el jersey y la chaqueta.
– ?Crees que es posible, muy posible? -prosiguio-. ?Sacar a nuestro demonio de su tunel con una lucecita?
– Siempre que este en nuestro oido.
– Lo esta, Raphael.
– Ya se. Por la noche lo oigo.
Adamsberg se puso la chaqueta y volvio a sentarse junto a su hermano.
– ?Crees que lo haremos salir?
– Si existe, Jean-Baptiste. Si no somos nosotros.
– Solo dos personas lo creen. Un sargento algo bobo y una anciana algo descentrada.
– Y Violette.
– No se si Retancourt me ayuda por deber o por conviccion.
– No importa, siguela. Es una mujer magnifica.
– ?En que sentido? ?Te parece guapa? -pregunto Adamsberg, pasmado.
– Guapa tambien, si, claro.
– ?Y su plan? ?Crees que puede funcionar?
Tuvo la impresion, al murmurar esa frase, de encontrarse, de muy joven, con su hermano, maquinando sus fechorias en un repliegue de la montana. Zambullirse lo mas posible en el Torque, vengarse de la rapacidad de la tendera, grabar unos cuernos en la puerta del juez, escapar de noche, sin despertar a nadie. Raphael vacilo.
– Si Violette puede aguantar tu peso…
Los dos hermanos se apretaron las manos, con los pulgares entremezclados, como hacian de pequenos antes de zambullirse en el Torque.
XXXVI
Adamsberg y Retancourt se relevaron en el camino de regreso, llevando detras el coche de Lafrance y Ladouceur. El comisario desperto a Retancourt cuando tuvieron a la vista Gatineau. La habia dejado dormir el mayor tiempo posible, tanto temia que flaqueara bajo su peso.
– ?Esta usted segura -dijo- de que el tal Basile me acogera? Llegare antes que usted, solo.
– Le escribire una nota. Usted le explicara que es mi jefe y que yo le envio. Desde alli, llamaremos a Danglard para obtener, lo antes posible, documentacion falsa.
– A Danglard no. No se ponga en contacto con el bajo ningun pretexto.
– ?Por que no?
– Nadie mas sabia que yo habia perdido la memoria.
– Danglard es fiel entre los fieles -dijo Retancourt, escandalizada-. Esta a su lado, no tiene ni una sola razon para venderle a Laliberte.
– Si, Retancourt. Desde hace un ano, Danglard me guarda rencor. No se hasta que punto.
– ?A causa de aquel desacuerdo? ?A causa de Camille?
– ?De donde lo ha sacado usted?
– Algunos rumores en la Sala de los Chismes. Aquella estancia es una verdadera incubadora, todo nace, todo crece. A veces, tambien buenas ideas. Pero Danglard no murmura. Es leal.
La teniente fruncia el ceno.
– No estoy seguro -dijo Adamsberg-. Pero no le llame.
A las siete y cuarenta y cinco, la habitacion de Adamsberg habia sido vaciada y Retancourt le estaba cortando el pelo al comisario, solo en calzoncillos y con sus dos relojes. Arrojaba cuidadosamente los mechones en el retrete para no dejar rastro alguno.
– ?Donde aprendio a cortar el pelo?
– Con un peluquero, antes de dedicarme a los masajes.
Probablemente Retancourt habia vivido varias vidas, se dijo Adamsberg. Dejaba que le inclinara la cabeza en todas direcciones, apaciguado por los leves gestos y el ruido regular de las tijeras. A las ocho y diez, le llevo ante el espejo.
– Es exactamente su corte, ?no? -pregunto con la ilusion de una muchacha que acaba de pasar un