fue en noviembre, y usted habia ido a comprobar el estado de los racimos para la vendimia de Navidad.

– No -repitio Veyrenc-. Y, ademas, ?que mas da? ?Que cono importa que fuera en el vinedo o en el Prado Alto de Laubazac? El caso es que me atacaron, ?no?

– Si.

– ?A golpes de chatarra en la cabeza y con un casco de vidrio en el vientre?

– Si.

– ?Entonces?

– Entonces eso solo demuestra que usted no lo recuerda todo.

– Recuerdo perfectamente los caretos. Y contra eso usted no puede hacer nada.

– Eso no se lo discuto, lo de los caretos, pero no lo recuerda todo. Piense en ello, y un dia volveremos a hablar del tema.

– Dejeme en cualquier sitio -dijo Veyrenc con voz atona-. Seguire a pie.

– No serviria de nada. Tenemos que trabajar juntos seis meses, y a peticion suya. No corremos ningun peligro, hay un parafuegos entre nosotros. Eso nos protegera.

Adamsberg lanzo una rapida sonrisa. Sono su movil en el coche, interrumpiendo la guerra de los dos valles, y se lo paso a Veyrenc.

– Es una llamada de Danglard. Conteste por mi, teniente, y acerquemelo al oido.

Danglard informo rapidamente a Adamsberg del fracaso de las investigaciones de los otros tres equipos. Ninguna mujer, ni vieja ni joven, habia sido vista con Diala y La Paille.

– ?Y como le ha ido a Retancourt?

– No mucho mejor. La casa esta abandonada, una caneria estallo el mes pasado, se inundo la casa con diez centimetros de agua.

– ?No ha encontrado ropa?

– Nada de momento.

– Las noticias podian esperar hasta manana, capitan.

– Es por Binet. Lo busca y es urgente, tres llamadas a centralita esta tarde.

– ?Quien es Binet?

– ?No lo conoce?

– En absoluto.

– Pues el a usted si, y muy bien. Quiere verlo urgentemente. Dice que tiene algo muy importante para usted. Por sus mensajes, parece algo grave.

Adamsberg lanzo una mirada perpleja a Veyrenc y le indico que tomara nota del numero.

– Llame a ese Binet, Veyrenc, y pasemelo.

Veyrenc marco el numero y mantuvo el telefono junto al oido del comisario. Estaban saliendo del embotellamiento.

– ?Binet?

– No eres facil de localizar, bearnes.

La voz energica del hombre resono en el coche, y Veyrenc levanto las cejas.

– ?Es para usted, Veyrenc? -le pregunto Adamsberg en voz baja.

– No lo conozco -susurro Veyrenc con un gesto negativo.

El comisario fruncio el ceno.

– ?Quien es?

– Binet, Robert Binet. ?No te acuerdas, me cago en la mar?

– No, lo siento.

– Cono, del cafe de Haroncourt.

– De acuerdo, Robert, ya se. ?Como has encontrado mi nombre?

– En el hotel Le Coq, fue idea de Angelbert. Le parecio que habia que decirtelo enseguida. Y nos parecio lo mismo a todos. A menos que no te interese -anadio Robert subitamente enfurrunado.

Rapido retroceso del normando, cual caracol al que han rozado los cuernos.

– Todo lo contrario, Robert. ?Que pasa?

– Ha aparecido otro. Y como enseguida pillaste que la cosa era grave, nos parecio que tenias que saberlo.

– ?Otro que, Robert?

– Destrozado, todo igual, en el bosque de Champ de Vigorne, cerca de la antigua via del tren.

Un ciervo, maldita sea. Robert llamaba urgentemente a Paris por un ciervo. Adamsberg suspiro, cansado, vigilando la densa circulacion, con la luz de los faros dilatada bajo la lluvia. No tenia ganas de decepcionar a Robert, ni a la asamblea de hombres que lo habia acogido esa noche, cuando acompano a Camille con bastante dolor. Pero las noches habian sido cortas, y solo queria comer y dormir. Entro bajo el porche de la Brigada e hizo un gesto mudo a su colega indicandole que el asunto no tenia importancia y que podia irse a casa. Pero Veyrenc, que parecia varado en sus agitados pensamientos, no se movio.

– Dame detalles, Robert -dijo Adamsberg con voz maquinal, mientras aparcaba en el patio-. Espera que apunto -anadio sin hacer el menor gesto de sacar un lapiz.

– Lo que te digo, destrozado, una autentica escabechina.

– ?Que dice Angelbert?

– Ya sabes que Angelbert tiene sus ideas sobre esto. Segun el, ha sido un joven que se ha estropeado con la edad. Lo mas grave, bearnes, es que el cabron ha venido desde Bretilly hasta nuestra zona. Angelbert ya no esta seguro de que sea un puto parisino. Dice que puede ser un puto normando.

– ?Y el corazon? -pregunto Adamsberg, y Veyrenc fruncio las cejas.

– Fuera, ahi tirado, hecho papilla. Ya te digo, lo mismo. La unica diferencia es que es un diez puntas. Oswald no esta de acuerdo. Dice que es de nueve. No es que Oswald no sepa contar, es que tiene el don de llevar la contraria a los demas. ?Vas a ocuparte de esto?

– Seguramente, Robert -mintio Adamsberg.

– ?Te vienes? Te invitamos a cenar, te esperamos. ?Que tardaras? Una hora y media.

– No puedo, estoy con un doble asesinato.

– Pues nosotros tambien, bearnes. Si esto no es un doble asesinato, no se que quieres.

– ?Has llamado a la gendarmeria?

– Les importa un carajo a los gendarmes. Son mas cortos que los gansos. Ni siquiera movieron el culo para ir a verlo.

– ?Y tu, has ido?

– Esta vez si. Champ de Vigorne es nuestra zona, ?entiendes?

– Entonces, ?es de nueve o de diez?

– De diez, por supuesto. Oswald no dice mas que chorradas para hacerse el listo. Su madre es de Opportune, a dos pasos de donde han encontrado el ciervo. Asi que, como te puedes imaginar, el aprovecha para chulearse. Bueno, joder, ?vienes a tomar algo, o no vienes a tomar algo? No vamos a estar aqui horas de palique.

Adamsberg buscaba la mejor manera de desenredar la situacion, dificil dado que Robert media por el mismo rasero el deguelle de dos hombres y el sacrificio de un cervido. En cuestion de obstinacion, los normandos -al menos esos- le parecian poder rivalizar con los bearneses -por lo menos algunos de los valles de Pau y de Ossau.

– No puedo, Robert, tengo una sombra.

– Oswald tambien tiene una. Y eso no le impide tomar un trago.

– ?Que tiene Oswald?

– Una sombra, te digo. En el cementerio de Opportune-la-Haute. Bueno, la vio su sobrino. Lleva mas de un mes dandonos la paliza con eso.

– Pasame a Oswald.

– No puedo, se ha ido. Pero, si vienes, estara aqui. El tambien quiere verte.

– ?Por que?

– Porque se lo ha pedido su hermana, por lo de la cosa del cementerio. En el fondo, la mujer tiene razon, porque los maderos de Evreux son cortos.

– Pero ?que cosa, Robert?

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