– Es el titulo -tradujo Adamsberg-. Diga lo que viene despues, teniente.
– No lo entiendo -dijo Estalere, esta vez con voz verdaderamente alarmada.
– Nadie lo entiende realmente -lo tranquilizo Adamsberg-. Pienso que se trata de la edad de la vida en que conviene tomarse el remedio. No de joven.
– Es muy posible -aprobo Danglard-. Cuando se haya visto cinco veces el tiempo de la juventud. O sea cinco veces quince anos, si se toma como referencia la edad media a la que se contraia matrimonio en el Occidente medieval. Eso nos da setenta y cinco anos.
– O sea la edad exacta del angel de la muerte ahora -dijo Adamsberg con lentitud.
Hubo un silencio, y Froissy levanto graciosamente la mano para pedir la palabra.
– No podemos continuar en estas condiciones. Me gustaria que siguieramos con el coloquio en la Brasserie des Philosophes.
Antes de que Adamsberg pudiera decir nada, hubo un movimiento general hacia la Brasserie. La reflexion no pudo reanudarse hasta que todos estuvieron sentados en el reservado de las vidrieras.
– Llegar a la edad fatidica de setenta y cinco anos -dijo Mordent- podria haber abierto en ella el nuevo crater.
– La enfermera -dijo Danglard- no puede reunirse con la chusma comun de los ancianos que ejecuta. Ya no es una simple mortal. Cabe pensar que desee ganar la vida eterna y conservar su omnipotencia.
– Y prepararse con tiempo -dijo Mordent-. Es decir estar fuera de la carcel como sea antes de los setenta y cinco anos para poder preparar la receta.
– La medicacion.
– Eso cuadra -dijo Retancourt.
– Diganos lo que viene despues, Veyrenc -pidio Adamsberg.
– No he entendido -dijo Lamarre antes que Estalere.
– Repetimos muy despacio -dijo Adamsberg-. Vuelva a empezar, Veyrenc, pero frase a frase.
– Esto no presenta dificultades -dijo Danglard-. Tres pizcas de huesos de santo pulverizados. San Jeronimo, por ejemplo.
– …
– Un falo -propuso Gardon.
– Que nunca se doblega -anadio Justin.
– Por ejemplo, un hueso de verga -confirmo Adamsberg-, es decir el hueso peneano del gato. Gato, por otra parte, dotado de nueve vidas y que, por lo tanto, concentra una pequena eternidad en si.
– Si -dijo Danglard tomando rapidas notas.
– …
– Atencion -dijo Adamsberg-, aqui vienen nuestras virgenes.
– ?Presentadas? -pregunto Estalere-. ?La asesina las presenta de alguna manera en sus tumbas?
– No. Es como «presentar un plato» -explico Danglard-. Eso significa que hay que utilizar la misma cantidad que de reliquias pulverizadas.
– Pero ?utilizar que, maldita sea?
– Esa es la cuestion -dijo Adamsberg-. ?Que es el «vivo de las doncellas»?
– ?La sangre?
– ?El sexo?
– ?El corazon?
– Yo voto por la sangre -dijo Mordent-. Es logico, desde una perspectiva de vida eterna. Sangre de virgen mezclada con el principio masculino que la fecunda para crear la eternidad.
– Pero ?sangre «en diestra»?
– A la derecha -dijo Danglard con un gesto evasivo.
– ?Desde cuando hay sangre de la derecha y sangre de la izquierda?
– No lo veo -dijo Danglard distribuyendo una ronda de vino.
Adamsberg habia apoyado la barbilla en las manos.
