nada.

Adamsberg marcaba a toda prisa el numero de la Brigada.

– Maurel, ?quien esta con usted?

– Mordent.

– A toda pastilla al domicilio de Veyrenc, agresion armada. Son dos. Echando leches, Maurel, que le estan apuntando.

Adamsberg colgo y llamo a Danglard mientras iba atandose los cordones de los zapatos con una mano.

– Pues piensa un poco, chavalote.

– ?No te acuerdas?

– Lo siento, no los conozco.

– Pues ven con nosotros, que te vamos a poner los sesos en su sitio. Ponte pantacas, estaras mas decente.

– ?Adonde vamos?

– De paseo. Y conduces tu, como te vayamos diciendo.

– ?Danglard? Hay dos tipos amenazando a Veyrenc en su casa. Corra a la Brigada y tome el relevo de la escucha. Sobre todo, no lo pierda. Ahora voy para alla.

– ?Que escucha?

– ?Joder, la escucha de Veyrenc!

– No tengo su numero de movil, ?como quiere que se lo pinche?

– No le pido que pinche nada, sino que tome el relevo. El aparato esta en el armario de Froissy, el de la izquierda. Dese prisa, me cago en la hostia, y avise a Retancourt.

– El armario de Froissy esta cerrado, comisario.

– ?Pues coja la copia de las llaves de mi cajon, joder! -grito Adamsberg corriendo escaleras abajo.

– De acuerdo -dijo Danglard.

Habia escuchas, habia una amenaza y, mientras se ponia apresuradamente la camisa, Danglard temblaba tratando de entender por que. Veinte minutos despues, conectaba el receptor, de rodillas delante del armario de Froissy. Oyo pasos correr, Adamsberg estaba llegando.

– ?Donde estan? -pregunto el comisario-. ?Se han ido?

– Todavia no. Veyrenc los ha estado entreteniendo mientras se vestia, y luego buscando las llaves del coche.

– ?Se llevan su coche?

– Si. Acaba de encontrar las llaves, los tipos estaban ya a punto…

– Cierre el pico, Danglard.

De rodillas, los dos hombres se inclinaron hacia la emisora.

– De eso nada, tio, deja el telefono aqui. ?Te crees que somos gilipollas?

– Tiran el movil -dijo Danglard-. Perderemos la escucha.

– Conecte el micro, deprisa.

– ?Que micro?

– ?El de su coche, joder! Encienda la pantalla, vamos a seguir el GPS.

– No se capta nada. Deben de estar entre el apartamento y el coche.

– ?Mordent? -llamo Adamsberg-. Estan en la calle, cerca de su casa.

– Estamos llegando al cruce de su calle, comisario.

– Mierda.

– Nos encontramos un accidente en La Bastille y embotellamiento. Pusimos la sirena, pero habia un pifostio tremendo.

– Mordent, van a llevarselo en su coche. Siganlo por GPS.

– No tengo su frecuencia.

– Yo si. Yo los guiare. Mantenganse en linea. ?En que coche van ustedes?

– El BEN 99.

– Les envio el sonido a su emisora.

– ?Que sonido?

– Su conversacion en el coche.

– Entendido.

– Ya estan -susurro Danglard-, arrancan, en direccion al este, hacia la calle de Belleville.

– Los oigo -dijo Mordent.

– Ni se te ocurra gritar, mamonazo. Ponte el cinturon y las dos manos al volante. Cagando leches al periferico. Nos vamos a las barriadas, ?te apetece?

Ni se te ocurra gritar, mamonazo. Adamsberg conocia esa frase. Lejos, muy lejos en un prado alto. Apreto los dientes, puso la mano en el hombro de Danglard.

– Maldita sea, capitan, se lo van a cargar.

– ?Quienes?

– Ellos. Los de Caldhez.

– Ve mas deprisa, Veyrenc, pisa a fondo. En un coche de la pasma se puede, ?no? Enciende las luces, asi no tendremos problemas.

– ?Me conocen?

– Para de hacerte el listo, no vamos a jugar a las mamonadas

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