– Tengo el gato -dijo Justin, y a todos los asalto la duda al ver el animal doblado como una bayeta de fregar en el antebrazo del teniente.
Pero Adamsberg, que iba y venia casi a gran velocidad por la sala del Concilio, no abandonaba su idea, y lanzaba su zafarrancho de combate.
– Froissy, ponga al gato un transmisor en el cuello. ?No ha devuelto todavia el material?
– No, comisario.
– Pues adelante. A toda pastilla, Froissy. Justin, sintonice dos coches y dos motos con la frecuencia. Mordent, avise a la prefectura, que nos envien un helicoptero al patio con todo el material necesario. Voisenet y Maurel, aparten todos los coches para que pueda aterrizar. Un medico con nosotros, una ambulancia detras.
Adamsberg consulto sus relojes.
– Tenemos que haber salido en una hora. Danglard, Froissy y yo en el helicoptero. Dos equipos en los coches, Kernorkian-Mordent, Justin-Voisenet. Lleven comida porque no nos pararemos por el camino. Dos hombres en moto, Lamarre y Estalere. ?Donde esta Estalere?
– Arriba -dijo Lamarre senalando el techo.
– Bajenlo -dijo Adamsberg como si se tratara de un paquete.
Una agitacion animal, hecha de sacudidas y ordenes breves, de llamadas nerviosas, de pasos entremezclados en la escalera, transformaba la Brigada en un campo de batalla antes del asalto. Soplidos, bufidos y carreras, cubiertos por el runrun de los coches que evacuaban poco a poco del gran patio para dejar sitio al helicoptero.
La vieja escalera de madera que conducia al piso de arriba presentaba en su curva un peldano dos centimetros mas bajo que los demas. Esa anomalia habia causado numerosas caidas en los primeros tiempos de vida de la Brigada, pero todos habian acabado por adaptarse. Aun asi, esa manana, en sus movimientos impacientes, dos hombres, Maurel y Kernorkian, tropezaron con el escalon.
– Pero ?que cono hacen? -pregunto Adamsberg al oir el estrepito en el piso de arriba.
– Se rompen la crisma por la escalera -dijo Mordent-. El helicoptero llega en un cuarto de hora. Estalere baja.
– ?Ha comido?
– No desde ayer. Ha dormido aqui.
– Alimentenlo. Busquen algo en el armario de Froissy.
– ?Para que necesita a Estalere?
– Es un especialista en Retancourt, un poco como el gato.
– Estalere lo dijo -confirmo Danglard-. Que buscaba algo
El joven cabo se aproximaba al grupo, un tanto tembloroso. Adamsberg le puso una mano en el hombro.
– Esta muerta -dijo Estalere con voz hueca-. Lo normal es que este muerta.
– Lo normal si. Pero Violette no es normal.
– Pero si mortal.
Adamsberg se mordio los labios.
– ?Por que usamos helicoptero? -pregunto Estalere.
– Porque la Bola no seguira las carreteras. Pasara por edificios y patios, cruzara carreteras, campos y bosques. No podremos seguirlo con los coches.
– Esta lejos -dijo Estalere-. Ya no la siento. La Bola no sera capaz de recorrer todo ese trecho. No tiene musculos, palmara por el camino.
– Vaya a comer, cabo. ?Se siente con fuerzas de llevar la moto?
– Si.
– Bien. De tambien de comer al gato. Hasta la saciedad.
– Hay otra posibilidad -dijo Estalere con voz vacia-. No es seguro que Violette haya entendido algo. No es seguro que la loca la haya raptado para que no hable.
– ?Para que entonces?
– Pienso que es virgen -murmuro el cabo.
– Yo tambien lo pienso, Estalere.
– Tiene treinta y cinco anos, nacio en Normandia. Y tiene un bonito pelo. Pienso que podria ser la tercera virgen.
– ?Por que ella? -pregunto Adamsberg anticipando ya la respuesta.
– Para castigarnos. Al tener a Violette, la asesina consigue la…
Estalere tropezo con la palabra y bajo la cabeza.
– … la materia que necesita -acabo por el Adamsberg-. Y al mismo tiempo nos hiere de muerte.
Maurel, que se frotaba la rodilla contusionada en su caida por la escalera, fue el primero en taparse los oidos al llegar el helicoptero que sobrevolaba el tejado de la Brigada.
Todos los agentes se asomaron en hilera a las ventanas, con los dedos presionando las sienes, para mirar como aterrizaba el gran aparato azul y gris que descendia lentamente en vertical. Danglard se aproximo al comisario.
– Prefiero ir en coche -dijo incomodo-. No servire de nada en el helicoptero, me mareare. Ya lo paso mal en los ascensores.
– Permute con Mordent, capitan. ?Estan preparados los hombres en los coches?
– Si. Maurel espera sus ordenes para abrir la puerta al gato.
– ?Y si va solo a echar una meada en la esquina? -pregunto Justin-. Seria su estilo.
– Recuperara su estilo cuando recupere a Retancourt -afirmo Adamsberg.
– Siento preguntar esto -dijo Voisenet tras un titubeo-, pero si Retancourt ya esta muerta, ?podra el gato localizarla por el olor?
Adamsberg cerro los punos.
– Lo siento -repitio Voisenet-. Pero es importante.
– Queda su ropa, Justin.
– Voisenet -corrigio Voisenet mecanicamente.
– Su ropa llevara su olor mucho tiempo.
– Es verdad.
– Puede que sea la tercera virgen. Puede que por eso nos la hayan quitado.
– Ya lo habia pensado. En cuyo caso -anadio Voisenet tras un silencio-, puede dejar su busqueda en la Alta Normandia.
– Ya lo he hecho.
Mordent y Froissy se reunieron con Adamsberg, listos para salir. Maurel llevaba la Bola en el antebrazo.
– ?No puede estropear el transmisor con sus zarpas, Froissy?
– No. Lo he protegido.
– Maurel, preparado. En cuanto el helicoptero haya tomado altura, suelte el gato. Y, en cuanto el gato se ponga en marcha, de la senal a los vehiculos.
Maurel miro alejarse al equipo, agacharse bajo las aspas del helicoptero, que encendia su motor. El aparato se elevo bamboleante. Maurel dejo la Bola en el suelo para protegerse los oidos del fragor del despegue, y el animal se aplasto al instante en el suelo como un charco de pelos. «Suelte el gato», habia ordenado Adamsberg como quien dice «Suelte la bomba». El teniente, esceptico, recogio el animal y lo llevo hasta la salida de la Brigada. Lo que tenia bajo el brazo no era precisamente un misil de guerra.
XLVI
Francine no se levantaba antes de las once. Le gustaba pasar un largo rato despierta bajo las mantas por las mananas, cuando todos los bichos de la noche habian regresado a sus agujeros.
Pero un ruido la habia molestado aquella noche, lo recordaba. Aparto el viejo edredon -del que tambien se