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Los dos unicos versos que Adamsberg se sabia tambien de memoria.
– No es su estilo en absoluto -dijo-. ?Seguro que es eso lo que murmura?
– Si supiera las cosas que llega a decir la gente bajo los erectos de los neurolepticos o de la anestesia, quedaria asombrado. He oido a autenticas meapilas soltar unas obscenidades increibles.
– ?Suelta obscenidades?
– Acabo de decirle que suelta versos de Corneille. No tiene nada de sorprendente. Casi siempre son recuerdos de infancia que afloran a la memoria, sobre todo recuerdos del colegio. Esta repasando sus recitaciones, eso es todo. Una vez tuve un ministro que, en tres meses de coma, me repitio toda la primaria. Las tablas de restar, una tras otra. Y no se le daba nada mal.
Mientras escuchaba al medico, Adamsberg miraba fijamente un cuadrito bastante feo colgado frente a su cama, una escena forestal que representaba una cierva con su cervato bajo la enramada. Una «hembra con cria», habria dicho Robert.
– Hoy vuelvo a Paris -decia el medico-. Violette puede viajar, me la llevo en una ambulancia. Si nos busca, estaremos en el hospital Saint-Vincent-de-Paul al final de la tarde.
– ?Por que se la lleva?
– Yo no la suelto, comisario. Es un caso.
Adamsberg colgo sin despegar la mirada del cuadro. Alli estaba, la madeja enredada con el vivo de las doncellas y la cruz en la corona eterna. Permanecio un buen rato contemplando la cierva con cria, hipnotizado, captando con la punta de los dedos el elemento que le habia faltado hasta entonces.
El equipo trabajaba en la nave desde las diez de la manana con la ayuda de dos tecnicos y un fotografo reclutados en la Brigada de Dourdan. Lamarre y Voisenet se encargaban de las inmediaciones de la zona, en busca de huellas de neumatico que pudieran haber quedado en el campo en barbecho. Mordent y Danglard se habian repartido la nave, Justin se ocupaba del reducto donde habia estado encerrada Retancourt.
Adamsberg se reunio con ellos cuando empezaban a comer sentados en el campo, bajo un aceptable sol de abril, sacando sandwiches, fruta, cervezas y termos para un almuerzo perfectamente organizado por Froissy. No habian encontrado sillas en el hangar, y todos estaban sentados encima de neumaticos, formando un extrano salon circular en el prado. El gato, por su parte, desde que le prohibieron el acceso a la ambulancia de Retancourt, estaba enroscado a los pies de Danglard.
– El vehiculo entro en el campo por alli -explico Voisenet con la boca llena, senalando un punto de la carretera cantonal-. Lo aparcaron frente a la puerta lateral, al final de la nave, tras haber maniobrado marcha atras para orientar el maletero hacia la entrada. Las plantas han crecido por todas partes, no hay ni un espacio de tierra donde encontrar huellas. Pero, por el aplastamiento de la hierba, debia de ser un furgon, probablemente de nueve metros cubicos. No creo que la vieja disponga de un trasto asi. Debio de alquilarlo. Quiza podriamos encontrar su rastro en las agencias especializadas en vehiculos de carga. Una ancianita alquilando un furgon no debe de ser tan frecuente.
Adamsberg se habia sentado con las piernas cruzadas en la hierba tibia, y Froissy habia dispuesto a su lado una copiosa comida.
– Transporte del cuerpo muy organizado -prosiguio Mordent, que, posado sobre el neumatico, cobraba realmente aires de garza en su nido-. La vieja se habia llevado una carretilla, o la alquilo con el camion. Segun las huellas, el camion tenia una pasarela inclinada. La enfermera solo tuvo que hacer rodar el cuerpo por la pendiente de modo que fuera a parar a la carretilla. Luego la llevo a la nave, hasta el cuarto de herramientas.
– ?Hay huellas de ruedas?
– Si, cruzan toda la entrada. Alli neutralizo a los perros con carne llena de Novaxon. Luego las huellas doblan la esquina y siguen por todo el pasillo. Estan parcialmente cubiertas por las de vuelta.
– ?Y sus pasos?
– Esto le va a gustar -dijo Lamarre con la sonrisa de un nino que ha escondido su regalo para aumentar la ilusion-. La esquina del pasillo no debio de ser facil de doblar, debio de apoyarse en la carretilla para hacerla pivotar, pisando con fuerza en la planta de los pies. ?Ve el movimiento?
– Si.
– Y el suelo de cemento es rasposo.
– Si.
– Y en ese sitio hay huellas.
– De betun azul -dijo Adamsberg.
– Eso es.
– Aislada del suelo de sus crimenes -dijo lentamente el comisario-, pero dejando su rastro. Nadie es del todo una sombra. La pillaremos por su rastro azul.
– Las huellas no estan completas en ningun sitio, no podemos estar seguros de la talla. Pero se trata probablemente de zapatos de mujer, solidos, de tacon plano.
– Queda el cuchitril -dijo Justin-. Alli fue donde le inyecto la dosis de Novaxon antes de cerrar la puerta con el gancho.
– ?Nada que senalar en el cuchitril?
Un pequeno silencio suspendio el informe de Justin.
– Si -dijo-, la jeringuilla.
– ?Bromea, teniente? No puede haber dejado la jeringuilla.
– Pues si. La dejo en el suelo, sin ninguna huella, por supuesto.
– ?O sea que ahora firma? -dijo Adamsberg levantandose, como si la enfermera lo desafiara abiertamente.
– Es lo que creemos.
El comisario dio unos pasos por el campo, con las manos a la espalda.
– Muy bien -dijo-. Acaba de cruzar un umbral. Se cree invencible y lo dice.
– Es bastante logico -dijo Kernorkian-, en alguien que va a ingerir la vida eterna.
– Para eso tiene que cazar primero a la tercera virgen -dijo Adamsberg.
Estalere hizo la ronda de los agentes sirviendo cafe en los vasos de plastico que estos le tendian. La precariedad del campamento y la ausencia de leche no le permitian llevar a cabo correctamente su ceremonia.
– La encontrara antes que nosotros -dijo Mordent.
– No es seguro -dijo Adamsberg.
Volvio al circulo de agentes y se sento con las piernas cruzadas.
– Romain habia resuelto eso -dijo Mordent-. La loca corto mechones de pelo.
– Corto mechones para despejar el acceso.
– ?A que?
– Al autentico pelo de la muerte, al que sigue creciendo