Mientras sus agentes exploraban la zona del Bosc des Tourelles, Adamsberg habia hecho la ronda de los hospitales. Fue a ver a Veyrenc cojear en Bichat y a Retancourt dormir en Saint-Vincent-de-Paul. A Veyrenc le daban el alta al dia siguiente, y el sueno de Retancourt empezaba a parecer un estado mas natural. «Esta remontando a toda velocidad», habia dicho Lavoisier, que tomaba multitud de notas sobre el caso de la diosa polivalente. Veyrenc, una vez puesto al corriente de la recuperacion de la teniente y del asunto de la cruz del ciervo, habia formulado una opinion que Adamsberg rumiaba al volver a pie hacia la Brigada.

Mientras la fuerza libra a una de la muerte,

la impotencia prepara a la otra al tormento.

Daos prisa, ya es hora, ha caido el gran ciervo,

y caera la virgen si pronto no actuais.

– Francine Bidault, treinta y cinco anos -dijo Mercadet mostrando su ficha a Adamsberg-. Vive en Clancy, doscientos habitantes, a siete kilometros del linde del Bosc des Tourelles. Las otras mujeres mas cercanas estan a catorce y a diecinueve kilometros, y ambas mas cerca del Gan Castanedo, que es suficientemente grande para que vivan en el otros cervidos. Francine vive sola, su granja esta aislada, a mas de ochocientos metros de sus vecinos. El muro se escala de un salto. En cuanto a la casa, es antigua, las puertas de madera son delgadas, y los cerrojos se abren de un codazo.

– Bien -dijo Adamsberg-. ?Trabaja? ?Tiene coche?

– Limpia a tiempo parcial en una farmacia de Evreux. Va hasta alli en autobus de linea, todos los dias menos los domingos. Es probable que la agresion se produzca en su casa, entre las siete de la tarde y la una del mediodia siguiente, hora a la que sale de su casa.

– ?Es virgen? ?Estamos seguros?

– Segun el cura de Otton, si. Un «angelito», segun sus palabras; bonita, pueril, casi retrasada, dicen otros. Pero, segun el cura, tiene intactas sus facultades. Lo que pasa es que todo le da miedo, sobre todo los bichos. La crio su padre, viudo, que la tiranizo como un bruto. Murio hace dos anos.

– Hay un problema -dijo Voisenet, cuyos cimientos positivistas se habian desmoronado desde que Adamsberg habia adivinado la existencia de un hueso en el corazon de los ciervos tan solo paleando nubes-. Devalon se ha enterado de que estamos en Clancy y de por que. Esta en mala posicion desde que fallo en los asesinatos de Elisabeth y Pascaline. Exige que sea su brigada la encargada de la vigilancia de Francine Bidault.

– Mejor -dijo Adamsberg-. Mientras Francine este protegida, que haga lo que le parezca. Llamelo, Danglard. Que Devalon asigne tres hombres armados, por turnos de las siete de la tarde a la una del mediodia siguiente, cada dia, sin falta. Empezamos esta misma tarde. El que este de guardia debe apostarse en la casa, a ser posible, en la habitacion de Francine. Enviamos a Evreux la foto de la enfermera. ?Quien se ha encargado de hacer la ronda de las agencias de alquiler de camiones?

– Yo -dijo Justin-, con Lamarre y Froissy. Nada de momento en Ile-de-France. Ninguno de los empleados recuerda a una mujer de setenta y cinco anos pidiendo un nueve metros cubicos. Han sido rotundos.

– ?La huella azul en la nave?

– Es de betun.

– Retancourt ha hablado esta tarde -dijo Estalere-. Pero poco tiempo.

– ?Ha citado a Corneille? -pregunto Adamsberg.

– No, no se cita con nadie. Ha hablado de zapatos. Ha dicho que habia que enviar zapatos a la caravana.

Los hombres se intercambiaron miradas perplejas.

– Ha quedado tocada, la gorda -dijo Noel.

– No, Noel. Habia prometido a la senora de la caravana reemplazarle el par de zapatos azules. Lamarre, ocupese de eso, encontrara la direccion en los archivos de Retancourt.

– Despues de todo lo que ha pasado, ?es lo primero que se le ocurre decirnos? -pregunto Kernorkian.

– Asi es ella -dijo Justin fatalista-. ?No ha dicho nada mas?

– Si. Ha anadido: Pasando, dile que pase.

– ?De la senora?

– No -dijo Adamsberg-. Ella no pasaba en absoluto de la senora.

– ?Y a quien se refiere el «le»?

Estalere senalo a Adamsberg con la barbilla.

– Seguramente -dijo Voisenet.

– ?De que? -murmuro Adamsberg-. ?De que tengo que pasar?

– Se ha quedado tocada -repitio Noel, inquieto.

Por primera vez en su vida y desde hacia veintidos dias, Francine no se habia tapado la cara con el embozo. Se quedaba dormida con la cabeza al descubierto, tranquilamente apoyada en la almohada, y era infinitamente mas facil que asfixiarse bajo las sabanas sacando la nariz por el orificio de ventilacion. Asimismo, solo habia llevado a cabo dos comprobaciones rapidas de los agujeros de carcoma, sin contar las nuevas perforaciones, que se extendian hacia el sur de la viga, y sin imaginarse demasiado que pinta podia tener uno de esos asquerosos bichos.

Esa vigilancia policial era un autentico regalo del cielo. Tres hombres se relevaban en su casa todas las noches, y la protegian incluso por las mananas, hasta que se iba al trabajo. ?Se podia sonar algo mejor? No habia hecho preguntas acerca de las razones por las cuales se empenaban en protegerla, por miedo a que su curiosidad indispusiera a los gendarmes y a que renunciaran a su buena idea.

Por lo que se le habia dado a entender, en los ultimos tiempos estaba habiendo robos, y a Francine no le parecio extrano que colocaran gendarmes por todas partes en las casas de las mujeres solas de la zona. Otras habrian protestado, pero desde luego no ella, que cada noche preparaba con gratitud una cena para el gendarme de guardia, mucho mas elaborada que las que le habia hecho siempre a su padre.

El rumor acerca de esas cenas finas -y del encanto de Francine- se habia extendido por la Brigada de Evreux y, sin que Devalon supiera por que, no tenia ninguna dificultad en encontrar voluntarios para encargarse de la proteccion de Francine Bidault. A Devalon le importaba un rabano la investigacion nebulosa de Adamsberg, que para el no era mas que un amasijo de inepcias. Pero no queria ni por asomo que ese tipo, que ya habia hecho volar en pedazos los casos de Elisabeth Chatel y Pascaline Villemot por tres brotes de liquen en una piedra, se apoderara de su territorio. Sus hombres custodiarian la granja, y ni un solo agente de Adamsberg pondria los pies alli. Adamsberg habia tenido el descaro de exigir que los hombres en turno de guardia permanecieran despiertos. Chorradas. No iba a mermar su equipo por un camelo de este calibre. Enviaba a sus cabos a casa de Francine despues de su jornada normal de trabajo, con la mision de cenar y dormir sin estados de animo.

En la noche del tres de mayo, a las tres y treinta y cinco de la madrugada, solo las larvas de carcoma trabajaban en las habitaciones de Francine y del cabo Grimal, en absoluto cohibidas por la presencia de un hombre armado en la casa, devorando cada una una milesima de milimetro de madera. No reaccionaron al chirrido de la puerta de la recocina, porque las larvas de carcoma son sordas. Grimal, alojado en la habitacion del difunto padre, hundido bajo un edredon purpura, se incorporo en la oscuridad, incapaz de analizar el ruido que lo habia despertado, incapaz de saber si habia puesto su arma a la derecha o a la izquierda de la cama, o sobre la comoda, o en el suelo. Palpo la mesilla por si acaso, cruzo el cuarto en camiseta y calzoncillos, abrio la puerta que lo separaba de la habitacion de Francine. Inerme, vio venir hacia el una sombra gris, larga, anormalmente silenciosa y lenta, que ni siquiera habia interrumpido su avance al ver abrirse la puerta. La sombra no andaba de un modo normal, se deslizaba y tropezaba, pasando por el suelo en una pose indecisa pero imperturbable en su progresion. Grimal tuvo tiempo de sacudir a Francine, sin saber si queria salvarla o buscar su auxilio.

– ?La Sombra, Francine! ?Levantate! ?Corre!

Francine chillo, y Grimal, aterrorizado, se aproximo a la silueta gris para cubrir la huida de la joven. Devalon no lo habia preparado para el ataque, y lo maldijo en su ultimo pensamiento. Que se vaya al infierno, con el espectro.

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