porque el dueno espanol de una plantacion le habia cortado la lengua en La Hispaniola. Sin embargo todos estaban de acuerdo en que el Moro no era moro en absoluto sino que procedia de la region africana de Nubia, una tierra desertica junto al Nilo, poblada por negros enormes.

Su otro nombre, Bassa, era el de un puerto de la costa de Guinea, donde a menudo se detenian los barcos negreros, pero todos coincidian en que el Moro no podia proceder de aquella tierra, porque los nativos del lugar eran enfermizos y mucho mas claros de piel que el.

El hecho de que el Moro fuera mudo y tuviera que comunicarse con gestos aumentaba la impresion que producia su fisico. A veces, los recien llegados al puerto presuponian que Bassa era estupido ademas de mudo. Mientras Hunter observaba la partida en marcha, tuvo la impresion de que precisamente esto era lo que sucedia. Se llevo una jarra de vino a una mesita y se sento a disfrutar del espectaculo.

Los holandeses eran unos caballeros, elegantemente vestidos con medias finas y camisas de seda bordadas, y estaban bebiendo abundantemente. El Moro no bebia; en realidad, no bebia nunca. Se decia que no toleraba el alcohol, y que en una ocasion se emborracho y mato a cinco hombres con las manos antes de recuperar la sensatez. Tanto si esto era cierto como si no, lo que si era verdadero era que el Moro habia matado al dueno de la plantacion que le habia cortado la lengua y despues habia matado a su esposa y a la mitad de los residentes de la casa antes de huir a los puertos piratas del lado occidental de La Hispaniola, y desde alli, a Port Royal.

Hunter observo las apuestas de los holandeses. Jugaban descuidadamente, bromeando y riendo, euforicos. El Moro estaba impasible, con una pila de monedas de oro frente a el. Era un juego que no permitia apuestas irreflexivas, y por supuesto, mientras Hunter observaba, el Moro saco tres cartas iguales, las mostro y se llevo el dinero de los holandeses.

Ellos lo miraron en silencio un momento y despues gritaron a la vez: «?Trampa!», en varios idiomas. El Moro sacudio su enorme cabezota con calma y se guardo el dinero en el bolsillo.

Los holandeses insistieron para que jugara otra partida, pero con un gesto el Moro les indico que no tenian dinero para apostar.

Despues de esto, los holandeses se volvieron beligerantes, gritando y senalando al Moro. Bassa continuo impasible, pero mando a un mozo del local que se acercara y le entrego un doblon de oro.

Los holandeses no sabian que el Moro estaba pagando por adelantado, por cualquier posible dano causado a la casa de juego. El mozo cogio la moneda y se aparto a una distancia prudencial.

Los holandeses estaban de pie, gritando maldiciones al Moro, que seguia sentado a la mesa. La expresion de su cara era mansa, pero sus ojos iban de un hombre al otro. Los holandeses, cada vez mas furiosos, gesticulaban y exigian que les devolviera su dinero.

El Moro sacudio la cabeza.

Entonces, uno de los holandeses saco un punal del cinto y lo blandio frente al Moro, a pocos centimetros de su nariz. Aun asi, el Moro siguio impasible. Permanecio quieto, con las manos entrecruzadas frente a el, sobre la mesa.

Cuando el otro holandes se llevo una mano a la pistola, el Moro paso a la accion. Levanto bruscamente su gran mano negra, agarro el punal de la mano del holandes y hundio la hoja casi diez centimetros en la mesa. Despues golpeo al segundo holandes en el estomago; el hombre solto la pistola y se doblo, tosiendo. El Moro le pego una patada en la cara y lo mando al otro extremo de la sala. Entonces se volvio hacia el primer holandes, que lo miraba con ojos aterrorizados. El Moro lo levanto, lo sostuvo por encima de su cabeza y lo llevo hasta la puerta, desde donde lo lanzo por los aires a la calle; el hombre cayo de cara contra el barro.

El Moro volvio a entrar, arranco el punal de la mesa, se lo guardo en el cinto y cruzo la habitacion para sentarse al lado de Hunter. Solo entonces se permitio sonreir.

– Nuevos -dijo Hunter.

El Moro asintio, sonriendo. Despues fruncio el ceno y senalo a Hunter, con expresion interrogante.

– He venido a verte.

El Moro encogio los hombros.

– Zarpamos en dos dias.

El Moro apreto los labios, y dibujo una palabra: Ou?

– Matanceros -dijo Hunter.

El Moro hizo una mueca de disgusto.

– ?No te interesa?

El Moro sonrio y se paso un dedo por la garganta.

– Te lo aseguro, puede hacerse -dijo Hunter-. ?Te asustan las alturas?

El Moro hizo un gesto posando una mano sobre la otra y sacudio la cabeza.

– No me refiero a los mastiles de un barco -dijo Hunter-. Me refiero a un acantilado de mas de cien metros.

El Moro se rasco la cabeza. Miro al techo, como si intentara imaginarse la altura del acantilado. Por fin, asintio.

– ?Puedes hacerlo?

El volvio a asentir.

– ?Incluso con un viento fuerte? Bien. Entonces vienes con nosotros.

Hunter se puso de pie, pero el Moro lo obligo a sentarse otra vez. El Moro hizo tintinear las monedas en su bolsillo y senalo interrogativamente a Hunter con el dedo.

– No te preocupes -dijo Hunter-. Merece la pena.

El Moro sonrio y Hunter se fue.

Encontro a Sanson en una habitacion del segundo piso del Blason de la Reina. Hunter llamo a la puerta y espero. Oyo una risa y un suspiro, y volvio a llamar.

Una voz sorprendentemente aguda grito.

– Vete al infierno y desaparece.

Hunter dudo, pero volvio a llamar.

– ?Por la sangre de Cristo! ?Quien diablos es ahora? -pregunto la voz desde dentro.

– Hunter.

– Maldicion. Pasa, Hunter.

Hunter abrio la puerta completamente, pero no se acerco al Umbral; un momento despues, el orinal y su contenido atravesaron volando la puerta abierta.

Hunter oyo una risita en la habitacion.

– Tan cauteloso como siempre, Hunter. Nos sobreviviras a todos. Pasa.

Hunter entro en la habitacion. A la luz de una sola vela, vio a Sanson sentado en la cama, junto a una muchacha rubia.

– Nos has interrumpido, hijo -dijo Sanson-. Espero que tengas una buena razon.

– La tengo -dijo Hunter.

Hubo un momento de silencio incomodo en el que los dos hombres se miraron. Sanson se rasco la poblada barba negra.

– ?Debo adivinar la razon de tu visita?

– No -dijo Hunter, mirando a la muchacha.

– Ah -dijo Sanson. Se dirigio a ella-. Mi delicado melocoton… -Le beso las puntas de los dedos y senalo con la mano el pasillo.

La muchacha salto inmediatamente de la cama, desnuda, recogio apresuradamente su ropa y salio de la habitacion.

– Una delicia de muchacha -comento Sanson.

Hunter cerro la puerta.

– Es francesa -dijo Sanson-. Las francesas son las mejores amantes, ?no te parece?

– Sin duda son las mejores prostitutas.

Sanson se rio. Era un hombre corpulento y alto, que provocaba una sensacion tenebrosa y amenazadora: cabellos oscuros, cejas oscuras que se unian sobre la nariz, barba oscura, piel oscura. Pero su voz era sorprendentemente aguda, sobre todo cuando se reia.

– ?No puedo convencerte de que las francesas son superiores a las inglesas?

– Solo en su capacidad para transmitir enfermedades.

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