precision donde se habia escondido, por el humo acre que se elevaba sobre los arboles y la detonacion ocasional de cargas explosivas.
Guio el caballo hasta un pequeno claro y encontro al Judio en un escenario grotesco: habia animales muertos por todas partes, pudriendose al sol de mediodia. Tres barriles de madera, que contenian salitre, carbon y azufre, esperaban a un lado. Fragmentos de cristal roto relucian entre la hierba alta. El Judio trabajaba febrilmente, con la ropa y la cara manchadas de sangre y de polvora de las explosiones.
Hunter desmonto y miro alrededor.
– ?Se puede saber que habeis estado haciendo, en el nombre de Dios?
– Lo que me pedisteis -contesto Ojo Negro sonriendo-. No quedareis decepcionado. Venid, os lo mostrare. Primero, me encargasteis una mecha larga y de combustion lenta, ?verdad?
Hunter asintio.
– Las mechas normales no sirven -sentencio el Judio-. Se podria utilizar un rastro de polvora, pero arde a una gran velocidad. O por el contrario se podria utilizar un fosforo lento. -Un fosforo lento era un fragmento de cuerda o canamo empapado de salitre-. Pero es demasiado lento y a menudo la llama es tan debil que no consigue encender los materiales finales. ?Me explico? -Si.
– Bien. En cuanto a la intensidad de la llama y la velocidad de combustion de la mecha se puede hallar una via intermedia aumentando la proporcion de azufre que contiene la mezcla inflamable. Pero esa mezcla se caracteriza por su baja fiabili- dad. Nosotros no queremos que la llama empiece a temblar y se apague.
– No.
– He probado con diversas cuerdas, mechas, e incluso trapos empapados, sin resultado. Ninguno de ellos puede utilizarse. En consecuencia, he buscado un contenedor en el que encerrar la carga. Y he encontrado esto. -Levanto una sustancia blanca, fina y membranosa-. Las visceras de una rata -dijo, sonriendo encantado-. Ligeramente secadas sobre carbones tibios, para eliminar los humores y los jugos sin que pierda flexibilidad. Asi he logrado que cuando se introduce cierta cantidad de polvora en el intestino, resulte una mecha muy util. Os lo demostrare.
Cogio un pedazo de intestino, de unos tres metros, blanquecino, en el que se transparentaba la polvora negra del interior. Lo dejo en el suelo y encendio un extremo.
La mecha ardio silenciosamente, con pocos temblores y lentamente, consumiendo no mas de cuatro o cinco centimetros por minuto.
El Judio sonreia feliz.
– ?Lo veis?
– Teneis motivos para estar orgulloso -dijo Hunter-. ?Esta mecha se puede transportar?
– Con toda seguridad -afirmo el Judio-. El unico problema es el tiempo. Si el intestino se seca demasiado, se vuelve fragil y podria quebrarse. Esto sucede al cabo de uno o dos dias.
– Entonces tendremos que llevarnos algunas ratas.
– Es lo que pensaba yo -coincidio el Judio-. Pero tengo otra sorpresa, algo que ni siquiera me pedisteis. Quiza no le encontrareis utilidad, aunque a mi me parece un artilugio realmente admirable. -Se callo un instante-. ?Habeis oido hablar de esa arma francesa que llaman grenade?
– No. -Hunter sacudio la cabeza-. ?Una fruta envenenada? -Grenade era la palabra francesa para la granada, y envenenar estaba a la orden del dia en la corte del rey Luis.
– En cierto sentido -dijo el Judio, con una ligera sonrisa-. Se llama asi por su similitud con las semillas que contiene la granada. Conocia de la existencia de esa arma, pero tambien sabia que era peligroso fabricarla. Sin embargo, lo he logrado. El truco es la proporcion de salitre. Observad.
El Judio levanto una botella vacia con el cuello corto. Mientras Hunter observaba, el Judio le echo un punado de perdigones y algunos fragmentos de metal. Mientras trabajaba, el Judio se explico:
– No querria que pensarais mal de mi. ?Habeis oido hablar de la Complicidad Grande?
– Solo un poco.
– Empezo con mi hijo -dijo el Judio, con una mueca, mientras preparaba la granada-. En agosto del ano 1639, mi hijo hacia tiempo que habia renunciado a la fe judia. Vivia en Lima, en Peru, en Nueva Espana. Su familia prosperaba y el se creo enemigos.
»Le arrestaron el 11 de agosto -prosiguio el Judio mientras echaba mas perdigones en el recipiente de vidrio- y le acusaron de ser judio clandestinamente. Decian que no habia querido cerrar una venta un sabado, y tambien que no comia tocino para desayunar. Le marcaron como judaizante y lo torturaron. Le metieron los pies dentro de zapatos de hierro al rojo vivo y su carne se abraso. Confeso.
El Judio termino de llenar la botella de polvora y la sello con cera derretida.
– Lo tuvieron seis meses en prision -continuo-. En 1640, en enero, quemaron a once hombres en la pira. Siete estaban todavia vivos. Uno de ellos era mi hijo. Cazalla era el comandante de la guarnicion que superviso la ejecucion del auto de fe. Los bienes de mi hijo fueron requisados. Su esposa y sus hijos… desaparecieron.
El Judio miro brevemente a Hunter y se seco las lagrimas de los ojos.
– No quiero compasion -dijo-. Pero quiza esto os ayudara a comprender.
Levanto la granada e inserto una mecha corta.
– Os aconsejo que os refugieis tras esos matorrales -dijo el Judio.
Hunter se escondio y miro como el Judio dejaba la botella sobre una roca, encendia la mecha y corria a reunirse con el. Los dos hombres se quedaron mirando la botella.
– ?Que va a pasar? -pregunto Hunter.
– Observad -respondio el Judio, sonriendo por primera vez.
Poco despues, la botella exploto. Fragmentos de vidrio y metal salieron despedidos en todas direcciones. Hunter y el Judio se aplastaron contra el suelo, mientra oian los fragmentos que cruzaban el follaje por encima de sus cabezas.
Cuando Hunter levanto de nuevo la cabeza, estaba palido.
– ?Cielo santo! -exclamo.
– No es un accesorio para caballeros, precisamente -bromeo el Judio-. Causa pocos danos a todo lo que no sea carne viva.
Hunter miro al Judio, intrigado.
– El comandante se ha ganado estas atenciones -dijo el Judio-. ?Que opinais de la granada?
Hunter no dijo nada. Su instinto se rebelaba contra un arma tan inhumana. Sin embargo iba a llevarse a sesenta hombre para capturar un galeon con un tesoro en una fortaleza enemiga; sesenta hombres contra una fortaleza dotada con trescientos soldados y la tripulacion que se encontraba en tierra, lo que sumaba doscientos o trescientos mas.
– Construidme una docena -dijo finalmente-. Empaquetadlas para el viaje y no se lo digais a nadie. Sera nuestro secreto.
El Judio sonrio.
– Tendreis vuestra venganza, don Diego -dijo Hunter. Monto a caballo y, sin anadir nada mas, se alejo.
10
Crawford's Valley estaba a una agradable distancia de media hora a caballo hacia el norte, a traves del exuberante follaje que crecia a los pies de las Blue Mountains. Hunter llego a lo alto de una cima sobre el valle y vio los caballos de la senora Hacklett y de sus dos esclavas atados junto al alegre riachuelo, que surgia de una poza en la roca en el extremo oriental del valle. Tambien vio un mantel en el suelo sobre el que se habia dispuesto la merienda.
Hunter desmonto cerca de los caballos y ato el suyo. Apenas tardo un momento en convencer a las dos negras, llevandose un dedo a los labios y lanzandoles un chelin. Riendose silenciosamente, las dos mujeres se esfumaron. No era la primera vez que alguien las sobornaba para que guardaran silencio sobre un encuentro clandestino, asi que Hunter no tuvo ningun temor de que contaran a nadie lo que habian visto.
Tampoco dudaba de que se quedarian espiando a los dos blancos desde los arbustos, riendo por lo bajo. Se