Sanson se rio con ganas.

– Hunter, tu sentido del humor es unico. ?Tomaras un vaso de vino conmigo?

– Con placer.

Sanson le sirvio de la botella de la mesita. Hunter cogio el vaso y lo levanto para brindar.

– A tu salud.

– A la tuya -dijo Sanson, y ambos bebieron.

Ninguno de los dos aparto la mirada del otro.

Por su parte, Hunter no confiaba en absoluto en Sanson. En realidad, no deseaba llevarse a Sanson a la expedicion, pero el frances era necesario para el exito de la empresa. Porque San- son, a pesar de su orgullo, su vanidad y sus fanfarronerias, era el asesino mas despiadado del Caribe; procedia de una familia de verdugos franceses.

Incluso su nombre -Sanson, que significa «sin sonido»- era una definicion satirica de la manera silenciosa en la que solian acabar sus victimas. Era conocido y temido en todas partes. Se decia que su padre, Charles Sanson, era el verdugo del rey en Dieppe. Se rumoreaba que el propio Sanson habia sido sacerdote en Lieja durante un tiempo breve, hasta que sus indiscreciones con las monjas de un convento cercano hicieron mas conveniente que abandonara el pais.

Pero Port Royal no era una ciudad donde se prestara mucha atencion a las historias del pasado. Alli Sanson era conocido por su habilidad con el sable, la pistola y su arma favorita, la ballesta.

Sanson volvio a reir.

– Bien, hijo. Cuentame que te preocupa.

– Zarpo dentro de dos dias. Hacia Matanceros.

Sanson no rio.

– ?Quieres que vaya contigo a Matanceros?

– Si.

Sanson sirvio mas vino.

– No quiero ir alli -dijo-. Ningun hombre cuerdo quiere ir a Matanceros. ?Por que quieres ir?

Hunter no dijo nada.

Con el ceno fruncido, Sanson se miro los pies sobre la cama. Meneo los dedos de los pies, todavia con el ceno fruncido.

– Tiene que ser por los galeones -dijo finalmente-. Los galeones perdidos durante la tormenta se han refugiado en Matanceros, ?verdad?

Hunter se encogio de hombros.

– Cauto, cauto -bromeo Sanson-. Muy bien, ?y que condiciones propones para esta expedicion de locos?

– Te dare cuatro partes sobre cien.

– ?Cuatro partes? Eres un hombre avaro, capitan Hunter. Has herido mi orgullo, si crees que solo valgo cuatro partes…

– Cinco partes -dijo Hunter, con la expresion de un hombre que se rinde.

– ?Cinco? Pongamos ocho y cerramos el trato.

– Pongamos cinco y cerramos el trato.

– Hunter. Es tarde y no tengo paciencia. ?Quedamos en siete?

– Seis.

– Por la sangre de Cristo, que avaro eres.

– Seis -repitio Hunter.

– Siete. Toma otro vaso de vino.

Hunter le miro y decidio que no merecia la pena seguir discutiendo. Sanson seria mas facil de controlar si creia que habia negociado bien; en cambio, estaria intratable y de mal humor si consideraba que el acuerdo era injusto.

– Esta bien, siete -acepto Hunter.

– Amigo mio, eres una persona sensata. -Sanson alargo la mano-. Cuentame como piensas atacar.

Sanson escucho el plan sin decir una sola palabra. Finalmente, cuando Hunter termino, se dio una palmada en el muslo.

– Es cierto eso que dicen de que el espanol es perezoso, el frances elegante y el ingles ingenioso.

– Creo que funcionara -dijo Hunter.

– No tengo la menor duda -dijo Sanson.

Cuando Hunter salio de la pequena habitacion, el dia estaba rompiendo sobre las calles de Port Royal.

8

Por supuesto, fue imposible mantener en secreto la expedicion. Habia demasiados marineros buscando un puesto en cualquier buque corsario, y se necesitaban demasiados mercaderes y granjeros para aprovisionar el Cassandra, el balandro de Hunter. A primera hora de la manana, todo Port Royal estaba hablando de la inminente empresa del capitan.

Se decia que Hunter atacaria Campeche. Tambien se decia que saquearia Maracaibo. Incluso se decia que osaria atacar Panama, como habia hecho Drake hacia setenta anos. Pero un viaje tan largo por mar exigia un fuerte aprovisionamiento, y Hunter estaba reuniendo tan pocos suministros que los rumores se inclinaban mayoritariamente porque el objetivo de la expedicion fuera la propia La Habana, que nunca habia sido atacada por los corsarios. La mera idea era considerada una locura por casi todos.

Salieron a la luz otras informaciones desconcertantes. Ojo Negro, el Judio, estaba comprando ratas a los ninos y a los bribones de los muelles. Para que querria ratas el Judio era algo que estaba fuera del alcance de la imaginacion de los marineros. Tambien se sabia que Ojo Negro habia comprado las entranas de un cerdo, que podian utilizarse para la adivinacion, pero sin duda no le serian de utilidad a un judio.

Mientras tanto, la tienda de oro del Judio estaba cerrada y atrancada.

El Judio se habia ido a alguna parte de las colinas del interior. Habia salido antes del alba, con cierta cantidad de azufre, salitre y carbon.

El aprovisionamiento del Cassandra tambien era extrano. Solo se habia solicitado una cantidad limitada de cerdo salado, pero en cambio habian pedido mucha agua, incluidos varios barriletes, encargados especialmente al senor Longley, el tonelero. La tienda de canamo del senor Whitstall habia pedido un encargo de mas de trescientos metros de cuerda robusta, demasiado gruesa para usarla como jarcias en un velero. Al senor Nedley, el fabricante de velas, le habian pedido que cosiera varias bolsas grandes de lona con ojales para cerrarlas por arriba. Y Carver, el herrero, estaba forjando rezones con un diseno peculiar: los brazos llevaban bisagras para poder doblarlos y aplanarlos.

Hubo tambien un presagio: por la manana, los pescadores atraparon un gigantesco tiburon martillo, y lo arrastraron hasta el muelle cercano a Chocolate Hole, donde las tortugas hacian sus madrigueras. El tiburon, que media mas de cuatro metros y tenia un hocico muy largo y plano, y los ojos a uno y otro lado de una protuberancia, era anormalmente feo. Pescadores y transeuntes dispararon sus pistolas contra el animal, sin aparentes consecuencias. La enorme bestia siguio contorsionandose y agitandose sobre la madera del muelle hasta pasado mediodia.

Luego, abrieron el vientre del tiburon, de donde salieron unos viscosos y retorcidos intestinos. Cuando miraron en las entranas vieron un destello de metal; posteriormente se comprobo que se trataba de la armadura completa de un soldado espanol: el pectoral, el yelmo con cresta y las rodilleras. De ahi se dedujo que el tiburon martillo habia devorado al soldado y se habia comido su carne, pero no habia sido capaz de digerir la armadura. Algunos interpretaron lo sucedido como un presagio de un inminente ataque espanol a Port Royal; otros, como una prueba de que Hunter atacaria a los espanoles.

Sir James Almont no tenia tiempo para presagios. Aquella manana estaba ocupado interrogando a un granuja frances llamado L'Olonnais, que habia llegado a puerto hacia unas horas con un bergantin espanol como botin. L'Olonnais no tenia patente de corso y, de todos modos, se suponia que Inglaterra y Espana estaban en paz. Sin

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