El senor Enders tarareo en voz baja.
– Ya esta -dijo-. Solo un momento y os sentireis mucho mejor. Confiad en mi, respirareis mejor y las damas tambien quedaran mas contentas. -Dio unos golpecitos a la mejilla tapada con el pano-. Salgo un momento a respirar aire fresco y vuelvo enseguida.
Sin mas, el senor Enders salio de la tienda porque habia visto a Hunter, que desde fuera le hacia una sena para que se acercara. El senor Enders era un hombre bajo, de movimientos rapidos y delicados; parecia que bailara en vez de caminar. Tenia un modesto negocio en el puerto, porque muchos de sus pacientes sobrevivian a sus cuidados, a diferencia de los de otros cirujanos. Pero su mayor habilidad, y su autentica pasion, era pilotar naves con las velas desplegadas. Enders, un verdadero artista del mar, era un especimen raro, un timonero perfecto, un hombre que parecia entrar en comunion con el barco que gobernaba.
– ?Necesitais un afeitado, capitan? -pregunto a Hunter.
– Una tripulacion.
– Pues ya teneis a un cirujano -dijo Enders-. ?Y de que tipo de viaje se trata?
– Vamos a talar madera -contesto Hunter sonriendo.
– Siempre es agradable talar madera -dijo Enders-. ?Y de quien es la madera?
– De Cazalla.
Inmediatamente, Enders abandono su buen humor.
– ?Cazalla? ?Pretendeis ir a Matanceros?
– Hablad mas bajo -dijo Hunter, mirando hacia la calle.
– Capitan, capitan, el suicidio es una ofensa a Dios.
– Sabeis que os necesito -dijo Hunter.
– Pero la vida es bella, capitan -replico Enders.
– El oro tambien.
Enders se callo, enfurrunado. Sabia, como lo sabia el Judio, como lo sabian todos en Port Royal, que no habia oro en la fortaleza de Matanceros.
– ?Podriais explicaros?
– Es mejor que no.
– ?Cuando zarpais?
– Dentro de dos dias.
– ?Y nos enteraremos de las razones en la bahia del Toro?
– Teneis mi palabra.
Enders extendio silenciosamente la mano y Hunter se la estrecho. Dentro de la tienda, el paciente se retorcia y grunia.
– ?Cielos, pobre hombre! -exclamo Enders y entro corriendo. La sanguijuela estaba hinchada de sangre y algunas gotas rojas caian en el suelo de madera. Enders arranco la sanguijuela y el paciente chillo-. Calma, calma, no os pongais nervioso, excelencia.
– Eres un maldito pirata y un canalla -escupio sir James Almont, apartando el pano de la cara y taponandose con el el cuello mordido.
Lazue estaba en un llamativo burdel de Lime Road, rodeado de mujeres risuenas. Lazue era frances; el nombre era una contraccion de Les Yeux, porque sus ojos de marinero eran graneles, brillantes y legendarios. Podia ver mejor que nadie en la oscuridad de la noche; muchas veces Hunter habia logrado maniobrar sus navios entre arrecifes y bancos de arena con la ayuda del frances en el castillo de proa. Tambien era cierto que ese hombre esbelto y felino era un extraordinario tirador.
– Hunter -gruno Lazue, con un brazo alrededor de una muchacha tetuda-. Hunter, unios a nosotros. Las muchachas rieron, jugando con sus cabellos.
– Hablemos en privado, Lazue.
– Que aburrido sois -dijo el frances, y beso a todas las muchachas una por una-. Volvere, preciosas -se despidio, y fue con Hunter a un rincon alejado.
Una muchacha les llevo una vasija de barro llena de ron y un vaso para cada uno.
Hunter miro la cara lampina y los cabellos largos y enmaranados de Lazue.
– ?Has bebido, Lazue?
– No demasiado, capitan -contesto el, con una risa ronca-. Hablad.
– Salgo en una expedicion en dos dias.
– ?Si? -Lazue recupero la sobriedad de golpe. Sus grandes ojos vigilantes se concentraron en Hunter-. ?Una expedicion adonde?
– A Matanceros.
Lazue rio, con un grunido profundo y resonante. Era insolito que un sonido asi saliera de un cuerpo tan flaco.
– Matanceros significa matarifes, y, por lo que he oido, decir el nombre le va como anillo al dedo.
– No importa -dijo Hunter.
– Vuestras razones deben de ser muy buenas.
– Lo son.
Lazue asintio, sin esperar a oir mas. Un capitan experto no solia revelar demasiado de una expedicion hasta que la tripulacion estaba en alta mar.
– ?Las razones son tan buenas como grandes los peligros?
– Lo son.
Lazue escruto la cara de Hunter.
– ?Quereis a una mujer en la expedicion?
– Por eso estoy aqui.
Lazue rio de nuevo. Se rasco los pequenos pechos distraidamente. Aunque se vestia, se comportaba y luchaba como un hombre, Lazue era una mujer. Pocos conocian su historia, pero Hunter era uno de ellos.
Lazue era la hija de la esposa de un marinero breton. Su marido estaba en el mar cuando ella descubrio que estaba embarazada y poco despues tuvo un hijo. Sin embargo, el esposo no regreso -de hecho no se supo nunca mas de el- y unos meses despues la mujer quedo embarazada de nuevo. Temiendo el escandalo, se traslado a otro pueblo de la provincia, donde tuvo a su hija, Lazue.
Al cabo de un ano el hijo murio. En ese tiempo, la madre se habia quedado sin dinero, asi que tuvo que volver a su pueblo natal a vivir con sus padres. Para evitar la deshonra, vistio a su hija de nino; el engano fue tan completo que en el pueblo nadie, ni siquiera los abuelos de la nina, sospecharon jamas la verdad. Lazue crecio como un varon, y a los trece anos entro a trabajar de cochero para un noble de la zona; mas tarde se alisto en el ejercito frances y vivio varios anos entre las tropas sin que nadie la descubriera. Finalmente -al menos tal como ella contaba la historia- se enamoro de un joven y guapo oficial de caballeria y le revelo su secreto. Vivieron un amor apasionado pero el nunca se caso con ella, y cuando todo acabo, ella decidio emigrar a las Indias Occidentales, donde asumio de nuevo su papel masculino.
Sin embargo, en una ciudad como Port Royal, era imposible mantener un secreto asi, de forma que todos sabian que Lazue era una mujer. En cualquier caso, durante las expediciones corsarias, tenia la costumbre de descubrir sus pechos para confundir y aterrar a los enemigos. Sin embargo, en el puerto, todos la trataban como a un hombre y nadie daba mas importancia a la cuestion.
Lazue rio.
– Estais loco, Hunter, si quereis atacar Matanceros.
– ?Vendras?
Ella rio otra vez.
– Solo porque no tengo nada mejor que hacer. Y volvio con las risuenas prostitutas a la mesa del otro extremo.
Hunter encontro al Moro de madrugada; estaba jugando una partida de cartas con dos corsarios holandeses en una casa de juegos llamada El Bribon Amarillo.
El Moro, tambien llamado Bassa, era un hombre corpulento, con una cabeza enorme, unos musculos como piedras en los hombros y el pecho, unos brazos gruesos y unas manos descomunales, que agarraban las cartas de la baraja haciendo que parecieran minusculas. Le llamaban Moro por razones que se habian olvidado hacia mucho tiempo, y aunque el hubiera deseado dar explicaciones sobre sus origenes, no habria podido hacerlo,