granuja.

– Deberiais medir vuestras palabras -le advirtio Almont con calma-. Los duelos son ilegales en esta isla, pero se producen con monotona regularidad. Temo que es poco lo que puedo hacer para poner fin a esta practica.

– He oido hablar de este hombre -insistio Hacklett, mas agitado si cabe-. No es hijo del comandante Edward Hunter, al menos no un hijo legitimo.

Hunter se rasco la barba.

– ?De veras?

– He oido decirlo -contesto Hacklett-. Ademas, se cuenta que es un asesino, un canalla, un putero y un pirata.

Al oir la palabra «pirata», el brazo de Hunter cayo sobre la mesa a una velocidad extraordinaria. Su mano agarro los cabellos de Hacklett y le hundio la cara en el plato de cordero a medio comer. Hunter lo sostuvo en esta posicion un buen rato.

– ?Cielo santo! -exclamo Almont-. Os adverti especificamente sobre esto. Debeis entenderlo, senor Hacklett, ser corsario es una profesion honorable. Los piratas, en cambio, estan fuera de la ley. ?Pretendeis insinuar realmente que el capitan Hunter es un fuera de la ley?

Hacklett emitio un sonido ahogado, con la cara enterrada en la comida.

– No os he oido, senor Hacklett -dijo Almont.

– He dicho que no -insistio Hacklett.

– Entonces, ?no creeis que como caballero debeis una disculpa al capitan Hunter?

– Mis disculpas, capitan Hunter. No pretendia ofenderos.

Hunter solto la cabeza del hombre. Hacklett se incorporo y se limpio la salsa de la cara con la servilleta.

– Bien -dijo Almont-. Hemos superado un momento desagradable. ?Tomamos los postres?

Hunter miro a los invitados. Hacklett todavia se limpiaba la cara. Morton lo observaba totalmente estupefacto. La senora Hacklett miraba a Hunter y, cuando sus ojos se cruzaron, se paso la lengua por los labios.

Despues de cenar, Hunter y Almont se retiraron a la biblioteca para tomar un brandy. Hunter manifesto su conmiseracion al gobernador por el nombramiento del nuevo secretario.

– No me hara mas facil la vida -acepto Almont-, y me temo que sera lo mismo para vos.

– ?Creeis que mandara informes desfavorables a Londres?

– Creo que lo intentara.

– Sin duda el rey sabe lo que sucede en su colonia.

– Yo no estaria tan seguro -dijo Almont, con un gesto.implio-. Pero una cosa es cierta: el apoyo a los corsarios seguira mientras el rey reciba una compensacion generosa.

– Nada menos que un reparto a partes iguales -puntualizo Hunter rapidamente-. Os lo aseguro, no puede ser de otro modo.

– Pero si la Corona equipa vuestros navios, arma a vuestros marineros…

– No -dijo Hunter-. No sera necesario.

– ?No sera necesario? Mi querido Hunter, ya conoceis Matanceros. Una guarnicion espanola al completo esta estacionada en la fortaleza.

Hunter sacudio la cabeza.

– Un ataque frontal jamas tendria exito. Lo sabemos desde la expedicion de Edmunds.

– Pero ?que alternativa tenemos? La fortaleza de Matanceros domina la entrada al puerto. Es imposible escapar con el navio del tesoro sin apoderarse primero de la fortaleza.

– No hay duda.

– Entonces, ?en que pensais?

– Propongo un asalto reducido desde el lado de tierra de la fortaleza.

– ?Contra una guarnicion entera? ?De al menos trescientos soldados? No lo lograreis.

– Al contrario -dijo Hunter-. Si no lo logramos, Cazalla dirigira sus canones contra el galeon del tesoro y lo hundira en el puerto, donde esta anclado.

– No se me habia ocurrido -reflexiono Almont. Tomo un poco de brandy-. Contadme algo mas de vuestro plan.

7

Mas tarde, cuando Hunter salia de la casa del gobernador, la senora Hacklett aparecio en el vestibulo y lo abordo.

– Capitan Hunter.

– Si, senora Hacklett.

– Queria disculparme por el inexcusable comportamiento de mi esposo.

– No son necesarias vuestras disculpas.

– Al contrario, capitan. Creo que son muy necesarias. Se ha comportado como un palurdo y como un villano.

– Senora, su esposo se ha disculpado personalmente como ini caballero, asi que doy el asunto por concluido. -La saludo con la cabeza-. Buenas noches.

– Capitan Hunter.

El se detuvo en la puerta y se volvio.

– ?Si, senora?

– Es usted un hombre muy atractivo, capitan.

– Senora, me siento halagado. Espero que volvamos a vernos pronto.

– Yo tambien, capitan.

Hunter se marcho pensando que el senor Hacklett haria bien vigilando a su esposa. El capitan lo habia visto en otras ocasiones: una mujer bien educada, crecida en un ambiente rural noble de Inglaterra, que encontraba la forma de divertirse en la corte, como sin duda habia encontrado la senora Hacklett, en cuanto su esposo miraba hacia otro lado, como sin duda habia hecho el senor Hacklett. Por lo que parecia, al encontrarse en las Indias, lejos de casa y de las restricciones de clase y moral… Hunter lo habia visto en otras ocasiones.

Camino por la calle empedrada alejandose de la mansion y paso frente a la cocina, todavia iluminada, donde los criados trabajaban. Debido al clima caluroso, todas las casas de Port Royal tenian las cocinas separadas del edificio principal. A traves de las ventanas abiertas, vio la silueta de la muchacha rubia que les habia servido la cena. La saludo con la mano.

Ella le devolvio el saludo y siguio con su trabajo.

Frente a la posada de la senora Denby, una multitud estaba atormentando a un oso. Hunter miro a los ninos que fastidiaban al indefenso animal lanzandole piedras; se reian y gritaban mientras el oso rugia y tiraba de la cadena a la que estaba atado. Un par de prostitutas pinchaban al oso con ramas. Hunter paso por su lado y entro en la posada.

Trencher estaba en un rincon, bebiendo con su brazo bueno. Hunter lo llamo y se lo llevo aparte.

– ?Que pasa, capitan? -pregunto Trencher ansiosamente.

– Quiero que consigas algunos hombres.

– Decidme a quien quereis, capitan.

– A Lazue, al senor Enders, a Sanson. Y al Moro.

Trencher sonrio.

– ?Los quereis aqui?

– No. Descubre donde estan y yo ire a buscarlos. ?Donde esta Susurro?

– En la Cabra Azul -contesto Trencher-. En la parte de atras.

– ?Y Ojo Negro esta en Farrow Street?

– Creo que si. ?Quereis tambien al Judio?

– Confio en tu discrecion -dijo Hunter-. Guardame el secreto por ahora.

– ?Me llevareis a mi tambien, capitan?

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