acerco silenciosamente a las rocas que rodeaban la poza, al pie de la suave cascada. La senora Hacklett estaba chapoteando en el agua del manantial. Todavia no se habia percatado de la llegada de Hunter.
– Sarah -dijo la senora Hacklett, hablando con la esclava que todavia creia tener cerca-, ?conoces al capitan Hunter, del puerto?
– Humm -contesto el, en tono agudo y se sento junto a la ropa de ella.
– Robert dice que no es mas que un granuja y un pirata -prosiguio ella-. Pero mi esposo me presta tan poca atencion… Era la favorita del rey, asi que el deberia estar contento. Pero el capitan Hunter es tan guapo. ?Sabes si goza de los favores de muchas mujeres en la ciudad?
Hunter no contesto. Contemplaba a la senora Hacklett mientra chapoteaba.
– Estoy segura de que si. La expresion de sus ojos podria derretir el corazon mas duro. Es evidente que es fuerte y valiente; y esto es algo que a ninguna mujer le pasa inadvertido. Ademas sus dedos y su nariz son de buen augurio para las que disfruten de sus atenciones. ?Tiene alguna favorita en la ciudad, Sarah?
Hunter no contesto.
– Su Majestad tiene los dedos largos y esta maravillosamente dotado para la cama. -Se rio-. No deberia decir estas cosas, Sarah.
El capitan siguio sin decir nada.
– ?Sarah? -dijo, volviendose, y vio a Hunter, sentado y sonriendole.
– ?No sabeis que banarse es poco sano? -dijo Hunter.
Ella le salpico, enfadada.
– Todo lo que dicen de vos es cierto -se quejo-. Sois un hombre vil, vulgar y absolutamente desagradable, y no sois un caballero.
– ?Esperabais a un caballero hoy?
Ella volvio a salpicarle.
– Sin duda esperaba algo mas que un espia deshonesto. ?Alejaos inmediatamente para que pueda volver a vestirme!
– Este sitio me resulta muy agradable -dijo Hunter.
– ?Os negais a marcharos?
Estaba muy enfadada. En las aguas transparentes, Hunter podia ver que era demasiado delgada para su gusto, con pechos pequenos; una mujer huesuda con el ceno fruncido. Pero su ira le excito.
– En efecto, temo no poder complaceros.
– Entonces, senor, os he juzgado mal. Os creia dispuesto a tratar con cortesia y buenos modales a una mujer en desventaja.
– ?Cual es vuestra desventaja? -pregunto Hunter.
– Estoy desnuda, senor.
– Ya lo veo.
– Y el agua del manantial esta fria. -?Si? '
– Ya lo creo que si.
– ?Acabais de daros cuenta?
– Senor, os pido una vez mas que ceseis esta impertinencia y me permitais un momento de intimidad para secarme y vestirme.
A modo de respuesta, Hunter se acerco al borde del agua, la tomo de la mano y la subio a la roca, donde se quedo goteando y temblando, a pesar del calor del sol. Ella lo miraba, furiosa.
– Pillareis un mal resfriado -dijo el sonriendo ante la verguenza de ella.
– Pues que seamos dos -replico ella, y bruscamente lo empujo al agua, totalmente vestido.
Cuando Hunter se sumergio sintio el impacto del agua helada en el cuerpo. Jadeo, sin respiracion. Lucho por mantenerse a flote mientras ella se reia de el desde la roca.
– Senora -dijo el, ahogandose-. Senora, os lo ruego.
Ella seguia riendo.
– Senora -dijo el-. No se nadar. Os ruego que me ayudeis… -Y su cabeza se sumergio un momento.
– ?Un lobo de mar que no sabe nadar? -pregunto entre carcajadas.
– Senora… -fue todo lo que pudo decir al salir a la superficie antes de volver a hundirse.
Un momento despues salio a flote, dando manotazos y patadas freneticamente. Ella empezo a mirarlo preocupada; luego le alargo una mano y el se acerco agitando pies y manos.
Hunter le cogio la mano y tiro con fuerza, levantandola por encima de su cabeza. Ella grito y cayo de espaldas, como un peso muerto; volvio a chillar, antes de hundirse. El todavia reia cuando ella salio a la superficie, pero la ayudo a volver a subir a la roca tibia.
– Sois un canalla -espeto ella escupiendo agua-, sois un bastardo, un bribon, un malvado granuja y un maldito sinverguenza.
– A vuestro servicio -dijo Hunter, y la beso.
Ella se aparto.
– Y un presuntuoso.
– Y un presuntuoso -acepto el, y volvio a besarla.
– Supongo que ahora pretendeis forzarme como a una mujer cualquiera.
– Dudo -dijo Hunter, quitandose la ropa mojada- que sea necesario.
Y no lo fue.
– ?A la luz del dia? -se escandalizo ella, pero esas fueron sus ultimas palabras inteligibles.
11
Hacia mediodia, el secretario Robert Hacklett se presento ante sir James Almont con noticias preocupantes.
– La ciudad es un hervidero de rumores -dijo-. Se dice que el capitan Hunter, el mismo hombre con quien cenamos anteanoche, esta organizando una expedicion pirata contra un dominio espanol, tal vez La Habana.
– ?Y vos dais credito a esas tonterias? -pregunto Almont tranquilamente.
– Excelencia -insistio Hacklett-, es un hecho probado que el capitan Hunter ha ordenado que se cargaran provisiones para un viaje por mar a bordo de su balandro Cassandra.
– Quiza -admitio Almont-. Pero ?donde esta el delito?
– Excelencia -dijo Hacklett-, con el mayor de los respetos debo informaros de que, segun los rumores, vos habeis autorizado la expedicion e incluso habeis aportado vuestro apoyo economico.
– ?Estais diciendo que he financiado la expedicion? -pregunto Almont, con cierta irritacion.
– En otras palabras, esto es lo que se dice, sir James.
El gobernador suspiro.
– Senor Hacklett -dijo-, cuando lleveis mas tiempo residiendo aqui, pongamos una semana, sabreis que siempre corre el rumor de que he autorizado una expedicion y de que la he financiado.
– Entonces, ?los rumores no tienen fundamento?
– Reconozco que he proporcionado al capitan Hunter unos documentos que lo autorizan a talar madera donde le parezca oportuno. Este es el alcance de mi interes en el asunto.
– ?Y donde se talara esa madera?
– No tengo la menor idea -contesto Almont-. Probablemente en la Costa de los Mosquitos de Honduras. Es un lugar extraordinario.
– Excelencia -insistio Hacklett-, ?permitis que os recuerde respetuosamente que en esta epoca de paz entre nuestra nacion y Espana, la tala de madera representaria un motivo de irritacion que podria evitarse facilmente?
– Podeis recordarmelo -dijo Almont-, pero considero que os equivocais. En esta parte del mundo hay muchas tierras que Espana reclama; sin embargo no estan habitadas, no hay ciudades, no hay colonos, no hay ciudadanos en ellas. En ausencia de tales pruebas de dominio, no considero que pueda objetarse nada a la tala de