Sanson miro furiosamente a Hunter y se fue pisando fuerte. Hunter no le hizo caso. Estaba observando como su pequeno balandro soltaba los cabos y se adentraba en el viento. Las velas se agitaron ruidosamente; el barco se paro. La tripulacion de Hunter se alineo en la barandilla de babor, observando como se acercaba el buque de guerra. El casco del barco estaba enteramente pintado de negro, con bordes dorados, y se distinguia el escudo de Felipe, los leones rampantes, en el castillo de popa. No habia duda de que era espanol.
– Podemos ofrecerles un buen espectaculo -dijo Enders-, cuando nos aborden para hacernos prisioneros. Basta con que deis la orden, capitan.
– No -rechazo Hunter.
En un navio de aquel tamano, por lo menos habria doscientos marineros, y otros tantos soldados armados en el puente. ?Que podian hacer sesenta hombres en un velero abierto contra cuatrocientos en un navio mas grande? Ante la menor resistencia, el galeon sencillamente se apartaria un poco y abriria fuego de costado sobre el Cassandra hasta que se hundiera.
– Es mejor morir con una espada en la mano que con una soga papista al cuello, o con las malditas llamas del virrey quemandote los pies -dijo Enders.
– Esperaremos -ordeno Hunter.
– Esperaremos ?a que?
Hunter no tenia ninguna respuesta. Observo como el buque de guerra se acercaba hasta que la sombra de la vela maestra del Cassandra se proyecto sobre el costado del navio. Algunas voces gritaban ordenes en espanol en la penumbra creciente.
El capitan miro a su alrededor. Sanson estaba cargando a toda prisa unas pistolas, que se colocaba al cinto. Hunter se acerco a el.
– Pienso luchar -dijo Sanson-. Los demas podeis rendiros como mujeres miedosas, pero yo luchare.
De repente, Hunter tuvo una idea.
– Pues haz esto -dijo, y susurro algo al oido de Sanson.
Poco despues, el frances se alejo furtivamente.
Mientras tanto seguian oyendose gritos en espanol. Desde el galeon se lanzaron cuerdas al Cassandra. Una hilera ininterrumpida de soldados con mosquetes los miraba desde lo alto del puente principal del barco de guerra, apuntando hacia el pequeno velero. Un soldado espanol salto a bordo del Cassandra. Uno tras otro, Hunter y su tripulacion fueron obligados a marchar a punta de mosqueton y forzados a subir por la escalera de cuerda al navio enemigo.
15
Tras pasar tantos dias apretujados a bordo del Cassandra, el galeon les parecio enorme. El puente principal era tan grande que parecia una llanura que se abriera delante de ellos. La tripulacion de Hunter, reunida por los soldados en torno al palo mayor, la misma tripulacion que llenaba el balandro hasta los topes, parecia enclenque e insignificante. Hunter observo los rostros de sus hombres; ellos esquivaban su mirada y fijaban los ojos en el suelo; sus expresiones eran de rabia, frustracion y decepcion.
Muy por encima de ellos, las enormes velas vibraban al viento con tal estruendo que el moreno oficial espanol tuvo que gritar para dirigirse a Hunter.
– ?Sois el capitan? -pregunto.
Hunter asintio.
– ?Como os llamais?
– Hunter -contesto tambien a gritos.
– ?Ingles?
– Si.
– Debeis presentaros al capitan -dijo el hombre, y dos soldados armados empujaron a Hunter abajo.
Por lo visto lo llevaban ante la presencia del capitan del navio de guerra. Hunter miro por encima del hombro, y tuvo una ultima vision de sus hombres rendida alrededor del mastil. Ya les estaban atando las manos a la espalda. La tripulacion de aquel navio de guerra era eficiente.
Hunter bajo a trompicones por una estrecha escalera hasta el puente de artilleria. Vio fugazmente la larga fila de canones, con los soldados en posicion de firmes, antes de que le empujaran hacia popa. Al pasar por los portillos abiertos, pudo entrever su pequeno velero, atado al lado del barco de guerra. Estaba lleno de soldados espanoles, y de marineros espanoles que examinaban su equipamiento y sus jarcias, preparandose para gobernarla.
No le permitieron demorarse; un mosquete clavado en su espalda lo obligo a avanzar. Llegaron a una puerta en la que dos hombres, fuertemente armados y de aspecto malevolo, montaban guardia. Hunter se fijo en que no llevaban uniforme y ostentaban un aire de extrana superioridad; le miraron con compasivo desden. Uno de ellos llamo a la puerta y dijo unas pocas palabras en espanol; le respondio un grunido, y despues abrieron la puerta por completo y empujaron dentro a Hunter. Uno de los guardias tambien entro y cerro la puerta.
El camarote del capitan, insolitamente grande y amueblado con esmero, era espacioso y lujoso. Vio una mesa con un mantel de hilo fino y platos dorados dispuesta para una cena a la luz de las velas. Habia una cama comoda con una colcha de brocado con hilos de oro. En un rincon, sobre un canon que salia por un ojo de buey abierto, un cuadro al oleo de colores vivos representaba a Cristo en la cruz. En otro rincon, un farol proyectaba una agradable luz dorada en todo el camarote.
Habia otra mesa, al fondo del camarote, llena de mapas. Detras, en un sillon suntuoso de terciopelo rojo estaba sentado el capitan.
Daba la espalda a Hunter mientras se servia vino de un decantador de cristal tallado. Hunter solo podia ver que era un hombre muy corpulento y que su espalda era ancha como el lomo de un toro.
– Bien -dijo el capitan en un excelente ingles-, ?puedo invitaros a beber conmigo un vaso de este excelente Burdeos?
Antes de que Hunter contestara, el capitan se volvio. Hunter se encontro frente a dos ojos ardientes, una cara de rasgos marcados y pesados, con una nariz fuerte y una barba negra como la tinta. Contra su voluntad, Hunter exclamo:
– ?Cazalla!
El espanol solto una carcajada.
– ?Acaso esperabais al rey Carlos?
Hunter estaba sin habla. Era vagamente consciente de que movia los labios, pero no emitia ningun sonido. Las preguntas se agolpaban en su cabeza. ?Por que Cazalla estaba alli y no en Matanceros? ?Significaba eso que el galeon habia partido? ?O habia dejado la fortaleza al mando de algun lugarteniente?
O tal vez lo habia reclamado alguna autoridad superior. En ese caso era posible que el barco se dirigiera a La Habana.
Al mismo tiempo que estas preguntas se acumulaban en su mente, sintio un gelido miedo. Apenas podia dominarse para no temblar mientras miraba a Cazalla.
– Ingles -dijo Cazalla-, vuestra inquietud me halaga. Me averguenzo de no conocer vuestro nombre. Sentaos, poneos comodo.
Hunter no se movio. El soldado le empujo bruscamente contra un sillon frente al de Cazalla.
– Mucho mejor asi -dijo Cazalla-. ?Tomareis ahora el vino? -Alargo el vaso a Hunter.
Con un enorme esfuerzo de voluntad, Hunter logro que no le temblaran las manos mientras cogia el vaso que le ofrecia. Pero no bebio; lo dejo inmediatamente sobre la mesa. Cazalla sonrio.
– A vuestra salud, ingles -dijo y bebio-. Bebere a vuestra salud mientras sea posible. ?No me acompanais? ?No? Vamos, ingles. Ni siquiera su excelencia el comandante de la guarnicion de La Habana tiene un Burdeos tan exquisito. Se llama Haut-Brion. Bebed. -Hizo una pausa-. Bebed.
Hunter cogio el vaso y tomo un sorbo. Estaba como hipnotizado, casi en trance. Pero el sabor del vino rompio el hechizo del momento: el gesto ordinario de llevarse el vaso a los labios y tragar lo devolvio a la realidad. Superado el primer impacto, empezo a fijarse en infinidad de detalles insignificantes. Oyo la respiracion del soldado detras de el; probablemente a dos pasos de distancia, penso. Vio las irregularidades en la barba de