ruidosamente.
Sanson bajo otra vez la escotilla y avanzo un poco mas en el compartimiento de sentina. Echado de espaldas y empujandose con las manos, tardo casi un cuarto de hora en cruzar los veinte metros que separaban las escotillas de popa y proa del Cassandra. Levanto la tapa de la escotilla y volvio a echar un vistazo. No habia ningun marinero dormido en tres metros.
Con suavidad, lentamente, Sanson levanto la tapa de la escotilla y la dejo sobre cubierta. Salio del agua y se quedo un momento respirando el aire fresco nocturno. Su cuerpo empapado se helo con la brisa, pero no le presto atencion. Su mente estaba centrada en la tripulacion que dormia en cubierta.
Sanson conto diez hombres. Le parecio un numero razonable. En caso de necesidad, tres hombres bastaban para gobernar el Cassandra; cinco podian gobernarla con facilidad; diez eran mas que suficientes.
Estudio la posicion de los hombres sobre el puente, intentando decidir en que orden matarlos. Era facil asesinar a un hombre sin hacer mucho ruido, pero matarlo en absoluto silencio no lo era tanto. De los diez hombres, los primeros cuatro o cinco eran los cruciales, porque si uno de ellos hacia algun ruido, provocaria la alarma general.
Sanson se quito la fina cuerda que usaba como cinturon. La retorcio entre las manos y probo a tensarla con los punos cerrados. Satisfecho con su resistencia, recogio un pedazo de madera tallada y se puso en marcha.
El primer soldado no roncaba. Sanson lo levanto, lo sento y el hombre murmuro algo durmiendo, molesto con la interrupcion, antes de que Sanson le propinara un golpe brutal con la madera en el craneo. El golpe fue terrible, pero solo produjo un ruido sordo. Sanson dejo al marinero en el suelo.
En la oscuridad, palpo el craneo con las manos y noto una profunda cavidad; era probable que el golpe lo hubiera matado, pero no queria arriesgarse. Paso la cuerda alrededor de la garganta del hombre y apreto con fuerza. Al mismo tiempo, coloco la otra mano sobre el pecho del soldado para sentir el latido del corazon. Un minuto despues, las pulsaciones cesaron.
Sanson paso al siguiente, cruzando el puente como una sombra. Repitio la operacion. Tardo menos de diez minutos en matar a todos los hombres del barco. Dejo a los hombres colocados en cubierta como si durmieran.
El ultimo en morir fue el centinela, que estaba totalmente
borracho sobre el timon. Sanson le corto la garganta y lo echo al mar. Cayo al agua con un chapoteo muy suave, pero llamo la atencion del guardia en la cubierta del barco de guerra. El guardia se asomo y miro hacia el balandro.
– ?Estais bien? -grito.
Sanson, colocandose en la posicion del centinela en popa, hizo una senal al guardia. Estaba chorreando y no llevaba uniforme, pero sabia que estaba demasiado oscuro para que el guardia del otro barco pudiera darse cuenta.
– Estoy bien -dijo con voz adormilada.
– Buenas noches -contesto el guardia, y se volvio.
Sanson espero un momento, y despues concentro su atencion en el barco de guerra. Estaba a unos cien metros, la distancia necesaria para que, si el gran navio se giraba sobre el ancla debido a un cambio de viento o de la marea, no golpeara el Cassandra. Sanson observo con alivio que los espanoles no habian tenido la precaucion de cerrar los portillos de las canoneras, que seguian abiertos. Si se introducia por uno de los que daban a la cubierta mas baja de artilleria, podria evitar a los centinelas de la cubierta principal.
Se deslizo por la borda y nado rapidamente hacia el barco de guerra, esperando que los espanoles no hubieran tirado basura a la cala durante la noche. La basura atraeria a los tiburones y estos eran uno de los pocos animales a los que Sanson temia. Recorrio la distancia sin dificultad y pronto se encontro chapoteando junto al casco del galeon.
Las canoneras mas bajas estaban a menos de cuatro metros de altura. Oia a los centinelas bromeando en la cubierta principal. De la borda todavia colgaba una escalerilla de cuerda, pero Sanson no se atrevio a usarla. En cuanto se subiera a ella, su peso provocaria que crujiera y se moviera y los centinelas en cubierta lo oirian.
Asi que avanzo junto al casco un poco mas, hasta la cadena del ancla, y trepo por ella hasta las guias que venian del baupres. Aquellas guias sobresalian tan solo unos centimetros de la superficie del casco, pero Sanson las utilizo como puntos de apoyo y maniobro hasta el aparejo de la vela de trinquete. Desde alli, le resulto muy facil colgarse y echar un vistazo a traves de un portillo de proa.
Aguzando el oido, no tardo en percibir el lento y cadencioso paso de la ronda. Parecia que se tratara de un solo centinela que daba vueltas a la zona de cubierta sin cesar. Sanson espero a que pasara el guardia, se metio por la canonera y cayo a la sombra de un canon, jadeando por el cansancio y el nerviosismo. Incluso para Sanson, hallarse entre cuatrocientos enemigos, la mitad de ellos balanceandose suavemente en las hamacas ante sus ojos, era una sensacion espeluznante. Espero y medito los siguientes movimientos.
Hunter esperaba en el maloliente puente inferior, agachado en un espacio minusculo. Estaba absolutamente agotado. Si Sanson no llegaba pronto, sus hombres estarian demasiado cansados para intentar la fuga. Los guardias, que bostezaban y jugaban otra vez a cartas, mostraban una indiferencia absoluta por los prisioneros, lo que era al mismo tiempo positivo y enfurecedor. Si conseguia liberar a sus hombres antes de que los espanoles despertaran, tendrian una posibilidad. Pero cuando la guardia cambiara -lo que podia suceder en cualquier momento- o cuando la tripulacion se levantara al amanecer, no habria ninguna oportunidad.
Entro un soldado espanol en la bodega y Hunter sintio un profundo desaliento.
Era el cambio de guardia y todo estaba perdido. Un momento despues se dio cuenta de que se equivocaba; solo era un hombre, no era un oficial, y los guardias lo saludaron de manera informal. El nuevo se daba muchos aires e inicio una vuelta para comprobar las ataduras de los corsarios. Hunter sintio el tiron de los dedos del soldado, que verificaba las ligaduras, pero despues noto algo frio, la hoja de un cuchillo, y sus cuerdas se soltaron.
Detras de el, el hombre susurro en voz baja:
– Esto te costara dos partes mas.
Era Sanson.
– Juralo -siseo Sanson.
Hunter asintio, sintiendo rabia y euforia al mismo tiempo. Pero no dijo nada, solo observo a Sanson haciendo la ronda. Finalmente se paro frente a la puerta, bloqueandola.
Sanson miro a los marineros y en ingles, muy bajito, dijo:
– Hacedlo despacio, muy despacio.
Los guardias espanoles miraron con expresion sorprendida a los corsarios que se echaban encima de ellos. La proporcion era de tres a uno. Los mataron en un santiamen. Inmediatamente, los marineros les despojaron de sus uniformes y se los pusieron. Sanson se acerco a Hunter.
– No te he oido jurarlo.
Hunter asintio, frotandose las munecas.
– Lo juro. Dos partes para ti.
– Bien -dijo Sanson.
Abrio la puerta, se llevo un dedo a los labios y guio a los marineros fuera del espacio de carga.
19
Cazalla bebia vino y meditaba frente al Senor agonizante, pensando en el sufrimiento y la agonia del cuerpo. Desde su temprana juventud, Cazalla habia visto imagenes de esa agonia, el tormento de la carne, los musculos flacidos y los ojos vacios, la sangre que salia del costado y la que se escurria de las espinas en las manos y en los pies.
Aquella pintura, colgada en su camarote, habia sido un regalo del rey Felipe. Era obra del pintor favorito de la corte de Su Majestad, un tal Velazquez, ya fallecido. El regalo habia sido una muestra de gran estima y Cazalla lo habia aceptado con abrumado agradecimiento; nunca viajaba sin el. Era su posesion mas preciada.