Hunter empezo a reunir los suministros que se llevaria la pequena partida de marineros que desembarcaria. Encontro a don Diego, el Judio, trasladando el material a cubierta. El Judio miro a Hunter con sus ojos apagados.
– Un detalle por parte de los espanoles -dijo-. Registraron, pero no se llevaron nada.
– Excepto las ratas.
– Nos las arreglaremos con cualquier otro animal pequeno, Hunter. Zarigueyas o algo por el estilo.
– Que remedio -dijo Hunter.
Sanson estaba de pie a proa, contemplando la cresta del monte Leres. Desde lejos, parecia muy escarpado, un semicirculo curvo de roca rojiza y yerma.
– ?No se puede rodear? -pregunto Sanson.
– Los unicos pasos que la rodean estaran vigilados -respondio Hunter-. Debemos escalarlo.
Sanson esbozo una sonrisa; Hunter fue a popa a hablar con Enders. Dio ordenes para que el grupo de hombres bajara a tierra y el Cassandra se dirigiera a la siguiente isla al sur, Ramonas. Alli habia una pequena cala con agua potable, y el balandro estaria a salvo de posibles ataques.
– ?Conoceis el lugar?
– Si -dijo Enders-. Lo conozco. Estuve oculto en aquella cala una semana hace anos con el capitan Lewishan, el que solo tiene un ojo. Es un buen lugar. ?Cuanto tiempo esperaremos alli?
– Cuatro dias. La tarde del cuarto dia, salid de la cala y anclad en mar abierto. A medianoche zarpareis y os dirigireis a Matanceros justo antes del amanecer del quinto dia.
– ?Y entonces?
– Entrareis en el puerto al amanecer y abordareis el galeon espanol con los hombres que queden en el barco.
– ?Pasando por delante de los canones del fuerte?
– Para entonces no os daran problemas.
– No soy un hombre religioso -dijo Enders-. Pero rezare.
Hunter le dio una palmada en el hombro.
– No hay nada que temer.
Enders miro hacia la isla con semblante serio.
A mediodia, con un calor sofocante, Hunter, Sanson, Lazue, el Moro y don Diego ya estaban en tierra, en una estrecha franja de arena blanca y observaban como se alejaba el Cassandra. A sus pies tenian sesenta kilos de material diverso: cuerdas, garfios de escalada, arneses de tela, mosquetes, barriletes de agua.
Permanecieron un momento en silencio, respirando bocanadas de aire ardiente, hasta que Hunter se volvio.
– Pongamonos en marcha -dijo.
Se alejaron de la costa hacia el interior.
Al borde de la playa, la hilera de palmeras y la marana de manglares parecian tan impenetrables como una muralla de roca. Sabian por experiencia que no podian abrirse paso a traves de aquella barrera; eso supondria avanzar apenas unos pocos cientos de metros en todo un dia de agotador esfuerzo fisico. El metodo habitual para penetrar en el interior de una isla era encontrar un curso de agua y avanzar por el.
Estaban seguros de que habia uno, porque la existencia de la cala asi lo demostraba. En parte, las calas se formaban por una fractura en las barreras coralinas exteriores, y esa fractura facilitaba que el agua dulce saliera de la tierra hacia el mar. Caminaron por la playa, y una hora despues localizaron un pequeno hilo de agua que abria un sendero fangoso a traves del follaje que bordeaba la costa. El lecho del torrente era tan estrecho que las plantas casi lo habian invadido convirtiendolo en un tunel caluroso y angosto. El avance no resultaba facil en absoluto.
– ?Buscamos otro mejor? -pregunto Sanson.
El Judio sacudio la cabeza.
– Aqui casi no llueve. Dudo que haya uno mejor.
Todos estuvieron de acuerdo, asi que se pusieron en marcha; ascendieron por el arroyo, alejandose del mar. Casi inmediatamente, el calor se hizo insoportable; el aire era ardiente y rancio. Era como respirar por un trapo, dijo Lazue.
Despues de los primeros minutos, caminaron en silencio, para no malgastar energia. El unico sonido era el de los machetes que apartaban la vegetacion y la charla de los pajaros y los animales en el dosel que formaban los arboles sobre sus cabezas. Avanzaban con enorme lentitud. Al final del dia, cuando miraron por encima del hombro, el oceano que quedaba mas abajo parecia desalentadoramente cercano.
Siguieron avanzando; pararon solo para conseguir algo de comida. Sanson, que era muy habil con la ballesta, logro matar varios pajaros. Se animaron al ver los excrementos de un jabali cerca del lecho del arroyo. Y Lazue recogio plantas comestibles.
La noche los sorprendio a medio camino entre el mar y la roca del monte Leres. Aunque el aire refresco un poco, estaban atrapados entre la vegetacion, que seguia siendo asfixiante. Ademas habian empezado a salir los mosquitos.
Los insectos eran un serio enemigo, ya que se acercaban en enjambres tan densos que casi podian palparse, y oscurecian la vision hasta el punto de que no podian verse los unos a los otros. Zumbaban y silbaban alrededor de ellos, se les pegaban por todo el cuerpo y se metian en los oidos, la nariz y la boca. Se untaron abundantemente con barro y agua, pero era inutil. No se atrevieron a encender una hoguera, asi que comieron la carne cruda y durmieron poco, apoyados en los troncos de los arboles, rodeados por el ensordecedor zumbido de los mosquitos en sus oidos.
Por la manana, al despertar, cuando el barro seco se desprendio de sus cuerpos, se miraron y rieron. Todos estaban desfigurados, con la cara roja, hinchada y llena de picaduras de mosquito. Hunter comprobo las reservas de agua; habian gastado una cuarta parte. Concluyo que deberian consumir menos. Se pusieron en marcha, esperando encontrarse con algun jabali, porque estaban hambrientos. No vieron ninguno. Los monos que gritaban en la vegetacion parecian burlarse de ellos. Oian animales, pero Sanson no los tenia en ningun momento a tiro.
A ultima hora del segundo dia, empezaron a percibir el sonido del viento. Al principio era debil, un gemido sordo y lejano. Pero al acercarse al limite de la selva, donde los arboles no estaban tan juntos y podian avanzar con mas facilidad, el viento aumento de intensidad. Pronto lo sintieron en sus rostros y, aunque agradecieron el frescor, se miraron con ansiedad. Sabian que la fuerza del viento aumentaria al acercarse a la cara del precipicio del monte Leres.
A ultima hora de la tarde llegaron a la base de la pared de roca. El viento aullaba como un demonio, tiraba de su ropa y la azotaba contra sus cuerpos, les quemaba la cara y les rompia los timpanos. Tenian que gritar para oirse.
Hunter miro la pared de roca. Era tan escarpada como le habia parecido desde lejos, incluso mas alta de lo que creian: ciento veinte metros de roca desnuda batida por un viento tan fuerte que caian constantemente lascas y fragmentos de roca.
Hizo una sena al Moro, que se acerco.
– Bassa -grito Hunter, inclinandose hacia el hombreton-. ?El viento aflojara por la noche?
Bassa se encogio de hombros e hizo un gesto uniendo dos dedos, para indicarle que un poco.
– ?Se puede escalar de noche?
El hombre sacudio la cabeza: no. Despues unio las manos como un cojin y apoyo la cabeza en ellas, como si durmiera.
– ?Quieres que escalemos por la manana?
Bassa asintio.
– Tiene razon -dijo Sanson-. Deberiamos esperar a la manana, cuando estemos descansados.
– No se si podremos esperar -dijo Hunter.
Miro al norte. A algunas millas de distancia, sobre un mar placido, vio una ancha linea gris formada por nubes negras y amenazadoras. Era una tormenta, de varios kilometros de amplitud, que se dirigia lentamente hacia ellos.
– Con mas razon todavia -grito Sanson a Hunter-. Es mejor esperar a que amaine.
Hunter se volvio. Desde su posicion al pie de la pared, se encontraban a poco menos de doscientos metros