Bassa se alejo. Hunter miro a Enders, y este suspiro.
– Es mejor asi, capitan. -Cito un viejo proverbio-: Mejor un viaje que comienza con sangre que un viaje que termina con sangre.
– Me temo que tendremos mucha, tanto al comienzo como al final -sentencio Hunter, y siguio con su trabajo.
Cuando el Cassandra desplego las velas media hora mas tarde, con Lazue a proa para avistar los bancos de arena de Pelican Point a la debil luz de la aurora, el capitan echo una ultima mirada al puerto. La ciudad dormia pacificamente. Los faroleros estaban apagando las antorchas en el muelle. Las pocas personas que habian ido a despedirse ya se marchaban.
Entonces, flotando boca abajo en el agua, vio el cuerpo del mendigo con una sola pierna. El cadaver se balanceaba arriba y abajo con la marea, y la pata de palo golpeaba suavemente contra una columna de amarre.
Penso si aquello seria un buen presagio o un mal presagio. No se decidio por ninguno de los dos.
13
«Se relaciona con todo tipo de canallas y delincuentes», farfullo sir James. «Alienta… la ejecucion de viles y sangrientas expediciones contra territorios espanoles», cielo santo, «viles y sangrientas»… ?Ese hombre esta loco! «Permite que Port Ro- yal sea lugar de reunion para matones y truhanes… no es persona idonea para el alto cargo… permite todo tipo de corrupcion…» Maldito sea.
Sir James Almont, todavia con ropa de cama, agitaba la carta en la mano.
– ?Maldito canalla! -espeto-. ?Cuando te la ha dado?
– Ayer, excelencia -contesto Anne Sharpe-. Pense que querriais leerla, excelencia.
– Desde luego que si -dijo Almont, dandole una moneda por las molestias-. Y si hay mas como esta, habra mas recompensas, Anne. -Penso para sus adentros que habia resultado ser una muchacha extraordinariamente lista-. ?Se te ha insinuado?
– No, excelencia.
– Lo suponia -dijo Almont-. Bien, deberemos pensar en la forma de poner fin a las intrigas del senor Hacklett, de una vez por todas.
Se acerco a la ventana de su dormitorio y miro al exterior.
A la primera luz del dia, el Cassandra ya doblaba la punta de Lime Cay, con la vela maestra izada y rumbo al este adquiriendo velocidad.
El Cassandra, como todos los barcos corsarios, puso primero rumbo a bahia del Toro, una pequena ensenada a pocas millas al este de Port Royal. Alli, el senor Enders situo la nave con la proa al viento y el capitan Hunter, entre las velas que batian y se agitaban con la brisa, arengo a la tripulacion.
Aquellas formalidades eran conocidas por todos los que estaban a bordo. Primero, Hunter pidio a todos que le votaran como capitan del barco y un coro lo aclamo entusiasmado. A continuacion, enumero las reglas de la expedicion: ni alcohol ni lornicacion, ni saqueo sin su permiso; pena de muerte por romper las reglas. Eran las normas habituales, y la aceptacion tambien se daba por sentada.
Despues, hablo de la division del botin. Hunter, como capitan, se quedaria con trece partes sobre cien. A Sanson le corresponderian siete -esta cifra desencadeno algunos grunidos- y el senor Enders tendria una y media. Lazue se llevaria una y cuarto. Ojo Negro tambien una y cuarto. El resto se dis- 1 ribuiria equitativamente entre la tripulacion.
Uno de los marineros se puso de pie y dijo:
– Capitan, ?nos llevais a Matanceros? Es peligroso.
– Sin duda lo es -admitio Hunter-, pero el botin bien lo vale. Habra mucho para todos. Si alguno considera que el riesgo es excesivo podra desembarcar en esta bahia, y no por eso perdera ni un apice de mi estima. Pero debe decidirse antes de que os hable del tesoro que nos espera.
Espero, pero nadie se movio ni hablo.
– Bien -prosiguio Hunter-. En el puerto de Matanceros esta anclada una nao espanola cargada de riquezas. Vamos a apoderarnos de ella. -Sus palabras desencadenaron un enorme griterio. Hunter tardo varios minutos en hacerlos callar otra vez. Y cuando los marineros volvieron a prestarle atencion, sus ojos relucian con visiones de oro-. ?Estais conmigo? -grito Hunter.
Todos respondieron a gritos.
– Entonces, rumbo a Matanceros.
SEGUNDA PARTE. El navio negro
14
Desde lejos, el Cassandra ofrecia una bella imagen. Con las velas hinchadas al viento matinal, escorada algunos grados, veloz y sibilante, surcaba el agua azul y clara.
Sin embargo, a bordo, estaban incomodos y estrechos. Sesenta combatientes, hirsutos y apestosos, se peleaban por sentarse, jugar o dormir al sol. Se aliviaban por la borda, sin ceremonias, y su capitan a menudo asistia al espectaculo de media docena de culos desnudos sobresaliendo por la regala de sotavento.
No se distribuyo comida ni agua. Durante el primer dia no se les ofrecio nada, pero la tripulacion, que ya se lo esperaba, habia comido y bebido hasta saciarse en su ultima noche en el puerto.
Aquella primera noche Hunter no echo el ancla. Entre los corsarios era habitual fondear en alguna bahia protegida para que la tripulacion pudiera dormir en tierra, pero Hunter decidio seguir el viaje sin detenerse. Tenia dos motivos para apresurarse. Primero: temia que algun espia pudiera llegar a Matanceros para advertir a la guarnicion. Segundo: no deseaba correr el riesgo de que la nao del tesoro saliera del puerto de Matanceros antes de que llegaran.
Al terminar el segundo dia, ya se dirigian al nordeste a toda velocidad por el peligroso pasaje entre La Hispaniola y Cuba.
La tripulacion conocia bien la zona, porque estaban a menos de una jornada de navegacion de la isla Tortuga, conocida por ser un bastion pirata.
Siguieron navegando todo el tercer dia, pero por la noche Hunter mando anclar, para dar descanso a la agotada tripulacion. Al dia siguiente sabia que empezaria la larga travesia que, una vez superada Inagua, los conduciria a Matanceros. A partir de ahi, no habria mas refugios seguros. En cuanto cruzaran la latitud 20, entrarian en las peligrosas aguas espanolas.
La tripulacion estaba de excelente humor, riendo y bromeando alrededor de las hogueras. Durante los tres ultimos dias, solo un hombre habia tenido las visiones de demonios acechantes que a veces acompanaban la abstinencia de ron, pero ya se habia calmado y no temblaba ni se estremecia.
Satisfecho, Hunter contemplaba la hoguera. Sanson se le acerco y se sento a su lado.
– ?En que piensas?
– En nada en particular.
– ?Te preocupa Cazalla?
– No. -Hunter sacudio la cabeza.
– Se que mato a tu hermano -dijo Sanson.
– Fue la causa de que lo mataran, si.
– ?Y eso no te enfurece?
Hunter suspiro.
– Ya no.
Sanson lo miro a la luz crepitante de la hoguera.